“…Hoy, 2 de abril, hemos comenzado con la actitud de recuperar las Malvinas y toda su zona de influencia y ya flamea la bandera Argentina en nuestras islas…”
La frase pronunciada por Leopoldo F. Galtieri, desde el balcón de la rosada y frente a una plaza colmada de gente, resultaba increíble. Vista desde la comodidad del living de mi casa sonaba tan estremecedora como (salvando las distancias en todo aspecto) lo fue el “ habemus Papam” que aún nos arranca lágrimas.
Por cierto, la diferencia entre ambos hechos fue que, a pocas horas del anuncio del ex general, una llamada telefónica me indicaba que no podría seguir viendo el devenir de los acontecimientos por TV. Esa misma noche zarpaba hacia Puerto Argentino.
La guerra , y tal vez la vida misma, se apoya en tres pilares: Estrategia, Táctica y Logística.
La primera refiere al fondo del asunto, a lo que se quiere hacer o lograr, a lo que el líder o conductor imagina como resultado final de la acción. La segunda apunta directamente al cómo hacerlo, cómo actuar en el terreno en forma concreta para que aquello que imaginó el estratega se cumpla. La tercera refiere particularmente al “con qué”, es decir, a la provisión de todo aquello necesario para llevar adelante la operación militar (desde tropas y armas hasta gasas, víveres, material de entretenimiento y una larga lista de etcéteras).
Las películas bélicas suelen ser el único contacto de la mayoría de las personas con la guerra. Por ellas creemos saber cómo puede ser una batalla o las cosas por las que atraviesa el soldado; obviamente montado con cinematográfica espectacularidad. Pero la guerra es otra cosa, algo tan tremendo sobre lo que seguramente no estoy calificado para opinar.
Lo cierto es que a 31 años de la guerra de Malvinas, la mayoría de los argentinos no ha tenido ni el tiempo ni el material necesario para comprender acabadamente lo que atravesaron miles de argentinos y un puñado de argentinas que cumplieron tareas relacionadas con alguno de esos tres vectores principales a los que nos referimos en los párrafos anteriores.
¿Es la guerra cosa de militares? Definitivamente no. Los militares van al frente, pero en la guerra están los países en forma integral.
De hecho, los militares no van al frente solos, es casi imposible que pudieran ir solos. Es así que la gesta de Malvinas involucró a casi mil civiles que tomaron activa participación en tareas de logística y de una rama muy particular de la que se nutren la táctica y la estrategia: las tareas de inteligencia.
Una veintena de buques mercantes, personal del correo, de vialidad nacional, pilotos civiles, instrumentadoras quirúrgicas, radioaficionados, médicos civiles, sacerdotes y personal de Prefectura Naval y Gendarmería completaron, entre el 2 de abril y el 14 de junio de 1982, el escenario de aquella guerra. De los 649 muertos , 16 fueron marinos mercantes y 2 tripulantes civiles del crucero General Belgrano.
Bajo el régimen general de “Veteranos de Guerra” o de “ex combatientes” han quedado englobados todos aquellos que cumplieron las condiciones exigidas por la ley respecto a diferenciar a quienes se les daría tal reconocimiento y a quienes no.
El soldado más aguerrido y aquel civil que transportaba los víveres o las municiones desde el continente hasta las islas, se engloban bajo un mismo y genérico denominador común. No está mal que así sea, ya que la guerra es una larga cadena de sucesos eslabonados entre sí. Si el buque mercante no lleva víveres al combatiente, éste muere de hambre o se rinde. Y si el enemigo puede hundir el buque que transporta esos víveres, lo hará sin dudar porque obtendrá el objetivo de hacer rendir al enemigo un costo de vidas mucho menor (es políticamente incorrecto, pero decir otra cosa es negar la realidad de la guerra).
Con nuestro habitual pensamiento mágico, y como a veces no nos gusta aceptar la realidad, fuimos como sociedad muy uniformes a la hora de determinar que la guerra “era en el sur”; allá donde el enemigo dijo que había un circulo de exclusión. En el resto del país no pasaba nada, la Argentina no estaba toda en guerra. Hasta incluso determinamos que una de las condiciones para ser veterano de guerra era precisamente haber estado dentro de ese círculo geográfico de belicosidad.
También, en sintonía con este pensamiento, solemos hablar del hundimiento del Belgrano como un crimen de guerra. Sostuvimos siempre que “el barco estaba fuera de la zona de exclusión unilateralmente dispuesta por el Reino Unido”. Los invito a preguntarle a un ex tripulante del crucero lo que piensa de ese criterio, pero prepárense para una dura respuesta.
Un crucero militar, de un país beligerante, navegando con su dotación militar completa. Es literalmente un arma y el enemigo trata de neutralizar las armas del oponente. Algo básico en cualquier contienda. No suena lindo y ya imagino a algunos comentaristas furiosos respondiendo a pie de página, pero es así. No porque yo lo diga sino porque la Argentina estaba toda enterita en guerra; de norte a sur de este a oeste y además con una potencia militar de primer mundo.
Esta negación de la realidad nos ha llevado a generar una particular situación para una buena parte de ciudadanos que desde hace años protestan con mayor o menor grado de agresividad por lo que consideran sus derechos y que son denominados convocados no movilizados o soldados continentales o alguna otra cosa por el estilo.
No podemos soslayar que dado el interesante valor que han alcanzado las pensiones de guerra, los reclamos se han potenciado y que incluso han aparecido “amigables gestores” que alimentan el fuego de la protesta prometiendo resarcimientos suculentos por las demoras del Estado en reconocer a estos “ ex combatientes”. Desde aquí, mi mayor desprecio a los que juegan con la ilusión de la gente, sean jubilados, ex soldados o lo que fueren.
Pero es cierto que no se puede prolongar más este lastimoso espectáculo casi diario de ver a ex soldados semi uniformados, acampando en la plaza de Mayo o protagonizando marchas violentas frente al ministerio de Defensa, pidiendo un reconocimiento militar que desemboca inexorablemente en una pensión de guerra.
¿Podemos pretender sentarnos a negociar con nuestro ex enemigo la cuestión de fondo, si aún no podemos finalizar la guerra interna post Malvinas?
Quien disparó el cañón es combatiente, quien le proveyó el proyectil también, quien lo esperaba en la retaguardia con comida caliente y medicina también y quien lo confortaba espiritualmente lo mismo. ¿Y aquellos que efectivamente desde el continente alistaban esas armas, o preparaban los pertrechos? ¿Cual es el corte, quién lo determina y en base a qué parámetros ?
Algún funcionario del área de Defensa podrá presuroso responder: hay no una, sino varias leyes que definen este tema. Pues bien, por lo visto estas leyes no han servido y han permitido interpretaciones que han incrementado el padrón de veteranos rentados a lo largo de los años. Y de acuerdo a las distintas interpretaciones que han dado a las mismas distintas administraciones
Lamentablemente, todo quedará reducido a una cuestión presupuestaría, en este caso honor es igual a mayor gasto público, si no hubiera pensión no habría protesta, pero la pregunta y la consecuente discusión que seguro se abrirá a continuación es: ¿vamos a dejar que sea la vejez y muerte de los protagonistas las que terminen con el reclamo? Si es así, habremos perdido la guerra por segunda vez.
A 31 años de Malvinas: gloria para los caídos, gratitud eterna para los que regresaron al continente y solución (la que sea) para una porción de argentinos que quedaron en el limbo de la burocracia.