Poco a poco; tal vez con mayor lentitud de la esperada para nosotros los ansiosos, las grillas de los organismos oficiales de ejecución y control se van llenando con los nombres de quienes tendrán a su cargo enderezar la nave de la república.
Nos alegramos con algunas designaciones, nos preocupan otras y algunas nos resultan incomprensibles, pero como buenos demócratas respetamos en todos los casos la potestad de quien resultó ungido por el voto popular, para elegir a sus colaboradores
Como siempre le digo mi querido amigo lector, en un mar revuelto por acuciantes problemas financieros, económicos y sociales -más el agregado de las cuestiones relacionadas con la seguridad, la salud, la educación y tantos otros-, colocar a la defensa nacional en un plano de igualdad con los anteriores puede sonar a sus oídos como un exceso literario; obra de una deformación profesional.
No obstante, unas casi doscientas mil personas, más su entorno familiar, trabajadores contratados, contratistas privados y proveedores, conforman una masa humana que holgadamente supera el millón de ciudadanos que viven por y para tareas relacionadas con la defensa nacional. Con una afectación del 1% del PBI merecen un toque de atención.
La destrucción de las estructuras militares del país obviamente no está en discusión, más allá de los discursos de circunstancia que generales, almirantes y brigadieres se ven obligados a decir puertas adentro de los cuarteles, como para que la tropa no se desbande. Y más allá también de la innecesaria adhesión personal de las máximas autoridades militares a los postulados del relato K. Ellos habían jurado “defender a la Patria y a la Constitución Nacional hasta perder la vida”, en ningún momento prometieron adoctrinar a la tropa en las lides kirchneristas, inducir a sus subordinados a votar a un determinado candidato y mucho menos condenar al ostracismo militar a quienes no exteriorizaran desde el mando su subordinación a “Ella” y a sus amigos.
Pero así fueron las cosas y entonces la llegada al Ministerio de Defensa de un ministro (el ex diputado radical por La Rioja, Julio Martínez) al que durante años los mismos jefes militares que ahora se cuadran a su paso ningunearon cuando en su carácter de legislador hacia pedidos de informes para entender por ejemplo la nefasta reparación del rompehielos “Almirante Irizar”, la compra de chatarra rusa o la (afortunadamente suspendida) compra de aviones israelíes, hace que la cosa se complique un poco.
La historia reciente de la Patria aún presenta heridas abiertas por lo ocurrido en los años 70, con hechos que -de acuerdo a quien los relate- mutan de guerra anti guerrillera a matanza criminal por parte del Estado hacia jóvenes idealistas, con el aditamento de una controversia intelectual no resuelta (al margen de lo que ocurre en el ámbito de la justicia) entre la asignación de responsabilidades a los jerarcas político militares del Proceso, con los oficiales y tropa que cumplieron las órdenes recibidas.
Salvando las enormes diferencias entre aquella época y el régimen anteriormente en el poder, las FFAA de la Nación pasaron del desprecio liso y llano de 2004 (“No les tengo miedo…” les dijo Néstor, cuando gustaba de bajar cuadros) a la utilización lisa y llana de las mismas para la mera satisfacción de los intereses políticos de la facción en el poder antes que para sostener los superiores intereses de la Patria.
Almirantes y Generales (con mayor énfasis que los Brigadieres) compraron gustosos la idea de ser más militantes que militares, y embarcarse en las locuras irracionales de la “década ganada”. Fuimos a Ghana con la Fragata sin tener ni tan solo un estudio previo sobre lo que nos podía esperar allí. Y la mandamos a Cuba donde cosas no muy gratas acontecieron… y llenamos nuestros claustros militares con soldados chavistas y mandamos mujeres militares como agregadas de defensa al exterior, más allá que no fueran militares de profesión, sino profesionales civiles asimiladas a las FFAA para cumplir tareas de apoyo (un papelón internacional). También nombramos a una generala, para la que el Ejército no tiene funciones orgánicas asignadas.
Con una gravedad institucional superlativa, pusimos a los servicios de inteligencia militares a espiar puertas adentro y por sobre todo se obligó a muchos militares a ser cómplices silencios de emprendimientos que transitan una delgada línea que los pone al borde del liso y llano ilícito
La faraónica obra de traslado de la Ex ESMA, tiene como saldo además de un gasto de mas de 600 millones de pesos a valores de 2004/07 una decena de licitaciones públicas que terminaron en escándalo; un fastuoso predio naval en Vicente López a medio terminar; un montón de edificios viejos reciclados a costo sideral y pésima calidad de terminación; el escándalo del rompehielos con sus múltiples aristas que van desde tener al buque aún en un estado incierto de terminación -sin siquiera poder iluminarlo por temor al estado de su instalación eléctrica-, pasando por almirantes que transpiran al tener que explicar a sus nuevos jefes que es lo que falta, hasta el procesamiento de varios jefes navales por haber aprobado el alquiler de un buque de reemplazo que no servía para la tarea; ni qué hablar del emprendimiento inmobiliario que tuvo al servicio de Inteligencia del Ejército como protagonista; el alquiler de cuarteles para fiestas privadas, las mentiras sobre el proyecto Pampa; y tantas otras cosas a las que las nuevas autoridades tendrán que hacer frente y desenmarañar más temprano que tarde.
En un valioso intento por efectuar una transición ordenada, el Ministerio de Defensa no ha producido aún cambios en las cúpulas castrenses, a pesar de que éstas son responsables por acción u omisión de la mayoría de los entuertos que ahora el ministro Martínez debe desenmascarar.
Pero causa sorpresa ver que, al mejor estilo de lo que ha realizado la política barata a nivel nacional, puertas adentro de los cuarteles han comenzado a producirse pases y traslados de personal superior a criterio discrecional de las jefaturas salientes. Entre el martes y le miércoles de esta semana, por ejemplo, en la Fuerza Aérea se han dado a conocer traslados que resultan cuando menos “llamativos”.
No resulta descabellado suponer que quienes saben que en algunos días más dejaran el mando y que con ello se vería dificultada la posibilidad de “enjuagar” algunos trapos sucios, intenten cubrir cargos sensibles con hombres de su máxima confianza.
Qué curioso… a más de 30 años del triunfo de la democracia sobre la dictadura, cuando creíamos que nunca más la milicia intervendría en la política y que los cañones eran para defender al pueblo y no para atacarlo, venimos a descubrir que los vicios y la corrupción invadieron los cuarteles y sus comandos; una extraña variante de la tan denostada “obediencia debida” que augura volver a tener a muchos uniformados sentados en el banquillo, mientras que otros tantos civiles instigadores y responsables, se estarán reciclando para intentar, en algún momento, volver a las andadas.
Feliz Navidad para todos.