Por: Horacio Minotti
El candidato kirchnerista Juan Cabandié sacó a relucir su abolengo ante la agente de tránsito que intentó que no siguiese circulando en su rodado, sin contar con un seguro. Las excepciones al artículo 16 de la Constitución. La joven que había conseguido trabajo como agente de tránsito en el municipio de Lomas de Zamora, lo perdió por no conocer las modificaciones constitucionales impuestas por desuetudo (simple falta de uso) en los últimos años, y que han implicado evidentemente, la derogación del artículo 16 de nuestra Carta Magna. El candidato a diputado nacional Juan Cabandié no solamente alegó su cargo para eludir las consecuencias lógicas de conducir sin un seguro, sino además esgrimió ser hijo de desaparecidos y haber luchado contra la dictadura, dos emblemas que la entonces agente no debió ignorar.
“La Nación Argentina no admite prerrogativas de sangre ni de nacimiento, no hay en ella fueros personales ni títulos de nobleza. Todos sus habitantes son iguales ante la ley”, explica el artículo 16 de la Constitución, en un norma en principio vigente, pero aparentemente en desuso.
Todo indica que asistimos, luego de la dictadura genocida, al nacimiento de una nueva generación de derechos, que no son para todos, sino para algunos, derechos sectoriales, que originan la reaparición de títulos nobiliarios, como el regreso al estadio previo a la propia Asamblea del año XIII, que desencadena en el escenario jurídico la aparición de un título nobiliario, una evidente prerrogativa de nacimiento. No es Duque, no es Barón, es “hijo de desaparecido”, cosa que en principio, habilita para casi todo, según puede observarse. Título de origen poco claro, se origina por el único hecho de haber nacido en el cautiverio aberrante e ilegal de los 70.
Uno en principio creería que ello puede originar derechos reparatorios, una consideración social especial, dado que son jóvenes a los que no solamente se les arrebató su familia, sino también su identidad durante años, y que después han tenido que readaptarse al nuevo esquema de su identidad recuperada; y todo ello, sin duda, genera daños psicológicos irreparables. Ahora bien, todo indica que además, tal situación ha devenido en derechos adicionales, para cometer, por ejemplo, infracciones de tránsito. Los doctrinarios y juristas empiezan ya a discutir si dicho nuevo estatus, implica también el derecho a cometer ciertos delitos. Por ejemplo, en el medioevo británico, los nobles tenían el derecho de “pernada” sobre la jóvenes plebeyas el día de su casamiento. Al tomar conocimiento que una plebeya contraía matrimonio, se dirigían al lugar con su escolta armada, la tomaban prisionera y mantenían con ella relaciones sexuales antes que el marido. En el derecho actual, esto sería una violación agravada, por entonces era un derecho del noble.
En principio, nadie ha denunciado que Cabandié se haya presentado en algún registro civil reclamando su derecho de pernada, pero tampoco se descarta que ocurra en el futuro. Sin ir tan lejos, si su prerrogativa de nacimiento habilita a cometer infracciones de tránsito, bien podría permitirle también algunos delitos menores, como las exhibiciones obscenas. Tal vez hasta un hurto simple. Aunque hay coincidencia en que es complejo que pueda ampararse en su abolengo para un “robo con armas”. No obstante existe una evidente zona gris, jurídicamente hablando.
Otro tema en discusión es si dicha prerrogativa es hereditaria. De hecho, Cabandié la ha adquirido por el accionar y sufrimiento inicial de sus padres. Sin ellos, no sería ni siquiera un personaje público y mucho menos funcionario. Por ende la cuestión hereditaria juega un rol. Es posible que los hijos de Cabandié puedan alegar: “soy nieto de desaparecidos”, ahora ¿hasta dónde se extienden los privilegios? ¿Soy tataranieto de desaparecidos sigue siendo un título nobiliario? Los juristas no se ponen de acuerdo en ello.
Como todo derecho impuesto por la costumbre, convendría legislarlo, derogar o modificar ese molesto artículo 16 de la Constitución, y de paso nos evitamos que jóvenes humildes pierdan su trabajo por intentar aplicar la igualdad ante la ley, como en el caso de la agente de tránsito despedida en Lomas de Zamora, y por otra parte, impediríamos discusiones sordas y plagadas de ridiculeces. No lo obligaríamos a Cabandíé a decir que “combatió a la dictadura” cuando no es cierto. El legislador nació en cautiverio, mas no pudo combatir nada de bebé. Hubiese sido más ajustado, en todo caso, “mis padres combatieron a la dictadura” o “mis padres sufrieron a la dictadura”. Pero no tener la norma bien legislada lo lleva al pobre de Cabandié a decir mentiras o, en todo caso, a dejar escapar ciertos aspectos retorcidos de su imaginación.
En todo caso, Cabandié adquirió sus derechos y logró enterarse de quién era porque hubo otros que combatieron en serio a la dictadura, sin armas y con la ley en la mano. Gracias a ellos, además, hoy puede cometer libremente infracciones de tránsito al menos, y hacer despedir jóvenes humildes de sus empleos. No es poco. Poseer un seguro al conducir un vehículo es una garantía establecida por la norma para la protección de terceros. Si uno comete un daño manejando un rodado, el Estado debe tener la certeza de que podrá responder al menos patrimonialmente a dicho daño, que es potencialmente posible al transportarse en una “cosa riesgosa” como es un automóvil.
Pero a Cabandié esto no tiene por qué importarle, su prerrogativa de nacimiento lo exime de pensar en los otros y cumplir la norma. Como en la épocas medievales, uno deberá empezar a pensar más en convivir que en casarse formalmente. No sea cosa que su novia esté más o menos buena, y se le apersone Cabandié en el registro civil, reclamando su derecho de “pernada” y encima vaya usted preso por intentar impedirlo.