¿Recaudación o soberanía?

Fernando Morales

Si fuera economista seguramente entendería fácilmente por qué es posible que el Estado nacional efectúe percepciones de ganancias y bienes personales sobre los gastos que realizan los ciudadanos y no sobre los ingresos. Pero soy un simple marinero.

Si fuera economista, también comprendería por qué, si la resolución de la AFIP extendida ahora a los paquetes turísticos dice que la percepción se aplica sobre compras efectuadas en moneda extranjera, un pasaje en micro a Paraguay, comprado a una empresa argentina y pagado en Argentina y en pesos, tiene un recargo del 20%. Pero soy un simple marinero.

También podría entender por qué una familia que hace un modesto viaje en una de esas lanchas del Tigre y viaja hasta Carmelo estaría haciendo ostentación de poder adquisitivo y merece tributar a cuenta de bienes personales que seguramente no tiene. Pero como lo dije reiteradamente lo mío es el agua y no los números.

Sin embargo hay un aspecto que, al margen de no entenderlo, me hace ruido en la cabeza desde hace varios días. La AFIP resolvió grabar con el 20% los pasajes, paquetes y gastos de argentinos en las Islas Malvinas, según informaron los medios de comunicación.

La resolución expresa que no se puede exceptuar a esta porción de suelo patrio (porque es suelo patrio, ¿no?) porque los gastos que allí se realizan se hacen en moneda extranjera y que la norma no puede atender cuestiones geopolíticas o estratégicas.

Dejando de lado que -como creo entender- ir a Colonia en un barco de bandera argentina y no mediando pago en divisa alguno hoy tributa un recargo (a cuenta), hasta qué punto una autoridad fiscal puede atentar contra 180 años de reclamos en defensa de nuestra soberanía y cómo haremos para explicarle a un veterano o al familiar de un caído que para el fisco las Malvinas no son Argentinas.

Es entendible que a la hora de tomar una medida de alta incidencia en el bolsillo de los consumidores y en medio de un clima de desbande cambiario no se haya tenido tiempo de separar la salida de divisas para atender los gastos originados en crucero de lujo en el Mediterráneo de una excursión de fin de semana a Colonia (ROU), y que tampoco se haya podido discernir entre un pasaje en avión al Caribe de uno en micro a Asunción contratado por un obrero de la construcción que tiene a su madre enferma del otro lado de la frontera.

Pero Malvinas…, Malvinas es otra cosa.

Malvinas aún tiene la sangre de nuestros muertos fresca, y los que volvimos ilesos (como en mi caso), heridos o mutilados pero vivos, aún mantenemos muy firme el consuelo que implica haber arriesgado la vida por defender un pedazo de la Patria.

No es sensiblería barata, es una cuestión de pura lógica. ¿Cuál puede ser el movimiento de pasajeros a Malvinas ? ¿Cuál el nivel de gastos en las Islas (no hay shopping , ni grandes cadenas de electrodomésticos , ni concesionarias de autos de alta gama, sólo ovejas , viento, frío y algún que otro recuerdo típico. ¿Creen realmente nuestras autoridades impositivas que Malvinas como destino turístico puede acrecentar la imparable fuga de divisas?

Si la preocupación fuera por las eventuales compras hechas en Puerto Argentino (¿me permite el fisco llamarlo así?), la solución es simple: basta con aplicar el mismo régimen que se utiliza cuando uno hace un gasto en Ushuaia y que tributa impuesto al ingresar al territorio continental por tener la ciudad austral un tratamiento impositivo diferencial. Para el resto de los gastos en los que un eventual turista pueda hacer en las Islas el Estado argentino tendrá que evaluar qué es más conveniente; si resignar una ínfima porción del nuevo régimen de percepción impositiva o crear un peligroso antecedente que sin lugar a dudas será usado por el gobierno inglés a la hora de intentar demostrar que la propia Argentina le da a las Islas el trato equivalente al que le da a cualquier otro país.

Si de por sí la medida adoptada es poco feliz, también lo es el momento elegido: la época del año en que muchos familiares de caídos organizan la visita a las tumbas de sus seres queridos, que no murieron esquiando en la cordillera ni practicando turismo aventura en el lejano sur, murieron en una guerra cruel, desigual y tremenda por la defensa de nuestra soberanía precisamente sobre esta tierra fiscalmente extranjera.

¿Cuanto esfuerzo les costará a los hoy ya ancianos padres de cualquier soldado conscripto, cabo o marinero de 1982, juntar peso por peso el importe equivalente al pasaje para ir a llevar un rosario, rezar una plegaria o simplemente llorar frente a una tumba que suponen es la de su hijo?

No llegaran en jets privados, ni se alojarán en un hotel cinco estrellas ni comerán caviar… Van a exteriorizar angustia, pena, tristeza, no riqueza.

Está dicho y está claro: “nunca es triste la verdad; lo que no tiene es remedio”. A nuestras autoridades les pido, demostremos que tal vez esta triste realidad aún se puede remediar.

“TRAS UN MANTO DE NEBLINA NO LAS HEMOS DE OLVIDAR,

LAS MALVINAS ARGENTINAS CLAMA EL VIENTO Y RUGE EL MAR”