Por: Gerardo Milman
Mejorar el sistema de representación política es uno de los desafíos que, a punto de cumplir 30 años, tiene nuestra democracia. Esta es una misión que interpela fundamentalmente a los partidos políticos que tienen la obligación republicana y funcional de modernizarse.
Las estructuras tradicionales de organización, reproducción de poder interno y agregación de intereses partidarios le han puesto límite a los partidos provocando el éxodo de sus militantes y la pérdida de confianza de buena parte de la ciudadanía.
El desafío entonces no debe pasar por generar buenas acciones marketineras sino por revisar cuáles son los criterios operativos viables para competir, no tanto para triunfar en elecciones circunstanciales, sino para ganar mayor espacio de representatividad social. Es claro que nunca se conseguirán metas partidarias mientras no exista un sujeto social en crecimiento, con razones compartidas por delante e importante raigambre ideológica y cultural de base.
Los partidos no pueden ser máquinas puramente electorales. Eso terminó en 2001. Los partidos tienen que ser, al mismo tiempo, abrevadero y fuente de expresión de demandas, inquietudes y anhelos sociales.
El partido GEN entiende así su misión; por eso detenta una fuerte impronta frentista. Sabemos que nadie puede aspirar a representar a la totalidad y que eso resulta peligroso para la democracia. Aspiramos a rescatar al país de la crisis junto al resto de las fuerzas democráticas que comprendan que el Estado no es patrimonio de quienes gobiernan sino de todos los argentinos. Queremos un sistema político donde la alternancia y los gobiernos de coalición conjuguen estabilidad con recambio. No queremos que se profundice este modelo de partido hegemónico que divide a la sociedad en amigos y enemigos.