El acoso u hostigamiento escolar o entre pares, también conocido como “bullying”, es una forma de violencia en el ámbito escolar que, lamentablemente, sucede desde siempre y cada vez con mayor frecuencia en Argentina y el mundo.
Hace pocos días tomó conocimiento público el ataque físico de un grupo de alumnos de la Escuela Básica Nro. 23 de Wilde a un compañero que padece un retraso madurativo y que, según denunciara su madre, no era la primera vez que ocurría. Sin embargo, en esta oportunidad el hecho tuvo amplia repercusión porque fueron sus mismos agresores quienes grabaron la escena y difundieron el video por internet, potenciando el acoso por la exposición de la víctima.
Las plataformas virtuales y herramientas tecnológicas facilitan el acoso escolar, incluso de manera más cruel, puesto que pueden actuar de forma anónima y, a su vez, bastará un sólo “click” para que en segundos la agresión se reproduzca infinitamente. Pero hay que tener en cuenta que un caso de acoso u hostigamiento escolar no es sólo una “cuestión de chicos”. Los docentes, las autoridades de los colegios, las familias, los medios, la sociedad misma. Todos ellos, todos nosotros, somos actores en esta problemática que afecta cada vez a más estudiantes. Es necesario que las autoridades escolares se involucren, estén atentos y tomen medidas para poner fin al acoso.
Nosotros, desde la función pública, debemos darles herramientas. Un ejemplo de acción es el de Estados Unidos, que ha tomado el tema como política de estado, con un abordaje interministerial integral (Stop bullying). Como parte de ese plan, el bullying formó parte del temario en el censo nacional de estadísticas educativas y difundió que el 28 % de jóvenes entre 12 y 18 años sufrieron de acoso durante el periodo lectivo 2008-2009.
En la convicción de que nuestros niños y adolescentes tienen derecho a gozar de una educación integral y libre de violencia, fue que el año pasado presenté un proyecto de ley de prevención y erradicación de la violencia o acoso en el ámbito escolar, que redacté con la colaboración de los jóvenes Santiago Costas Bernengo, Paloma Correa y Pedro Robledo.
Entre otras medidas, propuse que se contemple el ciber-acoso como una forma de hostigamiento escolar; la realización de campañas de concientización y capacitación a los padres y docentes para prevenir, detectar y actuar casos de acoso, además de fomentar la elaboración de un Manual de Convivencia que establezca el procedimiento a seguir para las instituciones educativas frente ante una posible situación de violencia escolar.
Celebro entonces que todas estas propuestas, que no fueron contempladas en el proyecto que se aprobó en noviembre de 2012 en Diputados, sí fueran incorporadas el pasado 3 de julio en la media sanción del Senado. Solicito entonces que se le de tratamiento con premura en la Cámara baja, para que pueda volverse efectivo e instrumentarse. Sin una niñez sana no vamos a poder tener un país sano. Para asegurar el futuro de nuestros niños y adolescentes debemos cambiar el presente. Sumémonos todos para decir basta a la violencia escolar.