Se incrementa día a día la campaña oficial y privada tendiente a rescatar de las garras del sistema judicial ruso a dos argentinos detenidos por “protestar contra la peligrosa extracción de hidrocarburos en el mar Ártico”. La movida salvadora llega a su punto máximo por estos días, dado que el propio canciller Timerman ha ofrecido al gobierno ruso una garantía oficial avalada por la propia presidente y que tiene como objetivo lograr que los “chicos” sean liberados y puestos en arresto domiciliario. Parece mentira, pero en los dos párrafos precedentes, se encuentran escondidos dos errores de concepto fundamentales los que -en mi humilde opinión- si no son asumidos por el propio gobierno, nos empujarán una vez más a ese oscuro camino que solemos transitar y que desemboca en un estilo de vida muy particular, obeso en derechos y desnutrido en obligaciones.
Los hechos
Fugazmente, recordemos que todo comenzó cuando un buque polar (rompehielos) propiedad de la ONG Greenpeace, matriculado en Holanda (esto significa que ese Estado es el que tiene bajo su control las aptitudes náuticas de la nave y de su tripulación) se acercó a una plataforma petrolera rusa, fondeada en el mar de Pechora (Ártico ruso) bajando al mar botes semirrígidos tripulados, para intentar “escalar” por el casco de este “artefacto naval” y de esta manera materializar una protesta simbólica en contra de las actividades extractivas en forma pacífica… En tales circunstancias y estando la plataforma ubicada dentro del mar territorial ruso, la guardia costera local, argumentando que el buque no estaba autorizado a estar allí y temiendo que se tratara de un acto terrorista o pirata encubierto, hizo lo que la ley local manda: los detuvo a todos. Los ambientalistas argumentaron que la represión fue excesiva, pero no se han reportado ni bajas ni heridos entre los detenidos.
Los dos errores de concepto que debemos clarificar (y que seguramente no serán fáciles de asimilar por el razonamiento nac & pop) radican en lo siguiente: “Fueron detenidos por protestar”. Falso de falsedad absoluta: fueron detenidos por violar la ley. Y cuando hablo de ley -con perdón de los profesionales del derecho-, bueno es aclarar que si bien por estos días muchos expertos han tratado de interpretar si los hechos se encuadran en lo que la Convención Internacional de Derecho del Mar define como piratería, siendo que este suceso ocurrió en aguas sujetas a la soberanía de un Estado, no corresponde aplicar la legislación internacional; lo ocurrido debe analizarse a la luz de lo que dispone la ley rusa. (Otro día hablamos de por qué usamos la Convención del Mar para defender a nuestra fragata Libertad en Ghana).
Es muy cierto que la mayoría de los países marítimos han adaptado sus legislaciones locales de forma más o menos homogénea en infinidad de cuestiones, máxime cuando la Organización Marítima Internacional ha avanzado en su cometido de ir logrando convenios internacionales que unificaron buena parte de los estándares en materia de navegación no militar. La acción desarrollada desde el rompehielos “Artic Sunrise” violó específicas normas de seguridad de la navegación, del buen ejercicio profesional de la conducción de un buque, de legislación local sobre actos de terrorismo o piratería (lo que no los transforma en piratas), comprometiendo asimismo la seguridad operativa de la plataforma y de los propios activistas. Es decir si hubieran fondeado su buque, con el respectivo permiso de la autoridad marítima, y hubieran desplegado un cartel o cincuenta carteles sin constituir peligro para la navegación, hoy estarían todos felices y contentos subiendo sus ecológicas fotos al Facebook. Pero asumamos, violaron no una sino varias leyes.
El otro concepto erróneo radica en la particular manera de minimizar un hecho grave suavizándolo con el vocablo “chicos”. Los chicos que roban, que queman una iglesia o que violan la ley rusa deberán entender que lo que no se puede no se puede, aun desde su no siempre tan pero tan corta edad. Vamos a conceder que tal vez la señorita Camila Speziale sea una joven llena de ideales, de amor por la ecología y que llegó a comprender los riesgos que entraña la extracción de hidrocarburos en alta mar y sintió el intimo impulso de alzar su voz. Cómo no darle la derecha si este columnista es el responsable de una persistente campaña de ecología marina que se difunde en varias radios del país. ¿Tenía ella la obligación de conocer toda la legislación nacional e internacional que regula la navegación marítima y todas las responsabilidades civiles y penales que emergen cuando se las viola? Parece mucho pedir para una joven de 21 años.
El otro “chico” tiene 40 años, no es un voluntario ecologista sino un marino profesional egresado de la misma escuela de la que yo egresé, con obligación por lo tanto de conocer lo que se puede hacer y lo que no se puede hacer cuando se tripula con la jerarquía de oficial un rompehielos. Si bien declara adherir a los principios de la ONG, todos los meses recibe un salario por su tarea a bordo, es decir, trabaja en forma lícita y honesta para una entidad que es propietaria de buques. En el caso particular de esta nave, como dijimos está matriculada en Holanda, siendo que la autoridad marítima de ese país es la responsable de garantizar que la nave se haga a la mar reuniendo todos los requisitos exigidos tanto para el barco en sí como para quienes lo conducen.
A todas luces, las responsabilidades emergentes del accionar de este multinacional grupo de activistas (voluntarios y rentados) podrían ser diferenciadas si la justicia rusa se lo propone. El máximo responsable será sin lugar a dudas el capitán de la nave. ¿O no fue tan imprudente su accionar como el del capitán cobarde del Costa Concordia? Gracias a Dios no hubo muertos en este caso. En segundo término, el resto de los oficiales de la nave han cometido hechos de imprudencia graves. Seguramente distan mucho de la piratería o el terrorismo, pero son más graves que una travesura adolescente. Por último, todos y todas las demás personas que sin ser parte de la dotación de operación náutica de la nave se sumaron a esta onda verde pero peligrosa deberán dar las explicaciones del caso, ya que aunque no suene progre, los países no parecen muy dispuestos a tolerar que grupos oficiosos procedan de hecho contra sus intereses o reglamentaciones.
Un hecho no menor es que dentro de la “salvaje represión” denunciada por los ecologistas se incluyó el accionar de la tripulación de la plataforma, consistente en disuadir el intento de abordaje utilizando las mangueras de incendio para “disparar” agua contra los que intentaban escalar el casco de la nave. Ese accionar está contemplado expresamente en la resolución Nro. 1334 de 2012 dictada por el Comité de Seguridad Marítima de la Organización Marítima Mundial, que recomienda firmemente no usar armas a bordo de naves y restringir cualquier represión a intentos de abordaje a la utilización de mangueras de incendio con agua de mar a una presión de 5,5 kg/cm2. Por otra parte si el abordaje hubiera tenido éxito, el capitán de la plataforma debería haber impedido el abandono de la nave usando los mismos medios utilizados para abordarla; ya que un accidente al abandonarla en forma no segura sería achacada en forma invariable a la máxima autoridad a bordo.
Es más que seguro que Camila y Hernán volverán a sus hogares en breve. Sería justo que afrontaran las consecuencias: no por el fondo de su reclamo sino por la forma en que lo hicieron. Tal vez Hernán vea restringida, por algún tiempo, su posibilidad de navegar como marino profesional, pero es importante que la sociedad argentina no reciba una vez más el mensaje oficial equivocado. El Papa dijo “ hagan lío” es verdad… pero ¿imagina usted, amigo lector, a un ejército de curas y monjas tomando por la fuerza colegios laicos para llevar la palabra del evangelio?