La oposición juega para los K

Horacio Minotti

Ocurrió durante los últimos diez años, y no tenía por qué ser esta la excepción. Ese conglomerado de voluntades dispersas al que los medios han llamado “la oposición” juega a facilitarle la vida al kirchnerismo. En este caso, presentando candidatos en elecciones abiertamente inconstitucionales como son las de Consejo de la Magistratura.

En la actual composición de dicho consejo, el kirchnerismo tiene ocho miembros sobre 13 posibles. Los cinco restantes cumplen el rol de supuesta oposición. La nueva ley de Consejo prevé que la cantidad definitiva de miembros será de 19, pero dice también que, transitoriamente, en los próximos dos años, van a convivir los nuevos, aquellos 13 de la vieja conformación, con los que sean electos en octubre, lo que arroja un total de 25 miembros.

Ahora bien, los 12 consejeros nuevos serán electos de acuerdo con los resultados de los próximos comicios. Supongamos por un momento que la lista única de consejeros opositores gana la elección. Y trabajemos sobre la hipótesis descabellada de que en el total país gana con holgura, obteniendo el 63% de los votos contra el 37% del kirchnerismo.

En ese caso ingresarían al consejo siete miembros nuevos opositores y cinco miembros nuevos oficialistas. La simple operación matemática de suma indica entonces que sobre los 25, el kirchnerismo contaría con 13 (8 viejos y 5 nuevos) y la oposición con 12 miembros (5 viejos y 7 nuevos). ¿Cuál era el problema de los K con el Consejo actual?. Las mayorías legalmente establecidas para designar y remover jueces. La ley decía que se requería el voto de los dos tercios de los consejeros para ello. Con lo cual la ventaja de 8 a 5 mencionada no alcanzaba y el consejo estaba trabado.

Pero la nueva ley modifica esa mayoría y establece que la designación y remoción requiere una mayoría absoluta, es decir la mitad más uno de los miembros. Justamente, la cantidad de 13 consejeros en el esquema que regirá los próximos dos años. Es decir, el mínimo que el kirchnerismo tendría aun en caso de perder la elección con contundencia. Debería existir un escándalo electoral donde los K hagan una elección en la que obtengan menos del 35% en el total país, cosa que no prevé ni la mente más ilusa del arco opositor.

La otra manera de evitar que el oficialismo cuente con esa mayoría sería que cambiasen las mayorías en las Cámaras del Congreso. Pero no bastaría con que toda la oposición unida tenga más legisladores que el gobierno como ocurrió después de la elección de 2009. Cada Cámara envía al consejo dos miembros por la primera minoría y uno por la segunda. El kirchnerismo, aun en el peor escenario electoral, no podría dejar de ser en esta elección la primera minoría en ambas. No existe modo, porque la mayoría de sus legisladores tienen mandato hasta 2015 y no buscan la reelección en octubre. En síntesis, salvo un fenómeno especialísimo, aun perdiendo la elección en octubre, los K van a controlar el Consejo de la Magistratura los próximos dos años, justamente los últimos de su mandato presidencial, poniendo y sacando jueces a piacere. La oposición lo sabe (no podría no saberlo). Y también sabe que esta ley es aberrantemente inconstitucional. Y aun así, en lugar de abstenerse de participar, y deslegitimar la elección, decide participar. Realiza los cuestionamientos judiciales, es cierto, pero participa de la elección dándole legitimidad. ¿Por qué lo hace? Podrían realizarse varias hipótesis de carácter especulativo. No están a la altura de la circunstancia histórica, o carecen de un sentido estratégico.

Pero el pasado puede darnos otras pautas. Después de las elecciones de 2009, cuando el oficialismo perdió las legislativas, la oposición decidió juntarse y votar en forma articulada en la Cámara de Diputados solamente una vez. ¿En qué ocasión? En la sesión preparatoria donde se distribuyeron los cargos en las comisiones, es decir, cuando se debatió la distribución de “la caja” de la Cámara. Porque esos cargos viene con presupuesto y contratos. Luego nunca más consiguieron unificar sus voluntades, lo que facilitó la vida del kirchnerismo que a priori se percibía complicada entre 2009 y 2011, dándole la chance de recuperar las mayorías en las últimas elecciones.

Participar de una elección de consejeros inconstitucional es reprochable. Pero adquirir entre cinco (en caso de perder) y siete (en caso de ganar) nuevos miembros en el Consejo de la Magistratura es una suma de cargos y contratos que la política de estos días no está dispuesta a ceder por ninguna utopía principista que abra las puertas de un futuro mejor.