Por: Horacio Minotti
El proceso electoral 2013 ofrecerá la segunda ocasión en que los partidos deberán utilizar el sistema de Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO), luego de la reforma del sistema electoral que tuvo lugar en 2009.
Aunque es posible que en realidad se trate del “estreno” real del sistema. Durante 2011, los partidos se resistieron a su implementación; casi puede decirse que batallaron contra las PASO y las tergiversaron, para evitar supuestas consecuencias “indeseadas” de tipo político.
La realidad es que las PASO, en cierto modo, rompen con algunas pautas de la política tradicional, especialmente la de la vigencia de los aparatos partidarios para decidir el rumbo de las elección interna de los candidatos a la elección general. Previo a la reforma mencionada, la selección de los candidatos estaba teñida de acuerdos poco transparentes, elecciones a veces amañadas, y algunos otros subterfugios al margen de los ciudadanos. El hecho de que el nuevo sistema establezca el voto obligatorio y simultáneo, transparenta claramente el diseño político y genera un modelo donde el ciudadano participa masivamente de la oferta electoral, sobre la que luego realizará la selección en el comicio general.
Buena parte de la sociedad política se mostró “descolocada” o desconfiada frente al nuevo status quo, percibiendo que tal vez deberían enfrentar un profundo cambio en los modos tradicionales de captación del voto. Por ende, se produjo una notable resistencia a participar de las PASO. De hecho, en todos los casos las candidaturas presidenciales eludieron la competición interna y presentaron lista única, con la excepción de un solo espacio político que presentó más de una lista de candidatos a diputados nacionales. En todos los demás espacios, también la lista de precandidatos a representantes en el Congreso fue única.
La realidad es que las PASO, especialmente como están hoy establecidas, tampoco “rompen” por completo con la influencia de los aparatos partidarios. Solo a modo de ejemplo, conviene resaltar que en la conformación de las Juntas Electorales partidarias -decisivas durante las primarias- sigue existiendo un rotundo control por parte de los oficialismos de cada partido, de modo tal que el aparato interno de cada agrupación sigue teniendo modos de “controlar”, por ejemplo, la oficialización de candidaturas o la validez de los avales requeridos por la ley.
No obstante, es cierto que el hecho que de que un puntero “tenga mil votos en la Comuna X” deja de ser relevante. Las PASO han matado ese tipo de política, dado que al ser obligatorias, la masividad de la asistencia a las urnas licúa el poder de los aparatos en tal sentido. Por otro lado, al ser simultáneas, se impide que los aparatos políticos de un partido influyan en las internas de otro.
Dicha situación condicionó a la sociedad política de modo tal que hubo una decisión implícita de “batallar contra el sistema electoral” en lugar de utilizar sus potencialidades, y las primarias se transformaron en el imperio de las listas únicas.
Lo cierto es que otorgarle al ciudadano la posibilidad de determinar la oferta electoral para la general puede resultar no solamente más transparente, sino además, al abrirse a la decisión ciudadana, termina rindiendo frutos político-electorales.
En España, por ejemplo, luego de la reelección de José María Aznar, que dejó claro el control político por parte del Partido Popular (PP), su rival vencido entendió que debía innovar en el modo de selección de sus candidatos si pretendía volver a competir en elecciones con posibilidades de vencer. De ese modo, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) reformó su carta orgánica y estableció primarias abiertas para definir cuáles serían sus candidatos. Por supuesto, no fueron ni obligatorias ni simultáneas, porque se trató de una norma interna de un partido y no de una ley del Estado. Pero la apertura a todos los ciudadanos (no sólo afiliados) para que estos pudiesen determinar la oferta electoral del PSOE generó una fuerte adhesión social hacia los candidatos surgidos de esa primaria, y determinó el triunfo de José Luis Rodríguez Zapatero en el proceso electoral subsiguiente.
Claramente, si alguno de los partidos que participarán en 2013 de la contienda electoral decide darle “buen uso” al sistema de primarias, la calidad de su apertura democrática debería acarrearle ventajas políticas en cuanto a la preferencia del ciudadano para la elección general, dado que habrían sido esos ciudadanos los que determinaron la oferta electoral partidaria.
Así, las PASO, bien utilizadas, son un instrumento interesante para evacuar el reclamo de mayor participación social, en lo que implica un proceso de “democratización de la democracia” o su profundización, pero además, pueden generarle al sector político que comprenda su funcionamiento y las aplique de pleno muy interesantes resultados en materia electoral.
Es de esperar que los dirigentes lo comprendan, aun cuando el nuevo sistema implique la necesidad de desarrollar nuevos modelos de diseño político y campaña electoral, para dar inicio a un proceso evolutivo indispensable para incrementar la participación social en los asuntos públicos.