Hace 30 años, el 14 de noviembre de 1984, dos políticos argentinos exponían ante la sociedad argumentos y visiones distintas frente al posible acuerdo con Chile sobre el Canal de Beagle.
Dante Caputo, canciller del gobierno radical, y Vicente Saadi, senador justicialista, debatieron durante más de dos horas frente a una teleaudiencia que días después participaría del referendo por el SÍ o NO frente al acuerdo.
Esa noche la televisión volvió a evidenciar, como lo había hecho un año atrás, en el cierre de campaña de Herminio Iglesias, la coexistencia de lo moderno con lo tradicional en la democracia recuperada. El debate será recordado, entre otras cuestiones, por ciertos modismos y expresiones coloquiales de Saadi frente a la argumentación cartesiana de Caputo. Eran los extremos de dos historias y cosmovisiones políticas que convivían en la primavera democrática.
Más allá de las diferencias de estilo y del resultado del debate, Caputo y Saadi pusieron a la democracia argentina en un mejor equilibrio. Una decisión tan trascendente como el destino del territorio fue mejor informada y deliberada ante la ciudadanía. La asistencia de Saadi al debate, quizás desconociendo la dinámica propia de la televisión y las implicancias que esto tendría en su caracterización pública, tuvo el valor de exponer un pensamiento divergente. A pesar de tener un amplio favoritismo la opción del SI, Caputo entendió que el debate era una oportunidad de comunicar al gran público las razones políticas para aceptar el acuerdo.
Pensemos en otras cuestiones trascendentes de los últimos años, como las privatizaciones de empresas públicas, la creación de los fondos de pensión o la posterior reestatización, el matrimonio igualitario, el Código Civil o la Ley de Hidrocarburos. Todos estos temas tienen un gran elemento intergeneracional y medular en la organización social y económica de la Argentina. En todos estos casos, quienes lideran las opciones presidenciales en una u otra época harían una enorme contribución debatiendo los temas como lo hicieron Caputo y Saadi.
Pero Caputo y Saadi fueron la excepción. Desde 1983, empezando por Luder y Alfonsín -que no se pusieron de acuerdo en los periodistas que harían las preguntas-, nunca tuvimos un debate presidencial. En 1987, los debates entre Casella y Cafiero, entonces candidatos a gobernador de la provincia de Buenos Aires, y entre Bordón y Baglini, entonces candidatos a gobernador de Mendoza, auguraban que íbamos camino al primer debate presidencial en 1989. Pero “la silla vacía” de Menem lo frustró. Tampoco hubo debate en las elecciones subsiguientes, bajo el argumento de escaso volumen cívico que esgrime que “el que gana no debate”.
En 2015 hay una oportunidad única para poner a la democracia argentina en un nuevo y mejor equilibrio cívico. El año próximo, los candidatos que eventualmente participen del primer debate presidencial de la historia argentina evidenciarán su compromiso con el electorado y con una nueva forma de hacer política. Una nueva forma en la que los líderes políticos se comprometen, cada cuatro años, a argumentar y exponer sus diagnósticos y propuestas frente a los temas que interesan a los votantes. Un compromiso que definitivamente pone al debate público por sobre la táctica electoral.