Por: Federico Gaon
En septiembre de 1979, Oriana Fallaci entrevistó al ayatolá Ruhollah Jomeini en la ciudad iraní de Qom. La entrevista duró seis horas y, en determinado momento, haciendo gala de su carácter aguerrido, la polémica periodista italiana se quitó el chador que tenía puesto y se lo tiró en la cara al líder de la Revolución islámica. Fallaci simplemente no podía tolerar que la mujer fuese privada de su personalidad o de su independencia por clérigos obtusos y por las políticas de un “fanatismo fascista”. Enojada con Jomeini, Fallaci estalló y sentenció: “Ya mismo me voy a sacar este trapo estúpido y medieval”.
¡Vaya si Fallaci estuviera viva! El 25 de noviembre, Hassan Rouhani, el presidente iraní, aterrizó en Italia para dar inicio a una gira europea. Para no ofender a su huésped, la delegación italiana decidió cubrir los desnudos de las estatuas expuestas en los museos capitolinos de Roma. Aunque Rouhani aseguró que él nunca pidió tal cosa, agradeció a los italianos por “hacer todo lo posible para que sus huéspedes estén cómodos”. Según la prensa italiana, fuentes extraoficiales indicaron lo contrario, pero de cualquier forma el caso tiene la misma gravedad. Las estatuas fueron tapadas con paneles de cartón y cajas de madera contrachapada. Además, los ceremonialistas italianos decidieron agasajar a la delegación iraní absteniéndose de servir vino.
Si estuviera viva, Fallaci, quien en los últimos años de su vida se caracterizó por denunciar los excesos del islam, seguramente hubiera publicado una durísima columna en el Corriere della Sera. Lo cierto es que el tradicional proverbio ha sido desestimado. Ya no es: “Cuando en Roma, haz como los romanos”, pero más bien: “Cuando en Roma, haz como los islamistas”. Se trata de un hecho simbólico que, sin embargo, resuena bastante por los medios italianos. Mientras que el personal de ceremonial y protocolo lo interpretó como un gestó diplomático acorde, gran parte de la opinión pública lo sintió como nada más y nada menos que una capitulación. Una derrota autoinfligida frente a las mismas normas fanáticas que sacaron de quicio a Fallaci durante su entrevista con Jomeini.
En contexto, la gira de Rouhani se produce tras el levantamiento de las sanciones económicas que pesaban sobre Irán. El presidente persa ya se reunió con el premier italiano, Matteo Renzi, con el papa Francisco y con el presidente galo, François Hollande. Busca alcanzar acuerdos económicos para reactivar la maltrecha economía de su país, y hasta ahora viene teniendo éxito. Ya firmó acuerdos comerciales por miles de millones de dólares.
En mi opinión, decir que la censura de las estatuas en la capital italiana representó un error de juicio no hace a la verdad. Más que una falta, aunque seguramente bien intencionada, fue un acto de plena cobardía. Con justa razón, un escándalo; fue como si las autoridades italianas le hubieran dado la espalda al patrimonio y a la herencia cultural de su nación. Como sugiere una viñeta del caricaturista italiano Walter Leoni, antes que haber cubierto las estatuas, la solución lógica hubiera sido haberle cubierto la cabeza a Rouhani con una bolsa de papel. Es decir: “Si no le gusta lo que ve, váyase”.
Me permito citar a un amigo español pintor, Enrique Schiaffino, cuyas palabras representan mi opinión a la perfección. En referencia a Renzi, Enrique escribió: “Este señor que fue alcalde de Florencia, ciudad que osó mostrar al David desnudo en su plaza principal durante siglos, ahora se arrodilla ante el nuevo Savonarola y prostituye la cultura de su país. Una vergüenza; una vez más la autocensura de la libertad que ejercen algunos desde el puñetero relativismo cultural”.
En su defensa, Matteo Renzi se desentendió de la decisión y, en cambio, acusó al jefe de ceremonial por no haberlo consultado previamente. No obstante, resulta curioso que el primer ministro no se haya enterado de los arreglos antes del inicio de la ceremonia diplomática. Si se permite la expresión criolla, parecería que Renzi quiere “salvar las papas” ahora que el embrollo ha desatado un escándalo nacional.
Vale recordar que, al viajar a los países musulmanes, las funcionarias europeas son instruidas a usar el velo y a respetar el código de etiqueta y vestimenta que rige en tales destinos. ¿Por qué no existe un trato recíproco? En Roma, los ministros iraníes deberían adaptarse a las formas occidentales y no viceversa. Sin embargo, tal como lo reportó la BCC, muchos iraníes se volcaron a las redes sociales para responderles a sus autoridades con sarcasmo. Algunos incluso expresaron enojo frente al hecho de que los italianos hayan cedido frente al establecimiento clerical. En este sentido, siempre vale tener presente que la iraní es una sociedad educada, con una importante clase urbana y una cultura milenaria, que precede a la venida del islam. Pese a las consignas de la Revolución islámica, al día de hoy los analistas indican que la iraní es una de las sociedades más occidentalizadas e intelectualmente activas de Medio Oriente.
En cualquier caso, gracias a la repercusión de las estatuas italianas censuradas, parece ser que los franceses no están dispuestos a cometer el mismo error. El 27 de enero, un almuerzo diplomático entre Rouhani y Hollande fue cancelado, luego de que el Palacio del Elíseo se negara a servir carne halal y a quitar el vino de la mesa. Quizás los ceremonialistas franceses se hubieran comportado igual que sus contrapartes italianas, pero sirviéndose del mal ejemplo de las segundas, decidieron aclarar que no habría concesiones culturales y que la gastronomía en cuestión sería francesa. Al no encontrar una solución, los galos ofrecieron un desayuno, pero los persas se negaron al alegar que esto era “demasiado barato”.
La capitulación cultural de Italia no debe dar paso a la capitulación de la cultura occidental. Ceder frente a las exigencias de los clérigos trasmite un mensaje de debilidad peligroso, que muchos islamistas europeos utilizan para alentar la supresión de las normas culturales europeas. Por ello, sería conveniente que los italianos recordaran este último 25 de enero como un día infame, que nunca más debe repetirse.