Por: Daniel Sticco
Como era de esperar en estos casos, la atención dominante se concentró en la atención a los damnificados por el temporal del martes 2A y en asegurar que la asistencia alimentaria, sanitaria, financiera, fiscal y de contención psicológica llegaran a quienes realmente sufrieron los daños del material.
Para eso se reunieron, según trascendió, en una cumbre en el salón Norte de la Casa de Gobierno, la vicejefa del gobierno porteño, María Eugenia Vidal; el intendente de La Plata, Pablo Bruera; la ministra de Gobierno de la provincia, Cristina Álvarez Rodríguez; el presidente de Cáritas, monseñor Oscar Ojeda; y representantes del Ejército y la ONG Un Techo para mi País, quienes fueron recibidos por el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli; el secretario de Seguridad, Sergio Berni; el director ejecutivo de la Anses, Diego Bossio; y los diputados nacionales Andrés “Cuervo” Larroque y Eduardo “Wado” De Pedro, de la agrupación La Cámpora.
Pero después de eso, poco y nada. Me refiero a la oferta de propuestas y proyectos de ley para redireccionar los planes de obras públicas en infraestructura básica para comenzar a trabajar ya en tareas preventivas frente a una eventual catástrofe de características similares, y replantear algunas obras en ejecución, si no son las más recomendadas, como dicen muchos expertos sobre el entubado de los arroyos que cruzan la ciudad.
Me hubiese gustado que más allá de continuar con los planes de Gobierno, la Presidente, pero también sus legisladores y los de la oposición, se reunieran, no necesariamente juntos -aunque los milagros existen- para repensar las políticas de inversión pública en infraestructura básica y la reasignación de partidas del Presupuesto Nacional, incluyendo, si fuera necesario, un porcentaje de la emisión prevista en el programa monetario para este año.
Se sabe que ninguna catástrofe natural podrá ser evitada, pero sí, al menos, que se pueden atenuar sus consecuencias con oportunas acciones e inversiones preventivas.
Zonas altamente vulnerables
¿Alguien puede asegurar que los asentamientos clandestinos en todo el país sobre tierras fiscales, aunque muchos de ellos están ya formalmente reconocidos -al punto de aparecer en los censos nacionales y contar con asistencia de servicios esenciales de electricidad, gas y agua-, cuentan con los reaseguros mínimos para enfrentar un diluvio como los que azotaron a La Plata y sus alrededores, a incluso como en menor medida afectaron a algunos barrios privilegiados de la Ciudad de Buenos Aires, sin que los daños resulten singularmente mayores?
Por eso, así como un incendio obligó en la mayor refinería de YPF a replantear las necesidades presupuestarias por u$s2.000 millones para importar combustible que no se podrá procesar por un par de meses, cuánto más se debería repensar la inversión pública para evitar que se produzcan pérdidas humanas como las que provocaron las inundaciones de hace apenas 10 días atrás.
En su audiencia con el Papa Francisco Cristina recibió el Documento de Aparecida “para que pesque algo de lo que piensan los obispos de Latinoamérica”. Sería bueno que esas ideas y enseñanzas de convivencia básica las estudien y apliquen el conjunto de la sociedad argentina que parece “activamente negligente”, y en especial los políticos en funciones ejecutivas.
Creo que todos, en alguna medida, deberíamos sentirnos responsables por el luctuoso suceso reciente, sea por acción, sea por omisión, en nuestros actos de desprecio por la vía pública y falta de respeto del prójimo.
Parafraseando al párrafo 324 del documento de marras “es indispensable confirmar que los candidatos (funcionarios, políticos y dirigentes) sean capaces de asumir las exigencias de la vida comunitaria, la cual implica diálogo, capacidad de servicio, humildad, valoración de los carismas ajenos, disposición a dejarse a interpelar por los demás”, de modo que, como decía Tomás Bulat en este espacio “Nunca Más tiene que pasar la cantidad de muertos que la tormenta y la desidia se llevaron. Las catástrofes naturales son parte de la vida de los seres humanos. La capacidad de prepararse para enfrentarlas es lo que lo distingue”.
Todos sabemos que los presupuestos nacional, provincial y municipal tienen mucho para cubrir necesidades del presente, pero muy poco para prevenir gastos futuros, no tanto económicos, ya que en estos últimos 12 años la sociedad soportó sin grandes quejas un aumento de la presión tributaria en 12 puntos del PBI, como mínimo, sino los que generan irreparables pérdidas humanas y singular retraso frente a las economías vecinas que pujan por ingresar a un mundo con mejor calidad de vida para sus habitantes.
Las riquezas están. El viento de cola, aunque más atenuado, persiste, sólo falta replantear las políticas para que el país crezca de modo sustentable y sin atajos y, de una vez por todas, se atiendan las necesidades de los más carenciados, cuidando que no construyan ciudades precarias que pueden desmoronarse con incuantificables pérdidas humanas en las cercanías de autopistas, ferrocarriles y costa ribereña, ante las ahora previsibles acciones de la naturaleza.