Los recientes movimientos en las áreas de defensa y seguridad, si bien no presuponen un cambio sustancial en ninguna de las dos, han despertado, como es lógico, una (por decirlo de alguna manera) sensible curiosidad por parte del personal militar, policial y civil dependiente de ambas; en especial en los niveles superiores de conducción, ya que éstos son los que deberán tratar a diario con los nuevos funcionarios, a los que en su mayoría desconocen, más allá del trato protocolar que pudieran haber tenido con ellos.
Como ya sucedió en el recambio anterior, parecería ser que lo que se descarta en defensa es derivado a seguridad (Garré cumplió el mismo camino antes de ser “invitada” a renovar su pasaporte y sacar pasaje de ida a EEUU). Esta situación ha vuelto a recalentar las líneas telefónicas entre policías y militares, con diálogos que invariablemente terminan con la misma pregunta: “Che, y éste… ¿qué onda?”.
El ingeniero Rossi no llegó a defensa con un pan debajo del brazo pero sí con un decreto de unificación de las obras sociales militares y policiales (Prefectura y Gendarmería comparten obra social con Armada y Ejercito, respectivamente). A falta (gracias a Dios) de una guerra, en algo había que entretener al personal y vaya si lo consiguieron. Como siempre, los decretos genéricos dejan más dudas que certezas y el que nos ocupa hace consideraciones basadas en el sistema de salud de los uniformados pero nada aclara sobre las otras prestaciones sociales militares, que incluyen aspectos relacionados con el turismo, la recreación y otras. Hoy por hoy nadie tiene en claro dónde, cuándo o cómo será atendido y qué servicios seguirá manteniendo (vale aclarar que los beneficios sociales alcanzan por igual a personal militar y civil y que se financian con el aporte que los trabajadores civiles y militares realizan, que alcanza al 6% de sus haberes).
La actividad de asistencia social de las FFAA y FFSS además se complementa con otras estructuras que debieron armarse bajo la forma de fundaciones, para paliar los déficit presupuestarios originados básicamente por el estancamiento salarial formal de los sueldos castrenses y policiales. el que a su vez mantuvo constante durante mucho tiempo el aporte salarial a la obra social y también el correspondiente a “la patronal” (el Estado nacional).
Pero ingresando en las funciones específicas de la defensa nacional, se vislumbra al menos una continuidad de estilo en materia de designaciones: primero fueron los Garré (Nilda y su hermano), luego los Puricelli (Arturo, su hijo y su sobrino) y ahora los Rossi (ministro y primo jefe de asesores). Para ser justos digamos que el agrimensor Rossi (primo del ministro) ya estaba en el ministerio desde hace años.
Luego de años de ser conducida la defensa nacional por abogados, llegó el turno de los ingenieros, lo que si bien puede presuponer un esquema mental más rígido también augura que cuando los militares expliquen cuestiones técnicas tales como los motivos por los cuales se hunde un barco, o la sustentabilidad aerodinámica de un avión o la necesidad de comprar combustible para que los medios terrestres, navales y aéreos funcionen, no encuentren como respuesta un “yo de esto no entiendo mucho”.
Hemos dicho, en alguna otra columna, que se podría vislumbrar al ingeniero Rossi como un hombre acostumbrado a la acción, al que no le cabría el apodo ganado merecidamente por su antecesor (“El Potus”), por lo que esta designación merece un halo de esperanza.
Al sólo efecto de dar una humilde contribución, llegue al nuevo ministro este breve decálogo para una gestión exitosa:
1) Las Fuerzas Armadas no son enemigas de la Patria.
2) Los miembros de las FFAA tampoco son enemigos de la Patria, ni del modelo.
3) Las familias de los miembros de las FFAA merecen vivir lo más dignamente posible.
4) El equipamiento de las FFAA debe ser útil para la defensa y seguro para quienes los operan o tripulan.
5) Se pueden fusionar destinos, competencias o jurisdicciones, pero adóptese de una buena vez una política de defensa que pueda ser mantenida a lo largo de distintos gobiernos.
6) Estar bien preparados para la defensa del territorio, es la mejor garantía para mantener la paz.
7) Para avalar lo anterior, es recomendable mirar de reojo lo que hacen nuestros vecinos, a quienes, sin lugar a dudas, amamos, queremos y apoyamos, pero que igualmente cuando entrenan a sus comandos lo hacen “pensando” en nosotros.
8) Escuchar los argumentos profesionales del personal militar no es subordinarse a ellos: es aceptar que la Nación argentina los preparó para operar los medios de la defensa siempre sujetos al poder político.
9) Conduzca el ministerio con la esperanza de un futuro mejor y no con el espíritu de revancha por un pasado terrible al que ni civiles ni militares quieren regresar (ante cualquier duda tenga presente los puntos 1 y 2).
10) Y MUY IMPORTANTE: aunque le insistan, aunque le rueguen y hasta le imploren, resista la tentación de ponerse mamelucos militares, de colgarse prismáticos, empuñar armamento pesado y, menos que menos, subirse a un avión para sacarse una foto. Hágame caso. Yo sé por qué se lo digo.
La mejor de las suertes en su gestión; por su bien y fundamentalmente por el del país.