Por: Christian Joanidis
Se suele identificar al peronismo con toda medida que tienda a beneficiar a quienes no están en una posición privilegiada. Y llegó a tanto ese sesgo obtuso que hasta Hugo Moyano dijo: “Macri se está peronizando”. Históricamente, el peronismo ha sido pionero en la Argentina en darle al trabajador una serie de derechos y hasta un lugar en la sociedad que nunca antes había tenido. Esto no significa que el peronismo tenga el monopolio de la dignidad, ni que tengamos que identificar como peronista a cualquiera que pugne por los derechos de los más débiles.
El kirchnerismo, que se decía peronista y tuvo en su interior durante mucho tiempo a quienes hoy se siguen llamando peronistas, implantó en la Argentina uno de los sistemas tributarios más regresivos. No sólo el impuesto a las ganancias, sino además el impuesto a los bienes personales y hasta la continuidad del IVA. En sí, no podemos decir que son impuestos regresivos, pero pasan a serlo cuando no se modifican los límites imponibles en un contexto inflacionario. A estos impuestos se sumó, obviamente, la inflación, que diluía el poder de compra de los menos favorecidos mientras beneficiaba a quienes podían invertir en bienes durables o en dólares. Evidentemente, de peronismo el kirchnerismo no tuvo nada.
Hoy, el Gobierno de Mauricio Macri, acusado de ser la derecha más recalcitrante, comenzó a implementar medidas progresistas. Absurdamente, mientras la izquierda y el socialismo siguen dando batallas que a nadie le importan, mientras el peronismo sigue, como dice Julio Bárbaro, usufructuando una memoria, la derecha fundamentalista se ha ocupado de beneficiar a los que menos tienen. Actualmente, hay más asignaciones y una disminución de la presión tributaria. Mientras la izquierda habla de obreros y campesinos, mientras el movimiento sindical habla de trabajadores, el PRO, sin quererlo tal vez, ha comprendido que hay que ser más amplio y terminar con los rótulos.
El Gobierno de Mauricio Macri tomó medidas que han superado a los últimos treinta años de democracia en lo que refiere a cuestiones sociales. Y si logra reducir el IVA de la canasta básica, habrá dado un paso fundamental en la conquista de la dignidad de los que menos tienen. Pagar un impuesto por comprar bienes básicos para el consumo es una injusticia y un atropello para todos aquellos que forman parte del eslabón más débil de la sociedad.
Al comienzo, el actual Gobierno había dado muestras de ocuparse demasiado de quienes están en una mejor posición: sus primeras medidas estuvieron orientadas a beneficiar al campo y a los industriales. Luego vinieron las medidas para beneficiar a la minería. Para ser honestos, hasta parecía que se había olvidado de todos los demás: no fui el único en temer esto, de hecho, muchos falsos progresistas se llenaron la boca porque la derecha radical estaba buscando imponer un neoliberalismo de manual. Sin llegar a esos extremos, yo sí temí que con un excesivo foco en la economía se perdiera la perspectiva social, lo que por fortuna no está sucediendo.
El actual Gobierno ha tenido muchos desaciertos, pero ha acertado en su intención de dialogar y de construir un clima de paz en la Argentina. Ha acertado con las primeras medidas económicas. Y ahora ha demostrado que escucha los reclamos y que se esfuerza por cumplirlos, algo que fue raro en estos últimos años de sordera oficial.
Hay voces que reclaman todavía más y eso es lógico. Reclamar está bien. Pero del otro lado no siempre se puede cumplir irrestrictamente. Sobre todo en estos momentos en los que hay que poner a funcionar un país que quedó completamente desbaratado luego de una década de equivocaciones y errores intencionales. Si tenemos en cuenta la herencia recibida, el Gobierno de Macri ha hecho milagros. La “mística” de la década ganada deja finalmente lugar a la realidad.
No se trata de obreros, campesinos o trabajadores; estas son en el fondo cuestiones ideológicas. Lo importante es que un Gobierno busque siempre la dignidad de las personas. El peronismo en el último tiempo ha querido tener el monopolio de la dignidad, ha querido erigirse como la única alternativa que puede buscar desde el Gobierno conquistas que dignifiquen a todos. Pero nadie puede tener el monopolio de la dignidad; es de quienes la conquistan, de quienes dedican sus horas a ella y no de los que enarbolan una bandera. Querer identificar con el peronismo cualquier medida que construya en el sentido de la justicia social no es más que un intento por seguir usufructuando no sólo una memoria, sino también los logros de los demás.