La guerra de las monedas

Darío Epstein

Los bancos centrales del mundo entraron en una fase que puede llamarse “la guerra de las monedas”, donde la intervención en los tipos de cambio se convirtió en una herramienta de uso común para poder impulsar sus economías, ante la debilidad de los mercados domésticos.

Hemos visto que la Reserva Federal estadounidense, el Banco de Japón, el Banco Popular de China, el Banco de Brasil y el Banco Nacional de Suiza han adoptado recientemente políticas monetarias expansivas para darle mayor competitividad a sus monedas e incentivar sus economías. Esta tendencia fue acrecentándose el año pasado y todo indica que continuará este año e incluso el próximo. Tanto la República Checa como el Banco de Suecia emitieron opiniones respecto a sus deseos de ver monedas más baratas y competitivas. Suiza lucha contra la apreciación de su moneda pero es un claro perdedor en esta batalla de los bancos centrales.

Hungría y Brasil, en cambio, devalúan porque saben que necesitan aumentar su competitividad para poder incrementar sus alicaídas tasas de actividad. Inglaterra ha logrado estabilizar su moneda alrededor de 1,6 por dólar y analiza su permanencia en la Eurozona.

Manipular una moneda es relativamente sencillo en el corto plazo si un banco central se decide a hacerlo, más si tiene mucho poder de fuego. Pero está por verse su impacto en el nivel de actividad. Una moneda barata es un factor más de los tantos que influyen en la actividad, pero no el único, por lo que el final permanece abierto.

El FMI rebajó las expectativas de crecimiento mundial y se aguarda otro año de caída para la Eurozona, revirtiendo el crecimiento de la última estimación. ¿Alguien puede imaginarse que el Banco Central Europeo se quedará con los brazos cruzados con un euro fuerte, recesión y desempleo?

Y los bancos centrales tienen pista libre por ahora para emitir. ¿La razón? No hay presiones inflacionarias que preocupen en el corto plazo y hay alto desempleo, por lo que es de esperar que continúen con sus políticas expansivas.

Los estímulos monetarios son tentadores a la hora de dar impulso a la economía, pero traen importantes riesgos aparejados, como ser la inflación y la creación de burbujas. Por eso, la confianza en la moneda juega un rol fundamental. Los inversores en busca de rendimientos más elevados asumen mayores riesgos, lo que podría desencadenar en nuevas burbujas. La inflación no ha llegado (aún), pero se detectan algunas burbujas como la inversión en bonos high yield (“basura”) de más de 15% el año pasado.

Al mismo tiempo estas “devaluaciones competitivas” que permiten exportar crisis son dinámicas, y los países perjudicados actúan en consecuencia. Por eso, las monedas deberían tender a normalizarse en función de parámetros macro, pero no en el corto plazo.

La depreciación del yen en los últimos meses es un claro ejemplo, en el que las expectativas de mayores estímulos llevaron a la moneda japonesa a mínimos de más de dos años frente al dólar. En este contexto, el yen japonés se ha debilitado registrando una caída de 13% en los últimos tres meses que afecta positivamente a los exportadores de ese país dado el incremento de la competitividad. Otros países, como Alemania y China miran de reojo.

Para actuar, se debe demostrar que la economía se muestra débil y que los precios al consumidor permanecerán bajos en el corto plazo. ¿Es el caso de la Eurozona? A nuestro entender, sí. El euro está en un nivel peligrosamente alto, dado el impulso que registró luego de que el BCE devolvió la confianza a los mercados tras el anuncio de la compra de bonos soberanos. En los niveles actuales, el euro sólo beneficia a Alemania, el único país de la Eurozona que tiene ventajas competitivas ajenas al tipo de cambio, sumado a un superávit de balanza de pagos, pero que igualmente está mostrando debilidad. Pero difícilmente veamos a corto plazo una actitud política tendiente a debilitar la moneda común a juzgar por los comentarios de los responsables de aplicar la política monetaria: Mario Draghi señaló que el tipo de cambio real estaba cerca de su media de largo plazo y el resto de los funcionarios del BCE no verían al euro como algo que pueda ser manipulado para obtener réditos económicos. Van a defender la moneda común como sea y este compromiso se traduce en confianza de la durabilidad de la unión monetaria, fortaleciendo al euro con respecto al dólar. ¿Continuará en el 2013 su fortaleza? Creemos que el débil crecimiento apoya un debilitamiento del euro, pero dependerá de decisiones políticas.

Los bancos centrales están actuando para debilitar sus monedas, y Latinoamérica no sería la excepción, tal como es el deseo de Brasil por ejemplo, que no tuvo un buen 2012 y que atendió un poco más los reclamos de los industriales de San Pablo. Colombia, Chile, Perú y Uruguay son otros países que se deberían sentir molestos con la reciente apreciación de sus monedas. Ni hablar de Argentina: su tipo de cambio real se sigue fortaleciendo.