Por: Horacio Minotti
Si prestamos atención a ciertas conversaciones sobre la realidad de nuestro país, los problemas y las fallas de los gobiernos, detectaremos que muchos de nuestros interlocutores usan la siguiente frase: “acá tiene que venir alguien que…”. En ese formato o similar, el concepto se repite. Quienes ya tienen mentalmente definido quién es ese “alguien”, se aventuran un poco más y dicen: “si estuviera Fulano, tal cosa sería distinta”.
Buscar a “alguien”, o adjudicarle propiedades mágicas a un Fulano, sin analizar qué piensa sobre los más variados aspectos de la realidad que nos envuelve o condiciona, es un pensamiento mesiánico y a la vez mágico, que nunca o casi nunca, tienen ninguna relación con la realidad. Es más, en el primero de los casos, el “tiene que venir”, la quita todo carácter decisivo a la voluntad popular, y a la vez nos refugia psicológicamente del eventual fracaso, porque ese alguien “vino”, no es que seamos responsables de que haya venido.
La espera “del salvador” no es saludable, revela características impropias de una sociedad evolucionada y madura. Es sustancial comprender que nadie “viene” a rescatarnos, que quienes circunstancialmente ocupen el gobierno han sido puestos por nosotros mismos en uso de nuestra soberanía, y su éxito o fracaso nos involucra directamente. Y tan importante como ello es entender que no hay quien pueda gobernar solo o sin proyecto. Votar a una persona por tal es entender que se trata de un mesías, un ser superior al resto que tiene características sobrenaturales para resolver nuestros problemas, es otorgarle condimentos religiosos a la política.
De tal modo, entregarle nuestro voto a alguien, sin analizar su entorno, o su proyecto de país, conlleva sistemáticamente al fracaso. Quienes votaron por Néstor en 2003, ¿se molestaron en saber quiénes eran Julio De Vido o Carlos Zannini, por ejemplo? Me atrevo a suponer que muy pocos.
La Argentina no tiene un futuro si los electores no apoyamos y empujamos todos a la vez un proyecto de país. Por cierto, los ciudadanos de a pie difícilmente tengan el tiempo y los elementos para elaborar ese proyecto, pero lo que sí pueden hacer es exigírselos a los dirigentes antes de darles su voto. Qué país nos proponen y qué caminos sugieren para llegar a él, con qué equipo piensa sustentar ese trabajo, son exigencias mínimas que un ciudadano debe tener para con un dirigente que aspira a gobernarnos.
Por sólo tomar un ejemplo que le cabe a muchos dirigentes. En un periódico de gran circulación del domingo pasado, el gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, dijo: “Sé que la gente me dará una oportunidad y podré hacer un muy buen trabajo”. Muy bien, tal vez sea así, pero ¿oportunidad de hacer qué tipo de “buen” trabajo? ¿Qué quiere hacer Scioli con la Argentina? ¿Lo mismo que hizo en la Provincia? ¿Con qué equipo de trabajo va a resolver el problema de la inseguridad y en base a qué plan? ¿Cómo va a plantear la resolución de los problemas económicos, sociales, el acceso a la Justicia y su eficiencia, la salud y la educación? ¿Por qué se le daría a Scioli una oportunidad si no nos dice para qué la quiere? ¿Por qué habría que creer en él si no sabemos qué quiere hacer y quién lo rodea? El gobernador bonaerense es mencionado solamente a modo de ejemplo, porque muchísimos dirigentes funcionan igual. Cuando uno los observa y escucha, no termina de saber si están subestimando a los ciudadanos o simplemente no tienen otros recursos. En cualquiera de ambos casos, la Argentina estará, de seguir en este camino, envuelta en fracasos cíclicos determinados por el azar, la economía internacional, o el precio desmesurado o bajísimo de algún producto surgido de la tierra (como la soja), pero no habrá una gestión estatal con un norte claro y definido, una meta acordada por la mayoría de los ciudadanos, con un conductor convencido de esa meta y de los caminos para alcanzarla.
¿Cuál es la diferencia entre “la gente me dará una oportunidad” y el “síganme” utilizado por Carlos Menem en su primer campaña presidencial? ¿Por qué habría que darle la oportunidad o seguirlo sin saber qué quiere hacer o adónde lo estoy siguiendo? Elegir proyectos y equipos de trabajo es el secreto de todo éxito. Y entender que se los elige y no “vienen”. Que es nuestra responsabilidad, tanto que estén como que no estén gobernando. Por supuesto que el líder del proyecto es importante, pero si resulta ser lo único que consideramos, estamos apostando siempre al realismo mágico y multiplicando los fracasos.
Tenemos dos años por delante para definir hacia dónde queremos llevar la Argentina del futuro. Dos años para pensar, analizar a las personas y también sus equipos, su historia, y especialmente su proyecto de país. Si empezamos ahora, es tiempo suficiente. Y si perdemos el tiempo, si votamos un slogan o una sonrisa o un “anti algo”, seguiremos presos de un espiral interminable que lleva a fracasos periódicos, cada vez más dolorosos y cada vez más irreversibles.