El término “barra” para referirse a los grupos organizados de hinchas violentos aparece por primera vez asociado al fútbol en el diario La Razón en octubre de 1958 a raíz del asesinato de Mario Linker en el partido de Vélez-River. De “barra fuerte”, paso a usarse el calificativo “barra brava” y se extendió por toda Latinoamérica, en especial a partir de 1980.
Coincidentemente con el nacimiento del término “barra brava”, aumentaron las muertes y las agresiones relacionadas con el fútbol. Las barras se constituyeron así en un elemento de identidad, de poder que cohesiona y que, cuanto más violenta son, se vuelven más admiradas.
A diferencia de lo que pasa en otros países de Latinoamérica, donde estos grupos están conformados por jóvenes de entre 14 y 25 años, en Argentina los integrantes suelen ser adultos, con baja tolerancia al orden y a los fracasos de su equipo.
A principio de año, pude compartir la preocupación por la violencia en el fútbol con políticos de Chile, Uruguay y Colombia. Coincidimos en que el Estado debe producir e implementar acciones que permitan erradicar la violencia para que todos podamos disfrutar del juego.
Chile fue, hasta ahora, el país que ha tomado las medidas más enérgicas al sancionar en septiembre de 2012 una nueva ley de violencia en los estadios para espectáculos de fútbol profesional. En esta nueva normativa se elimina el concepto de “barra” quitándole entidad, se dispone la presencia obligada de un fiscal en los partidos de fútbol y se prohíbe la reventa de entradas entre otras medidas.
El lema que utilizan es “fútbol seguro, el estadio que todos queremos”. El mensaje es claro y contundente, y debería ser aplicada también aquí en la Argentina: o se es hincha y espectador, o contraventor y delincuente.
Por su parte, en Uruguay, entre otras medidas para combatir la violencia, se planea identificar a los hinchas y crear un fiscal deportivo. Incluso se está pensando en aplicar el mismo sistema que se usa en el básquetbol uruguayo, mediante el cual se quitan puntos a los equipos cuando hay problemas de violencia.
Finalmente, hace ya más de un año, Colombia promulgo una ley que establece penas de hasta cinco años de cárcel para quienes perturben los juegos con ataques contra jugadores o aficionados e incluso se penalizan ataques a establecimientos comerciales de las inmediaciones.
El brazo de la violencia en el fútbol mostró nuevamente que no tiene límites. Esta vez llegó hasta las profundidades de los vestuarios del estadio de Huracán, donde un grupo de barrabravas agredieron a los futbolistas y les robaron objetos personales. Es alarmante cómo los hechos violentos se suceden con frecuencia.
Hay que hacerse cargo del problema, analizar la situación y delinear un plan común para frenar este flagelo ya que si no hay decisión política de terminar con la violencia en las canchas, los barras van a acabar con nuestro fútbol.
Es lamentable reconocer que la violencia reina hoy en los estadios. Si nuestros países vecinos están decididos a dar la batalla, ¿por qué no la Argentina? Impidamos que este popular deporte se convierta en fútbol para unos pocos violentos y recuperemos el espectáculo familiar que supo ser en alguna época.