Por: Christian Joanidis
Las inundaciones parecen ya una historia del pasado y los argentinos somos víctimas de una memoria floja: Si el problema pasó, nunca existió. Desmemoria que nos ha costado más de lo que creemos.
Parece absurdo tener que decirlo, pero las obras se hacen antes de que surjan los problemas. Una vez que las lluvias llegaron, una vez que los cortes de luz comenzaron, no hay más nada para hacer, solo resignarse. Me resulta tristemente gracioso escuchar al actual gobernador de la provincia de Buenos Aires hablar de obras realizadas y de obras a realizar. Una vez más la realidad es más dura que cualquier relato y pone de manifiesto otro aspecto más de la inoperancia de Daniel Scioli, que paradójicamente quiere gobernar el país. Y a esa inoperancia se suma además cierta falta de sensibilidad al afirmar que, si no hubieran hecho obras, la situación sería peor. O incluso llegar a decir que hay que trasladar a las personas a otro lugar, al mejor estilo de intercambio de poblaciones de la primer posguerra.
Hace cerca de un año, si la memoria no me traiciona, fue en el funeral del abuelo de un amigo muy cercano de la infancia, cuando me encontré con este otro amigo músico que vive en Luján desde hace años. En aquel entonces me dijo: “Es terrible lo que pasa con esto de las inundaciones, tenés que escribir sobre eso, porque no se están haciendo obras”. Yo en su momento no tenía información concreta sobre la situación de la provincia a este respecto, pero hoy las cosas se hacen más evidentes y todos los diarios y los canales serios han puesto de manifiesto la situación actual que se vive en la tierra de Scioli. Mi anécdota atestigua además que esto de las inundaciones no es algo nuevo, algo desconocido, sino que una vez más se trata de un Gobierno que es indiferentes a los males que sufre la población y se ocupa de anuncios vacíos en lugar de generar obras concretas.
No quiero dejar de mencionar que las lluvias de estos días han sido excesivas, nadie lo puede negar. Es cierto que debido a eso, incluso de haber existido las obras, muchas situaciones no se podrían haber evitado. La naturaleza es impredecible, pero lo que uno no puede dejar de prepararse de la mejor forma posible: no fue el caso. Para ser completamente honestos, aquellos que hoy se justifican en la intensidad de las lluvias han denostado a Mauricio Macri en todas las ocasiones en que se inundó la ciudad de Buenos Aires. Es algo confuso tal vez, pero solían reclamarle al jefe de Gobierno que no había hecho obras en la ciudad y que por este motivo se anegaba. Son los mismos que hoy aseveran que las obras no pueden ganarle a las inundaciones.
No estaría escribiendo esta columna si solo se tratara de una cuestión aislada: Los desastres naturales existen y no se pueden evitar. Los hechos aislados solo pueden tratarse como tales y por lo tanto se trabaja sobre ellos desde la reacción, dado que la prevención se torna casi imposible. La reiteración de un problema, por otro lado, pone en evidencia una cuestión endémica que requiere acciones para ser revertida. Si las inundaciones en la provincia de Buenos Aires fueran una cuestión aislada, mi amigo que vive en Luján no se habría quejado amargamente, enfatizando que ese problema venía reiterándose desde hacía tiempo y que su intensidad se incrementaba con el tiempo. Evidentemente él estaba observando con dolor que se estaba tornando una situación endémica. Situación que el incremento poblacional y la extensión de las zonas urbanas hace más palpable y por lo tanto las obras deben hacerse todavía más urgentemente.
Hace ya muchos años, cuando estaba en el colegio, preparé un ensayo sobre el impacto de las catástrofes naturales. Llegaba a la conclusión, basándome pura y exclusivamente en datos estadísticos, de que en los países desarrollados el impacto de las catástrofes era menor que en los países en vías de desarrollo. La explicación era que los países desarrollados habían invertido dinero en obras, en prevención y en los sistemas de emergencias, cosa que los países en vías de desarrollo difícilmente podrían afrontar. Esto nuevamente nos marca con bastante claridad de qué lado se encuentra Argentina: un país que tiene menos pobreza que Alemania, pero que sufre las catástrofes naturales como un país en vías de desarrollo.
Y vuelvo a la cuestión de la memoria. Porque Scioli gobierna la provincia desde hace ocho años y en las primarias ha sacado un caudal de votos que no tiene correlación con la situación en la que está la provincia. Y yo lo atribuyo al olvido crónico que padecemos los argentinos. Desde el oficialismo se ha salido a denunciar el uso político de las inundaciones, lo cual es subestimar el intelecto de los ciudadanos. Con este sobresalto de la naturaleza se puso de manifiesto la falta de gestión del Gobierno de la provincia de Buenos Aires y no se trata de una visión política, sino de una visión de la realidad. Y si el actual gobernador no ha hecho nada, entonces tiene que ser castigado en las urnas. Si no se ha podido ocupar de una provincia con todo el apoyo del Gobierno nacional, mucho menos podrá ocuparse de un país.
Es mi principal deseo que todos aquellos que fueron afectados por las inundaciones puedan volver pronto a su rutina, a su vida. También espero que la futura gestión de la provincia se tome en serio esta evidente necesidad de realizar obras concretas y efectivas. Pero también tengo la esperanza de que la memoria no sea tan volátil y en octubre los ciudadanos no le demos el voto a aquel que tuvo en su mano aliviar el sufrimiento de tantos miles de personas y no lo hizo.