Por: Horacio Minotti
Cada uno de nosotros tiene derecho a festejar su cumpleaños cómo y con quien le plazca. Y bien podríamos tener algún amigote en problemas con la ley, al cual le otorgásemos el beneficio de la duda y hasta creyésemos su historia de inocencia. Es humano y está bien, le damos margen a la inocencia de aquellos a quienes apreciamos.
Pero ni usted ni yo somos ministros de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, la cabeza del Poder Judicial y tribunal superior de la Nación. Si lo fuéramos, deberíamos tener otros cuidados en la celebración de nuestros onomásticos, dado que ese amigo “erróneamente” imputado en 50 expedientes penales bien podría caer con alguno de ellos en el tribunal que eventualmente integraríamos, y eso afectaría nuestro buen juicio y nos obligaría a excusarnos de sentenciar en tal causa.
Cuando por casualidad los jueces reciben el expediente donde se ventila el conflicto judicial de alguna persona relacionada, los magistrados de buena fe suelen excusarse de intervenir en ellos “por razones de decoro y delicadeza”, dejando que dichos autos sean evaluados por otro juez sin vínculos con los involucrados, para que pueda aplicarse la ley conforme a un razonamiento equilibrado sin influencias emocionales.
Así las cosas, cuando se es un juez de la Corte Suprema y se quiere festejar un cumpleaños, no resulta muy “prudente” invitar al vicepresidente de la Nación, constantemente potencial presidente en ejercicio, y muy en especial cuando éste tiene al menos medio centenar de causas penales de diversa índole, todas ellas relacionadas con diversas modalidades de uso de su cargo para negocios privados. Más concretamente, me refiero al segundo cumpleaños consecutivo en que el ministro de la Corte Suprema Eugenio Zaffaroni invita a la celebración al vice Amado Boudou, y esto, a la vez, trasciende.
El vice no es la única persona en conflicto con la ley que participó de la fiesta. La señora Hebe de Bonafini tampoco está totalmente liberada de las implicaciones que rozan a su hija, por ejemplo, en la causa que investiga el desfalco del programa de viviendas “Sueños Compartidos”, donde curiosamente el ex mano derecha e “hijo putativo” de Hebe, Pablo Schoklender, imputó además al propio Boudou. Pero en todo caso, lo de la titular de Madres de Plaza de Mayo es bastante menos “abrumador” que el tema Boudou, en términos de cantidad de causas y niveles de involucramiento procesal.
El “decoro y delicadeza” de los magistrados debe mantenerse no solamente en el ejercicio de sus fueros, sino también en toda su vida pública. Y claramente, el cumpleaños de Zaffaroni es público. No es posible pensar que el mencionado es el único ministro del alto tribunal que festeja el aniversario de su nacimiento. Tal vez alguno no sea afecto a estas cuestiones, pero la mayoría de la gente de un modo u otro celebra estas fechas. Lo que queda claro es que en ninguno de los demás casos tales fiestas trascienden. Por menos pomposas, por menos pintorescas, o porque no asisten funcionarios de otros de poderes del Estado, a los que dicho juez eventualmente debería juzgar.
Las fiestas de cumpleaños de Zaffaroni sí trascienden, y lo que especialmente se sabe siempre es quiénes son sus invitados, y en algunos casos, es posible pensar que el mencionado ministro no guarda “decoro y delicadeza”. Es cierto que el juez de marras anunció que se retirará del alto cuerpo este mismo año, y que es más que probable que ningún expediente que involucre a Boudou llegue a ser tratado tan rápido por el tribunal que integra. Pero también lo es que al formar parte de la cabeza del Poder Judicial, aun cuando las sentencias de cada magistrado son propias e independientes, un juez de grado bien podría verse “condicionado” en su resolución sobre un imputado que muestra manifiesta y pública amistad con su superior jerárquico, en este caso, Zaffaroni.
No es un delito, ni siquiera una infracción ni una violación, en principio, de ninguna normativa; pero sí es un grotesco, es totalmente inconveniente, es una imprudencia, en tiempos en que la corrupción administrativa está en el centro de la escena y resulta lacerante socialmente, cuando existe demasiada gente que no se alimenta de modo suficiente o no accede a condiciones mínimas de sanidad, o no puede salir de la marginalidad, en buena parte por esa corrupción, y cuando el vicepresidente, con razón o sin ella, está señalado por los más diversos actos de corrupción.
Es un criterio y por cierto puede haber otros, pero parece alejado de los cánones habituales de decoro y delicadeza que deben observar los magistrados que Boudou asista al cumpleaños de Zaffaroni, que éste lo invite siquiera, que celebren y brinden juntos. Sin prisa pero sin pausa, nos acercamos a los cánones éticos de la republiqueta bananera que Alberto Olmedo graficaba al personificar al “Mariscal de Costa Pobre”.