Por: Christian Joanidis
Pronto se iniciará el año en que se terminará el mundo kirchnerista. Ya es casi un hecho consumado que el oficialismo de hoy será una ínfima secta a partir del año 2016: cuando ya no haya con qué retribuir a los aplaudidores, estos huirán hacia su próximo benefactor. Un militante de La Cámpora será casi una reliquia de época.
Alemania perdió la guerra en 1945, quedando literalmente en ruinas. Pero el llamado “milagro alemán”, que fue el responsable de convertir a la Alemania destruida por la guerra en un país próspero, comienza a gestarse recién en 1948. Una vez, mientras estaba viviendo en allí, en Friburgo, el propietario del lugar que estaba alquilando me mostró una foto de la ciudad al finalizar el conflicto bélico: sólo estaba en pie la catedral, el resto era literalmente tierra arrasada. A los alemanes les tomó tres años poder comenzar a diseñar ese camino que luego recorrerían y que se conoce como el “milagro alemán”.
No pretendo que la Argentina tenga un desarrollo tan espectacular como el de Alemania, porque hay determinados factores culturales e históricos que hacen eso inviable. Tampoco creo que el kirchnerismo haya arrasado por completo la Argentina, aunque sí hizo un daño increíble a las instituciones y la economía. Daño que no será fácil revertir, sobre todo si tenemos en cuenta estos urgentes cambios en las leyes centrales de nuestro país.
El kirchnerismo ya lleva once años en el poder y ha desmantelado en gran medida todos los órganos republicanos que se habían construido desde 1983. Con gran esfuerzo, después del retorno de la democracia, nos hemos dedicado, en este país que parece tender naturalmente al autoritarismo, a construir una república. Primero vinieron los embates del menemismo, que en su momento nos escandalizaron, pero luego vino el kirchnerismo, que hizo parecer a la década de los noventa como la década de las instituciones. Otra vez ganó el autoritarismo en nuestro país. El 2016 nos encontrará con instituciones débiles, casi frágiles, que deberemos asegurarnos que se vuelvan a fortalecer. Porque a pesar de que la nuestra es una república embrionaria, ha logrado con éxito subsistir, aunque agónicamente, a un gobierno con ansias de dictadura chavista. La primera misión del próximo gobierno será que nuestra república se fortalezca y pueda garantizar nuevamente los derechos a sus ciudadanos.
Otra tierra arrasada es la economía, en donde se ha visto nítidamente la falta de capacidad y conocimiento de este gobierno. Gestionada como una pequeña chacra, asfixiada al borde de la muerte, nuestra economía se encuentra hoy convaleciente. No se ven aún los efectos del zamarreo que ha sufrido, porque en algo ha sido hábil este gobierno y supo ocultar muy bien los problemas, los ha maquillado con la pericia que le faltó para evitarlos. Se ha intervenido a la economía tanto y tan torpemente que la madeja se ha hecho nudos que a esta altura es imposible desarmar.
Hay algo que los argentinos muchas veces no logramos entender y es que los tiempos que requieren los procesos históricos son distintos a los que percibimos en nuestra vida diaria. Después de la crisis del 2001 hubo factores externos que le permitieron a la Argentina recuperarse muy rápidamente, lo que seguramente no sucederá esta vez. Hoy los tiempos serán otros, sobre todo porque el Kirchnerismo está dejando algunos “explosivos” activados para que detonen en el 2016. A lo que se suma una onerosa estructura clientelista que quedará huérfana y sin el ingreso al que se ha habituado y que considera un derecho adquirido.
Muchos empresarios con los que hablo están ansiosos por que llegue el 2016, a la espera de que la salida del kirchnerismo traiga automáticamente una mejora en la economía. Esta mejora vendrá, pero no será instantánea. Pero sobre todo tenemos que tener claro que sin instituciones fuertes toda mejora en la economía será temporal y sujeta a los caprichos del gobierno de turno.
En el 2016 comenzará el cambio en la Argentina, independientemente de quien gane las elecciones, porque es claro que esta situación es ya muy difícil de sostener. Pero ese cambio, por más positivo que sea, tardará en rendir sus frutos y en el ínterin los argentinos sufriremos. Tendremos malestar social y una situación mundial que no nos beneficiará. El 2016 no traerá consigo el día del juicio, en donde todo acabará instantáneamente, ese año será sólo el comienzo de un largo proceso que necesita transitar nuestro país para crear una república fuerte y una economía sólida que permita que todos los argentinos podamos tener trabajo y vivir con dignidad.