Por: Horacio Minotti
Los últimos avances en la investigación por la muerte dudosa del fiscal Alberto Nisman arrojan como resultado que aparentemente tenía una movida vida personal, frecuentaba algunos lugares de diversión nocturna y hasta habría hecho uso de los servicios de alguna agencia de prostitución VIP. No puede en ese marco, eludirse el dato de que se trataba de un señor divorciado, que no debía rendir cuentas de su vida sexual y privada a nadie.
Aun cuando todo lo dicho sea cierto, ninguno de tales datos invalida su denuncia, las escuchas, la relación perfectamente circunstanciada de los hechos relatados e hilvanados con precisión en la presentación que efectuase. Tuviese Nisman un affaire homosexual como se planteó inicialmente desde el oficialismo, o fuese el nuevo Isidoro Cañones porteño, ¿en qué cambia la gravedad de los hechos denunciados?
En todo caso al extinto funcionario era consumidor de tales tentaciones de la noche. El ex Ministro de la Corte Suprema ultrakirchnerista, Eugenio Zaffaroni, poseía 14 propiedades, todas ellas explotadas como prostíbulos, y su defensa consistió en decir que no estaba al tanto de tal cosa. Permítaseme la duda ante semejante insulto a la inteligencia de cada uno de nosotros, pero lo cierto es que Zaffaroni estuvo sospechado todos estos años de ser un empresario de la prostitución, no un simple consumidor de la misma, y todavía así, no se han puesto en duda sus sentencias por tal motivo.
Se ha promovido también la idea de que el fiscal utilizaba los dineros del Estado volcados a su fiscalía, para sus gustos personales. De ser así, esto constituiría por cierto un delito, pero como es sabido, no es pasible de juzgamiento por encontrarse fallecido. Por ende, resulta a todas luces irrelevante hoy semejante situación y tampoco es invalidante de la denuncia por el supuesto plan criminal de encubrimiento a Irán, que según Nisman, encabezaba la señora presidenta.
El kirchnerismo en ciertos puntos resulta extremadamente ridículo. Pretende deslegitimar una denuncia de gravedad inusitada, que bien podría haberse caratulado como traición a la patria, deshonrando al fiscal por consumir prostitución, cuando su “magistrado emblema” pudo haber sido un empresario “oferente” de prostitución.
Ciertamente, la denuncia sobre el plan criminal de encubrimiento tiende a perecer, la estrategia K es obtener resolución firme de sobreseimiento antes del cambio de gobierno, para que la misma genere el efecto de la “cosa juzgada” (nadie puede ser imputado dos veces por el mismo hecho), y los magistrados no se sientan en libertad de investigar, con el kirchnerismo fuera del poder.
La última maniobra del “amigo” de Nisman, Diego Lagomarsino, denunciando la cuenta en el exterior que compartía con el fiscal y mencionando que él mismo le requería la entrega mensual de la mitad de su salario, carece en definitiva de relevancia procesal. No prueba que Lagomarsino sea inocente de las acusaciones elípticas que ha recibido de la querella y del mismo gobierno, ni que no haya estado en Le Parc en el momento de la muerte, ni si Nisman le pidió la pistola o Lagomarsino la llevó por otro motivo. Tampoco es posible determinar si es cierto que el especialista informático entregaba ese dinero mensual. Dijo haberlo hecho en mano y, como prueba, exhibe constancias del retiro de la mitad de su salario ni bien el mismo era depositado. Tal cosa no resulta prueba más que de que Lagomarsino necesitaba solventar las cuentas que todos pagamos a principios de mes.
Más bien parece ser una apuesta más a desgastar la imagen personal del fiscal denunciante. El kirchnerismo exhibe su vida personal poco recatada, su “amigo” le endilga corruptelas, y como extraña consecuencia el gobierno deja de señalar a Lagomarsino como hizo los últimos dos meses. A cualquier matemático le cierra la ecuación.
Luego de las filmaciones del local de “esparcimiento” Spartacus que complicaron al juez Norberto Oyarbide, quedó claro que la vida personal de los magistrados no es óbice para el desempeño de su cargo. Tal magistrado ha seguido cumpliendo sus funciones y las críticas que ha recibido y las diversas acusaciones que pesan sobre él en el Consejo de la Magistratura, no están relacionadas con su tipo de vida, sino con presuntos hechos de mal desempeño de su cargo. Acusaciones de las que el kirchnerismo lo ha defendido a capa y espada. Si los constantes sobreseimientos de Oyarbide a funcionarios del gobierno no son objetables por sus preferencias sexuales y su modo de llevar su vida personal, las acusaciones de Nisman tampoco pueden ser descartadas por su inclinación por señoritas de la noche.