Por: Claudio Zin
Matteo Renzi, primer ministro italiano o, mejor, protocolo mediante, presidente del Consejo de Ministros del Estado italiano, realizó una gira por algunos países sudamericanos. Chile, Perú, por ejemplo, pero evitó su tan querida Argentina. ¿Por qué?
La mencionada gira finalizó hace un par de días en La Habana, entrevista mediante con Fidel Castro y desde luego con Raúl. A Fidel, Renzi le mostró una fotografía que tiene en su despacho donde se ve al mismo comandante jugando al golf con el Che. Casi inédita.
Lo acompañó una nutrida delegación de empresarios italianos, con muchas ganas de invertir en los países de Sudamérica y Caribe, Cuba en especial.
A tal punto nutrida que no alcanzó un solo avión de la flota del Estado italiano y hubo que aprontar dos. Claro que cada uno se pagó el pasaje, como corresponde a países civilizados; ninguno de los empresarios viajó a costa de la república.
Según cuentan en los pasillos del palacio Chigi, sede de la Presidencia del Consejo de Ministros, donde además vive Matteo (en Italia los funcionarios de este nivel viven en el lugar donde trabajan), él tenía muchas ganas de visitar Argentina, donde vive la comunidad italiana más importante y numerosa del mundo. Se lo desaconsejaron varios de sus asesores:
Le dijeron: “No es momento. Hay elecciones políticas, eligen presidente de la república, hay un clima poco propicio, están muy metidos en la pelea electoral”.
El muy inteligente y joven Matteo (40 años) respondió: “¿Y cuál es el problema si los dos candidatos son argentino-italianos, los dos tienen pasaporte italiano?”. Una vez más, sus asesores le contestaron: “Premier, el problema es que la Presidente es aún Cristina, que no tiene doble nacionalidad, mucho menos italiana y que nunca dio a las relaciones entre Italia y Argentina la importancia que deberían tener. Por ende, el terreno es poco fértil para con nosotros todavía”. Y ahí le explicaron el tema del cepo. Entendió.
“Esa es una razón de peso, sin duda alguna”. Y fue suficiente para evitar Argentina.
Otra oportunidad perdida, para Italia, sus políticos, sus empresarios y para Argentina y sus necesidades de inversiones extranjeras.
Para ser absolutamente sincero, este diálogo entre Matteo y sus asesores en política exterior fue reconstruido por mí desde fragmentos de información que recogí acá y allá. Claro que no le quita chances de que efectivamente así ocurriera.
En verdad, lo que más pesa en la historia de las relaciones bilaterales es la actual actitud de indiferencia que las caracteriza y no por culpa de Italia, por cierto, que “necesita” lugares para expandir sus inversiones y dónde mejor que el sitio con más de la mitad de la población italianófila.
Mucho menos por la actitud de la embajadora italiana en Argentina, que es una de las mejores diplomáticas de carrera de la Farnesina (Ministerio de Relaciones Exteriores, Roma), y me consta que hace todo lo posible para mantener el fuego vivo, como una verdadera Vestal.
Llegarán tiempos mejores para resucitar las ganas de hacer negocios entre ambas sociedades, y será muy pronto, sin duda alguna.
Me consta, porque lo han dicho hasta el cansancio. Cualquiera de los dos candidatos que gane el 22 de noviembre abrirá las puertas a Italia. ¿Pero cuál puerta? ¿La de adelante, la principal o la de servicio?
Estoy seguro de que uno de ellos abrirá la puerta de adelante, ya que no tiene mochila alguna ni compromiso que condicione la elección de un embajador que tenga, como mínimo, un nivel de conocimiento de quién es quién en la política italiana y qué botones apretar para agilizar los encuentros entre futuros socios ítalo-argentinos.
Italia en Buenos Aires está preparada y lista para actuar, falta armar la contraparte argentina en Roma.
Otro capítulo desaprovechado fue la presencia del pabellón argentino en la Expo Milano, que termina en estos días. Pocos políticos argentinos interesados en visitar el lugar, que fue recorrido por 21 millones de personas, con 137 países participantes e innumerable cantidad de negocios que tuvieron su punto de partida en Milano.
Otra pena.