Resulta interesante ver cómo cada tanto nuestra sociedad se conmueve con la reaparición en escena de hechos del pasado; asuntos que creíamos definitivamente sepultados por el paso del tiempo o bien por haber sido dados por finalizados en los ámbitos correspondientes, ya sean éstos judiciales, políticos, culturales, etcétera.
En esta jornada signada por una fuerte tormenta que azota a buena parte de la población, la vorágine informativa nacional se permitió asignar un lugar protagónico a una noticia que nos retrotrae exactamente a dos años atrás. Recordará usted, amigo lector, aquella mañana en que despertamos con la noticia relativa al embargo de la fragata “Libertad” en la república de Ghana por un reclamo de los tenedores de bonos argentinos que no entraron en el canje de deuda.
La noticia concreta es que la justicia de Ghana determinó que la “Libertad” huyó del puerto sin haber obtenido la liberación judicial correspondiente. La novedad además viene de la mano con un “derecho” que la justicia del país africano le otorga al fondo MNL: el derecho a cobrar los 15 millones de dólares por los gastos que derivaron de la permanencia del buque escuela argentino en un muelle comercial del puerto de Thema.
Intentando no abrumarlo querido amigo, haré un breve repaso de la situación: la inusual decisión judicial de Ghana, no solo lo tomó por sorpresa a Ud. y a mí. El propio Gobierno fue aturdido por la medida, a tal punto que los primeros pasos fueron muy poco felices. Recuerde al Canciller y al Ministro de Defensa culpándose el uno al otro por intermedio de sus medios de prensa más leales, la disparatada gestión del primero ante el Consejo de Seguridad de la ONU y el innecesario sacrificio de dos excelentes almirantes de la Nación que pasaron a retiro como ofrenda de la política a la opinión pública que reclamaba responsables.
Pero así como suelo ser generalmente crítico con la actual administración, justo es reconocer que, más temprano que tarde, la política entendió esta vez que la Nación contaba entre sus cuadros diplomáticos con el personal idóneo para afrontar la situación planteada. Asimismo, el mundo tenía un foro adecuado para plantear los reclamos. No estaba en New York sino en Hamburgo y hacia allí partimos de la mano de la Embajadora Susana Ruiz Cerutti y un destacado equipo de juristas y diplomáticos.
El Tribunal Internacional del Mar, a cuyas decisiones se sometieron las partes, determinó el 15 de diciembre de 2012 en forma contundente que la retención del buque de guerra argentino era improcedente. Dada la premura del caso, estableció una medida provisional que disponía la inmediata libertad de la “Libertad” sin perjuicio de que a posteriori un tribunal arbitral debatiera la cuestión de fondo; cuestión que fue debatida en su momento y que terminó con un acuerdo entre partes sobre cómo se soportarían los gastos originados en la ilegal retención.
Momentos ciertamente difíciles se vivieron durante todo el proceso judicial, por parte de los tripulantes del buque escuela. Pero algo quedó claro: la actitud de esos hombres y mujeres, desde el Comandante, Capitán de Navío Pablo Lucio Salonio, hasta el marinero más moderno de la nave fue ejemplar. Desde el sometimiento a la ley del país que los retuvo, hasta la mesurada y adecuada portación de sus armas para frenar un intento de avasallar la soberanía nacional cuando un grupo de operarios portuarios intentaron abordar la nave para correrla hacia un muelle no comercial.
Fueron dos meses, durante los cuales oficialismo y oposición intercambiaron los misiles propios de la lucha política: propuestas de colectas y fallidas frases presidenciales como “si quieren que se la queden” y otras perlas quedarán en el anecdotario del recuerdo. Lo que jamás fue una opción fue el escape. Y si lo hubiera sido, afortunadamente la idea no prosperó. Ya que sus consecuencias hubieran sido realmente gravísimas.
Quien esto escribe es apenas un marino, que está muy lejos de ser un jurista experto en derecho internacional. Por ello me permito reflexionar sobre algunas circunstancias que tengan tal vez escaso valor jurídico pero no pueden ser ignoradas por la justicia de cualquier país.
A partir del fallo de Hamburgo aquel 15 de diciembre de 2012, se pusieron en marcha varios mecanismos tendientes a permitir el regreso de la “Libertad” a casa. Los más importantes fueron el aprovisionamiento de la nave para continuar su viaje y el envío a Ghana de más de 100 militares que habían regresado a nuestro país a efectos de que completasen la dotación de la fragata para poder zarpar con seguridad. Asimismo se coordinaron con la autoridad portuaria las necesidades operativas para la zarpada. La presencia de remolcadores, de un práctico para guiar al capitán en la maniobra de salida hasta aguas abiertas y una larga lista de ítems que no vale la pena detallar.
Un buque, máxime cuando se trata de un barco velero con severas restricciones de maniobra, difícilmente pueda escaparse de algún lugar. Por el contrario, en la zarpada de nuestra fragata intervinieron una variedad de organismos públicos y privados que actuaron porque no medió ningún impedimento judicial para que lo hicieran. Piense, amigo lector, que tan solo la presencia de un “práctico” a bordo (profesional idóneo para asesorar al capitán en la maniobra de zarpada) implica un conocimiento previo y acabado de la autoridad marítima local sobre la inminente salida de la nave.
La “odisea” de la “Libertad” ha dejado mucha tela para cortar de ambos lados del océano. Argentina creyó ingenuamente que en Ghana no pasaría lo que pasó. Curiosamente, tal vez si la fragata hubiera arribado a puertos europeos menos amistosos en lo financiero pero con mayor cultura marítima, el “amigo” Singer hubiera tenido un no rotundo e inmediato a sus pretensiones. El episodio también demostró que no siempre deberá ser en la militancia donde se encuentre a los salvadores de la Patria. Excelentes diplomáticos, juristas y militares manejaron esta crisis en forma impecable. Y no es menos cierto que la decisión política de la Comandante, quien determinó no negociar fuera del ámbito judicial, fue impecable.
La “Odisea de la “Libertad” dejó también una importante cifra de gastos innecesarios fruto de una equivocada decisión judicial en primera instancia que condenó a un buque a ocupar un muelle comercial durante más de dos meses. Tengamos en claro que esta vez fuimos víctimas y no culpables. Ud. lo sabe bien: soy el primero en cuestionar lo mucho que en mi opinión hacemos mal. Pero esto lo hicimos bien, dentro de la ley, con razón y con firmeza. La Libertad volvió a casa ajustada al derecho internacional y en virtud del fallo de Hamburgo difícilmente algún buitre, gorrión o paloma intente embargarla otra vez. Hay que pagar la cuenta es verdad. Pero sinceramente estoy convencido de que esta factura no debe ser emitida a nuestro nombre. Mire lo que son las cosas, en un par de días la “Libertad” regresa a casa una vez más, con otro capitán, con otros cadetes y tripulantes, pero con el inmenso privilegio de seguir siendo orgullosamente la embajadora de los mares y con su pabellón flameando sin haber escapado de ningún lugar del mundo.