El pasado 9 de mayo se cumplieron diez años de la reglamentación de la ley 1854, de basura cero, en la ciudad de Buenos Aires, sancionada ante el inminente colapso de la solución de disposición final de los residuos en rellenos sanitarios de la provincia de Buenos Aires, sin alcanzar aún los resultados esperados.
El dato que sigue es el incumplimiento de la normativa vigente y la falta de previsión en relación con los objetivos planteados. Es decir, que todavía no se ha logrado resolver la problemática del tratamiento integral de la basura, una cuestión pendiente, pero poco atendida probablemente por la conjunción entre falta de decisión política y cultura de cuidado del ambiente basada más en un esfuerzo doméstico que en un acompañamiento por parte del Estado.
Seguramente la vertiginosidad de nuestros días nos lleva a pasar por alto un acontecimiento de estas características, que tiene que ver con el necesario control ciudadano de las responsabilidades asumidas por el Estado. Pero dicho olvido no puede ni debe justificarse, sino convertirse en un verdadero llamado de atención en relación con el papel que puede tener la comunidad para que las políticas públicas tengan mayor efectividad (es decir, satisfagan necesidades) y lleguen a buen puerto en tanto auténticas políticas de Estado.
La ley vigente, que ya tiene diez años, estableció metas concretas y progresivas para la reducción de los residuos que llegan a disposición final, e indicó asimismo pautas claras para el manejo integral de los residuos sólidos urbanos, con el objeto de proteger el ambiente y la calidad de vida de los porteños.
Sin embargo, las primeras metas de reducción de residuos establecidas por dicha norma (30% para el 2010, 50% para el 2012) resultaron incumplidas. El horizonte de un año, 2017, con una reducción de 75% en los residuos que se envían a rellenos, más un 2020 con la prohibición de disposición final de materiales reciclables y aprovechables, parece de imposible cumplimiento a la luz de las políticas desarrolladas.
Se han hecho esfuerzos durante los últimos años pero no han sido suficientes. Se celebraron contratos con cooperativas de recuperadores urbanos y se procedió a la apertura de centros verdes en diversas comunas, pero continúan siendo notorios los déficits en materia de recolección selectiva y diferenciada, lo que además es fundamental para las posibilidades de su posterior recuperación y reciclado.
Aquí vuelve a hacerse presente la cuestión cultural, esa cultura ambiental que ya tienen incorporada los más chicos y algunos grandes, pero que debe extenderse a toda la comunidad para acompañar las políticas impulsadas por el Estado.
Tenemos la experiencia de la importante puesta en funcionamiento de la planta de tratamiento mecánico-biológica o la planta de tratamiento de áridos, inaugurada en 2013, que ha contribuido al objetivo de reducción.
En la ciudad se siguen generando aproximadamente cinco mil toneladas diarias de residuos: sólo el 30% tiene un tratamiento correcto, y el resto se entierra en los rellenos sanitarios del conurbano bonaerense. Al año, se está generando así la friolera de 1,5 millones de toneladas de residuos sólidos.
Este año, el jefe de Gobierno se ha fijado el compromiso de duplicar la cantidad de basura que se recicla en la ciudad para 2019. La promesa contempla hacerse efectiva mediante un plan de separación en origen, junto con un servicio de recolección puerta a puerta, el renovado papel de las campañas reciclables, la ampliación de puntos verdes y la captación de nuevos generadores especiales, para pasar de recuperar cuatrocientas toneladas diarias a ochocientas toneladas de material reciclable.
Como contrapunto a esos anuncios, la diputada Inés Gorbea, presidente de la Comisión de Ambiente de la Legislatura porteña, destaca la necesidad de extender contenedores distintos para los dos tipos de residuos, para que el esfuerzo de separación de los vecinos no termine mezclado en el camión, pero al mismo tiempo sostiene: “Desde 2011 se viene anunciando la doble contenerización, pero no se ha avanzado en fortalecer a las organizaciones que nuclean a los cartoneros: ellas son las que tienen a su cargo las tareas de recolección diferenciada y de separación de materiales en toda la ciudad. Y para semejante tarea han tenido un escaso apoyo efectivo en estos ocho años: necesitan herramientas, equipos, instalaciones y un apoyo técnico constante, del que normalmente han carecido. Sin embargo, nada de esto aparece en los anuncios”.
El problema de la basura necesita una estrategia con visión integral, con la participación activa de la ciudadanía y con ideas sobre cómo producir cada vez menos basura. El avance tecnológico es diario, por lo que es inevitable que los productos de hoy queden desactualizados mañana. Es así que, por ejemplo, se va hacia políticas de responsabilidad extendida del productor.
El Consejo Económico y Social de la Ciudad de Buenos Aires (CESBA) es una organización consultiva formada por distintas organizaciones que articula consensos y tiene como objetivo brindar recomendaciones que hagan a una mejora en la calidad de vida de los porteños.
En este marco, hemos iniciado una nueva etapa donde estamos generando nuevos espacios y herramientas para hacer visibles los niveles de calidad de vida de los porteños y para el seguimiento y el control de las políticas públicas, como el tratamiento de los residuos y el cumplimiento de la ley de basura cero, para vivir mejor en Buenos Aires.