Por: George Chaya
Como era de esperar Irak ha estallado, el país fue ganado por el desorden y la confusión similar a la situación de caos que reinaba tras la caída del régimen de Saddam Hussein en 2003. El misterio rodea la situación, especialmente en relación al retiro desconcertante del Ejército iraquí frente al aplastante avance de las milicias yihadistas suníes del Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS). Tales acciones del ejército han sido indignas de una fuerza militar profesional, en particular en términos de su inacción a las operaciones en lugares sensibles como las ciudades iraquíes de Mosul, Kirkuk y Tikrit, estos hechos, inevitablemente plantean cuestiones relativas a la responsabilidad que evadió al igual que el liderazgo político de Bagdad.
El último año ha sido muy difícil para Irak, y corona varias décadas durante las cuales el pueblo iraquí sufrió terribles pérdidas humanas y materiales como consecuencia de la guerra y de políticas equivocadas. En abril, Irak realizó unas elecciones que fueron respaldadas por millones de sus ciudadanos, sin embargo era claro que eso no serviría para unificar un pensamiento de división sectaria incrustado en el seno tribal y social. La realidad es que amplios sectores de la población iraquí se reunieron en torno a un solo sentimiento que operó como disparador de la violencia actual, a través de la ira y en medio de acusaciones cruzadas, los reclamos no fueron para constituir un Estado sólido con instituciones democráticas transparentes, todos los reclamos eran por cuotas de poder sectario y étnico. Esto ha amenazado las instituciones del Estado y con ello las oportunidades para una verdadera convivencia entre diferentes componentes nacionales, y en última instancia, ha conducido a la caída del sueño de crear un Estado unificado que garantice la unidad iraquí.
Hoy, Irak se enfrenta a una serie de amenazas que no deben ni pueden ser ignoradas no es sólo por el bien de Irak, sino por el bien de la región en su conjunto. Existe la amenaza concreta de grupos terroristas que explotan la frágil situación en Bagdad, los yihadistas suníes claman venganza sobre los habitantes chiitas del país, el asesinato, la persecución y la discriminación están presentes desde la última semana. El ISIS está desplegado militarmente y no considera replegarse; en este sentido la comunidad internacional debería priorizar los intereses de Irak y del pueblo iraquí, esta será la única forma en que se pueda construir el anhelado Estado que incluya las aspiraciones del pueblo y proteger a sus ciudadanos.
Por otro lado, es imposible construir un Estado en medio de desórdenes y privilegios sectarios que priorizan los intereses extranjeros por encima de los propios ciudadanos iraquíes. La intolerancia sectaria plantea una amenaza sin límites y abrió puertas a un conflicto sectario de magnitud y sin final a la vista.
La movilización del pueblo iraquí sobre la base de su lealtad sectaria presagia una guerra mucho más peligrosa que cualquiera que hemos visto antes en el país. El discurso sectario y las declaraciones de los líderes de diversas facciones se encuentra en aumento debido a la situación cada vez más complicada y al punto de encontramos ante un escenario de crisis que probablemente derivara en masacres y crisis humanitaria de suma gravedad.
La amenaza de partición y desaparición de Irak como lo conocemos y las repercusiones que inevitablemente ello tendría en la región significan que todo el mundo debe adoptar una postura valiente, responsable y de revisión de la situación. Algunas personas dudan que la partición de Irak sea ahora una situación inevitable. Cualquier persona que adhiera a este punto de vista estará actuando como si Irak estuviese compuesto de tres cantones diferentes que pueden ser fácilmente separados unos de otros, pero olvidan la rica mixtura de la población iraquí como los lazos históricos que los unen. Tal partición no se conseguiría fácilmente; sería sangrienta y tendría consecuencias inimaginables. Las réplicas afectarían a toda la región, especialmente a Siria, que se ha beneficiado por la situación en Irak.
A finales de este año, el mundo se prepara para celebrar el centésimo aniversario del estallido de la Primera Guerra Mundial. Al revisar ese conflicto, que trajo la caída del Imperio Otomano, es claro que el nuevo trazado del mapa regional que siguió a esta guerra no sirvió a los intereses de los pueblos. Los límites de Sykes-Picot sólo han llevado a retrocesos y más guerras.
Irak debe ser consciente de la amenaza que le acecha, y los árabes deben desempeñar su papel en la protección de su soberanía y estabilidad.
No será positivo para la región que se permita explotar el vacío de poder existente a cualquiera de las partes involucradas en esta nueva guerra sectaria. Mucho menos imaginar que una partición del país será fácil e incruenta. La decisión de actuar en ayuda de Irak está en manos de mundo libre, pero en primer lugar, se encuentra en manos del mundo árabe islámico.