Por: Domingo Cavallo
Lamentablemente, Grecia se vio obligado a imponer un corralito. Esto ocurre en cualquier lugar del mundo cuando los bancos se quedan sin liquidez en billetes de la moneda con que se manejan. Para evitar el corralito deberían haber llegado a un acuerdo ordenado con la Troika sobre la deuda Griega. Hasta aquí esa solución ordenada no se consiguió, en mi opinión, más por culpa del gobierno griego que de el FMI, el ECB (Banco Central Europeo) y la Unión europea.
Pero ahora, para evitar una tragedia, tanto los griegos como la Troika tienen que evitar que el corralito se transforme en un corralón. Es decir, tienen que evitar que Grecia se vea obligada a transformar compulsivamente depósitos y préstamos bancarios en dracmas. Si ello ocurre, los ahorristas griegos que no lograron sacar sus euros del país o que no tienen sus ahorros en euros billetes, perderán un gran porcentaje de sus depósitos, tal como los perdieron quienes tenían depósitos en dólares en Argentina en enero de 2002, cuando Duhalde decidió pesificar compulsivamente.
Si los griegos y Europa permiten que el corralito se transforme en corralón, los griegos van a sufrir un ajuste fiscal y una caída de los salarios reales mucho mayor a la que se estaba produciendo a causa de la austeridad impuesta por la Troika. Grecia volverá a ser una economía con alta inflación y muy inestable. Además, Europa recuperará poco o nada de los 240 mil millones de euros que Grecia le debe. Es probable que en caso de que el corralito se transforme en corralón, Grecia termine dejando la Unión Europea y entrando en la órbita geopolítica de Rusia.
Ojalá esta terrible perspectiva lleve al gobierno griego y a Europa a evitar que ello ocurra. Las expresiones de la directora del FMI, Christine Lagarde -completamente distintas a las que hizo en 2001 Horst Köhler, el entonces titular del organismo internacional, cuando en Argentina nos vimos obligados por las circunstancias a imponer el corralito- parecen orientadas a ayudar a que exista una salida ordenada del problema de la deuda griega con Europa y que las restricciones a la extracción de euros de los bancos se puedan remover con Grecia siguiendo en la Eurozona y en la Unión Europea. Puede que la triste experiencia Argentina, a pesar de la muy mala interpretación que hacen algunos economistas norteamericanos y locales de las supuestas bondades del corralón, no cometan el trágico error que el gobierno argentino cometió en enero de 2002.
Las perspectivas de estabilidad, recuperación y crecimiento sostenido de Grecia son mucho mejores si evitan que a las restricciones a la extracción de euros le siga la dracmización de la economía Griega. El pueblo griego parece intuir que la reintroducción del dracma no va ayudar sino que provocará una muy injusta redistribución de riqueza y que costará muy caro en términos de la calidad de vida en el país donde nació la democracia. Si se hace el referendum el próximo domingo, apuesto a que la gente votará porque haya una solución ordenada y Grecia continúe en la Eurozona y en la Unión Europea.
No evitarán seguir haciendo austeridad, pero habrán evitado una verdadera tragedia. En caso de errar, “tragedia griega” ya no será un género teatral de la Grecia Antigua sino una dolorosa realidad del país helénico del siglo XXI.