Todo fuera de la ley, nada dentro de la ley

Horacio Minotti

Casi no lo percibimos, porque el efecto no es mediato. Vemos otras cosas. La inflación que nos complica para llegar a fin de mes. La inseguridad porque nos roban lo poco que tenemos o simplemente matan a los nuestros impiadosamente. El impuesto a las ganancias en el salario de los trabajadores, porque es aberrante, una vulneración de nuestros derechos humanos. Algunos actos de corrupción, los más significativos o los que explotan porque nos los muestra la prensa.

Es cierto, es suficiente para indignarse, para levantar la voz, para marchar por un cambio. Pero no es lo peor, estén de esto seguros. Lo peor es la terrible degradación institucional en la que el kirchnerato está sumiendo a la sociedad. Los argentinos sufrimos brutalmente la pérdida de nuestras instituciones, y luchamos contra una dictadura genocida para recuperarlas, y ahora nos es arrebatada por un grupo político cuyos intereses generalmente corren al margen de la ley y no tiene problemas en violarla de modo constante.

¿Qué nos cambiaría que el Consejo de la Magistratura sea elegido de modo directo por los ciudadanos aun cuando esto sea abiertamente inconstitucional? ¿Por qué me preocuparía por ello, si mi problema de hoy es que me robaron el sueldo al salir del cajero automático? Es cierto, las consecuencias de la degradación institucional son lentas, se pagan a largo plazo, pero también son permanentes, dolorosa y muchas veces sangrientamente reversibles. Tal vez amigo, podría Usted avanzar algo más en su razonamiento y vería que ese suceso del cajero tuvo que ver con que las instituciones, en la Argentina, no funcionan.

No podemos olvidarlo, porque no pasó hace tanto. Y por eso no podemos permitirlo. Hay que abrir los ojos porque la cosa es grave. Y porque el kirchnerato es un combo. La inseguridad, el impuesto al salario, la inflación y la degradación institucional llevan un sello único y brutal.

Señora, si dejamos que los miembros de esa cosa lejana y desconocida llamada Consejo de la Magistratura sean elegidos por el voto directo como postula la presidente, los jueces que atenderán su demanda contra el Estado por reajuste jubilatorio responderán a un partido político, porque en la Argentina, éstos son los únicos que pueden postular candidatos. Y usted dependerá de que le toque un juez, kirchnerista, del PRO o radical para la surte de su reclamo.

Es cierto que hoy muchos jueces son manipulados por políticos. Muchos de verdad. Pero si lo institucionalizamos, si a esto le damos un formato legal aceptable, será irreversible. Nunca volverá atrás, o si lo hace, será por vías que todos o casi todos, queremos evitar. Mucho más si se hace al margen de la Constitución Nacional, que dice expresamente todo lo contrario.

Es perfectamente comprensible que uno esté preocupado porque ya no llega con la cuota del televisor. Pero amigo, si dejamos que cada día la Constitución se viole sin consecuencias, es posible que su hijo sea discriminado para un trabajo por ser petiso o gordo, o que lo encarcelen sin más por negarse a pagar un soborno, o simplemente que lo despidan sin indemnización.

Porque todos nuestros derechos fundamentales están escritos en esa Constitución, los más básicos, aquellos sin los cuales no podemos vivir. Si violarla se hace impune, diario, constante y sin consecuencias, hoy es el Consejo de la Magistratura y las competencias del Poder Judicial, mañana su derecho de propiedad, pasado sus derechos sociales, y luego el fin.

Alguna generación deberá pensar en algo más allá del drama cotidiano que existe y es comprensible. Porque no sabemos dónde está el punto de inflexión que separa la degradación, del fin como sociedad. Y puede alcanzarse en cualquier momento mientras pensamos en el precio de la carne picada.

Tal vez nos toque a la misma generación que peleamos para recuperar a este país de la dictadura genocida. Un segundo gran esfuerzo, un segundo gran acto de coraje 30 años después. Más viejos, más cansados, más desilusionados. Pero también con la experiencia y la templanza para cualquier desafío. Ojalá otra vez estemos a la altura de las circunstancias, porque se acerca la hora de retos sustanciales e ineludibles. Hagamos un esfuerzo para entender lo que está pasando, y salgamos al toro, denunciemos sin temores, expliquemos que existen otros proyectos de país, serios, inteligentes y con calado social. Proyectos fundados en verdadera Justicia Social relacionada con la dignidad del trabajo y la educación, y no con la manipulación por la ignorancia y la prebenda.

Acerquémonos a la gente, para decirle que un futuro para sus hijos es posible, y está al alcance de unos años de esfuerzo. Que se puede llegar a un alto grado de igualdad de oportunidades, que violar la ley es violarnos a nosotros mismos, porque las leyes las sanciona el pueblo y la Constitución es el compendio de derechos más sagrado que la ciudadanía se ha dado a sí misma. Que los tiempos se acortan y el futuro se aleja, y que esos chicos nuestros que hoy patean la pelota o juegan con la muñeca, merecen que pongamos un poco más de nosotros. Incluso viéndolo de un modo egoísta, pensemos en que esos hijos nuestros, dentro de 50 años puedan decir: “mis padres me dejaron un futuro porque tuvieron lo que había que tener”.