Lo más notorio de los cambios realizados en el gabinete económico en los últimos días es el desplazamiento de funcionarios cercanos a Amado Boudou, encarnados en la figura del saliente ministro Hernán Lorenzino, y la confirmación de una tendencia hacia la exclusión del vicepresidente en las decisiones económicas de importancia para el Gobierno.
Es verdad que Lorenzino estará a cargo de la llamada Unidad Ejecutora de Reestructuración de la Deuda Pública, lo cual, en la interpretación de parte de la prensa, implica que su rol seguirá siendo el mismo. Sin embargo, la pregunta clave es si Lorenzino tendrá suficiente poder en las negociaciones que deba llevar a cabo de forma mínimamente autónoma respecto de la nueva conducción del Ministerio de Economía, a cargo Axel Kicillof.
Por su parte, la salida del secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, significa que el nuevo titular del Palacio de Hacienda tendrá una capacidad de decisión propia que sus antecesores en la administración de Cristina Fernández de Kirchner no habían podido mostrar. Más allá de compartir ciertas visiones acerca del rol del Estado, ciertamente Moreno y Kicillof no eran dos decisores compatibles a largo plazo.
Una de las preguntas que surgen ahora tiene relación con qué actitud tomará el nuevo ministro respecto de los problemas que el secretario de Comercio Interior había generado en su gestión, especialmente, con respecto del INDEC.
Si bien en los años previos a su acercamiento al Gobierno los informes elaborados por Kicillof como director del Centro de Estudios para la Planificación del Desarrollo (CEPLAD) fueron críticos con la situación del instituto, la duda que aparece es si buscará cambiar el modo de trabajo del organismo o si quienes ingresaron en la gestión de Ana María Edwin y Norberto Itzcovich tendrán alguna capacidad de resistirse a posibles modificaciones.
Restan por definirse algunos temas importantes de corto plazo como la “reforma” del régimen cambiario y la posibilidad de un desdoblamiento oficial del mercado de divisas extranjeras. Desde el punto de vista de los antecedentes académicos de Kicillof no parece sencillo encontrar demasiados puntos de contacto sobre la cuestión y sus investigaciones más reconocidas producidas en años anteriores.
Sin embargo, no sería descabellado pensar en la posibilidad de que se intensifique la influencia de funcionarios gubernamentales en las decisiones de grandes empresas en la medida que Kicillof o su equipo económico considere pertinente una acción concreta con vistas a reducir la chance de una recesión a corto plazo. En tanto, en el caso de las compañías energéticas el objetivo sería reducir el gap de importaciones.
Otra incógnita final se relaciona con el nombramiento de un nuevo presidente del Banco Central (BCRA), Juan Carlos Fábrega. Quienes más lo conocen coinciden en afirmar sus disonancias de opinión de política respecto de los pensamientos del flamante ministro o, en su momento, de Guillermo Moreno. De ser ciertas esas sospechas no es improbable un potencial conflicto entre la entidad monetaria y Kicillof.