Por: Daniel Sticco
En la última semana, el Indec dio a conocer los resultados preliminares y sintéticos de las cuentas nacionales y de balanza de pagos correspondientes al cierre del último año los cuales dieron cuenta de una brusca desaceleración del crecimiento del PBI y aceleración del endeudamiento del sector público con el resto del mundo. Se suman a la caída de los superávit gemelos: fiscal y externo.
En el primer caso se informó de un paupérrimo aumento del PBI de 0,5%, a partir del ya clásico artilugio de subestimar la suba de los precios de la economía, ya que se repitió por séptimo año, desde la virtual intervención del Indec, para poder mostrar una expansión del área de los servicios que posibilite contrarrestar la indisimulable contracción de la producción de bienes, principalmente del sector industrial y de la rama de la construcción.
Sin embargo ese vericueto estadístico no sólo es muy fácil de detectarlo, a través del Índice de Precios Implícitos en el PBI que también se informa con las cuentas nacionales, aunque ahora el camino resulta más tortuoso que lo que era lo habitual, por cambios de presentación y el bautismo de nuevas series del organismo, sino también corregirlo por la variación de precios que registró el promedio de las consultoras privadas, junto a algunas universidades y direcciones de estadística provinciales.
Así se llega a una recesión de 3,7%, la cual luce congruente con el comportamiento de los principales componentes de la denominada demanda agregada: el consumo de los hogares, la inversión bruta fija y las exportaciones, en este caso alineada con la retracción de las importaciones, en todos los casos en términos reales. La excepción fue el consumo del sector público.
Consistente con ese cuadro, que debilitó la recaudación de impuestos, pese que en los últimos tiempos se sumó a la presión tributaria tradicional y creciente en los tres ámbitos de Gobierno: nacional, provincial y municipal, el efecto de la inflación, para solventar un gasto público que se afirmó en el primer bimestre por arriba del 42% respecto del año previo, el Indec comunicó que la deuda pública externa se elevó en más de seis mil millones de dólares, algo más del 8%, para no recaer todo el peso del financiamiento del déficit fiscal en la emisión primaria de dinero, es decir en la inflación.
El creciente déficit fiscal y el paralelo aumento de la emisión de Letras y Notas por parte del Banco Central, para sacar del mercado gran parte de los pesos que emite para el Gobierno y atenuar la presión sobre los precios al consumidor, ha provocado un incremento de mayor magnitud de la deuda pública. Sin embargo ese dato se mantiene guardado por parte de la Secretaría de Finanzas, a cargo de Pablo López, ya que la última información disponible corresponde al 30 de junio de 2014, cuando la ubicaba en el equivalente a 128.500 millones de dólares, que se agregan a u$s77.700 millones con el resto del mundo contabilizados al cierre de diciembre próximo pasado.
Frente a esa realidad, los primeros pasos de política para el corriente año parecen concentrarse en que no se dispare la inflación del 30% y para ello Economía está dispuesto a sacrificar la meta de crecimiento que en el Presupuesto 2015 fijó en 2,8%, aunque seguramente sin admitir el estadio recesivo que se arrastra desde fines de 2012, como más aún la del desendeudamiento, con uso intensivo del canje de monedas con China, para apuntalar las reservas en divisas del Banco Central.