Por: Darío Epstein
La dicotomía entre la austeridad y las medidas expansivas como recetas opuestas para normalizar a una economía alicaída no es nueva. Desde la crisis financiera global de 2008/09, el pensamiento económico parece haberse dividido en dos grandes grupos. Por un lado, están quienes remarcan que los problemas presupuestarios son una traba para el crecimiento y que las medidas de austeridad se hacen necesarias para volver a la senda de un crecimiento sustentable. Por otro lado, están quienes consideran que los gobiernos deben extender sus niveles de gastos para así estimular la demanda y fortalecer el crecimiento. Ello sucede en países altamente endeudados y participes de una moneda común que cedieron la posibilidad de establecer políticas económicas.
Europa sigue en el centro del debate. Varios gobiernos asumieron con una promesa electoral de menos impuestos y más gastos, pero que en la práctica terminaron aplicando viejas recetas de mayor austeridad fiscal (es el caso de Rajoy en España).
Veamos el ejemplo de Francia, que dista mucho de estar en una situación ideal. Luego de un año en el cargo, Francois Hollande posee hoy una imagen positiva de apenas el 15% de sus ciudadanos. Ello está relacionado al descontento de los franceses respecto a las políticas actuales del gobierno y la debilidad mostrada por la economía, tema que siempre termina definiendo las elecciones. En su campaña electoral dejó entrever que no iba a haber austeridad y las medidas adoptadas fueron bastante diferentes a sus promesas. El desempleo alcanzó un nivel récord en abril y la deuda pública alcanzaría un 94% del PIB este año, todo en un marco de una economía debilitada: la Comisión Europea espera una contracción del 0.1% para 2013.
Si el objetivo de Francia es reducir el déficit fiscal a 3% del PIB este año, las medidas adoptadas serían contraproducentes, volviendo el fantasma de una posible recesión. A pesar de esto, el gobierno francés se embarcó en una serie de medidas de austeridad y ajuste, haciendo caso a las recomendaciones de Alemania y la UE.
Para Francia, no es lo mismo encarar medidas de relajación fiscal, (porque no puede manejar por sí solo su política monetaria por estar en el Euro), desde la fortaleza que desde la debilidad, con desempleo creciente y la economía estancada y en donde el déficit rondará aproximadamente el 3,9% del PIB para este año y del 4,2% para 2014.
Recordemos que Hollande llegó a la presidencia como un candidato en contra de la austeridad, pero las decisiones adoptadas por su gobierno no estuvieron en línea con su plataforma electoral. Hollande pide tiempo para que los resultados de las medias adoptadas comiencen a verse y manifestó su deseo de que en su segundo año de mandato se materialicen dichos resultados.
El ministro de Finanzas francés ya declaró el fin de la era de austeridad en ese país, luego de que Alemania se mostrara más flexible respecto a la postergación de dos años en el plazo para alcanzar los objetivos de déficit, dado que la austeridad representa una traba para el crecimiento. Pero algunos legisladores alemanes están ejerciendo presión contra el otorgamiento de esa prórroga. Incluso el nuevo secretario del Tesoro de EEUU ha recomendado a Europa un equilibrio entre austeridad y expansión.
Francia aún no muestra la fragilidad de España e Italia, pero está más lejos aún de la firmeza de su vecina Alemania, en un punto intermedio. Es por ello que los bonos franceses también han registrado buenos resultados y rendimiento históricamente bajos.
Entendemos que por, el momento, los riesgos de fragmentación de la Eurozona son bajos y el francés es un mercado líquido dentro de la región y cuyos problemas no llegan a ser los de los países vecinos.
En síntesis, hoy no existe una receta única que permita la recuperación de la Eurozona de forma sostenida, sino que se ha transformado en una enorme sala de experimentos. Ante la cruda realidad, la corriente de las medidas de austeridad fue dejando adeptos en el camino a juzgar por la profundización de la recesión en la Eurozona y votantes bastantes disconformes. En Europa hay una renovada tendencia a flexibilizar las metas de déficits, algo que afectará a corto plazo los mercados accionarios, de no mediar otras medidas monetarias, que dependen de la visión del banco Central Europeo, que se va quedando sin herramientas.
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