Por: Daniel Hadad
Las nuevas tecnologías modificaron el comportamiento de lectores, oyentes y televidentes.
La revolución está en marcha. Pero nadie puede predecir quién será el vencedor.
Los medios de comunicación viven hoy una transformación que nadie hubiera podido predecir veinte años atrás. La prensa tradicional ya no influye como solía hacerlo. Cuando este 2014 termine, unas 3000 millones de personas –el 40 por ciento de los habitantes del planeta– estarán conectados a Internet.
En los países más desarrollados, ese porcentaje se duplica. Y aun en países como el nuestro, que en la última década se caracterizó por la desinversión en materia de telecomunicaciones, no paran de crecer los medios digitales.
La expansión de las redes de alta velocidad (LTE) y la disponibilidad de smartphones con acceso a Internet ha ayudado a conectar a miles de millones de personas a la Web, incentivando el crecimiento de las redes sociales y de los sitios para compartir videos.
¿Quién hubiese podido imaginar el 4 de febrero de 2004 –el día de su fundación–, que Facebook superaría los 1350 millones de usuarios? ¿O que 284 millones de personas se comunicarían a través de una cuenta de Twitter ? ¿Y que el 80 por ciento de estos últimos lo hiciese desde un teléfono celular? Hasta Weibo, el Twitter chino, cuenta con 200 millones de usuarios.
Que YouTube haya alcanzado los 1000 millones de visitantes únicos al mes nos permite inferir al menos dos conclusiones.
En primer lugar, que la gente no solo quiere consumir videos, también quiere crearlos. Y en segundo lugar, que el usuario elige cuándo y dónde ver algo que le interese.
La insurrección del público es imparable. El lector que retiraba el diario de papel en un kiosco –que solo abría por la mañana– pasó a mejor vida. Se cansó de ser un usuario pasivo. Se rebeló. Y hoy, con sus cuentas en redes sociales, cuestiona, opina e informa en un plano de igualdad con los viejos medios.
Quizás sirva una frase del profesor Denis Porto Reno, de la Universidad Estadual Paulista, para entender mejor el fenómeno: “Los usuarios dejaron de ser objetos de manipulación para transformarse en sujetos que manipulan”.
Traducido, esto significaría que durante años, los grandes medios emisores transmitían el mensaje. Los receptores –pasivamente– leían, escuchaban o veían. Hoy, con las nuevas tecnologías, los lectores, oyentes y televidentes contestan y replican a los grandes medios. Y cuando se aburren, o no creen el mensaje, se comunican entre ellos.
Las nuevas generaciones consumen medios a través de cinco pantallas, y en este orden: teléfono celular, tableta, notebook, PC, televisión. Y esta última se asocia más al entretenimiento y al deporte que a la información.
Los que hacemos medios, antes que cualquier otra cosa, debemos entender el nuevo escenario, las nuevas reglas del juego. El público pasivo esta en vías de extinción, hay que interactuar con el usuario activo. Ir por él. El periodismo, ante tanta información desperdigada, ahora es más necesario que nunca.
Buscar la verdad, ser riguroso con la información y determinar qué es noticia y qué no es el imperativo de la hora.
Este artículo apareció originalmente en la edición 100 de la Revista DEF.