Después de años de intenso regateo y posturas espectaculares, en Washington DC, republicanos y demócratas llegaron a un acuerdo bipartidista sobre el presupuesto federal de Estados Unidos. Las negociaciones fueron discretas y desprovistas de gestos dramáticos, pero el resultado fue limitado y parcial. En términos simples, el acuerdo no abarca “toda la enchilada”.
Una de las razones principales fue precisamente que los negociadores, conducidos por el representante Paul Ryan (republicano de Wisconsin) y la senadora Patty Murray (demócrata de Washington), se concentraron en un acuerdo limitado y por ende viable.
Como resultado, el gasto del gobierno federal aumentará US$65.000 millones durante los próximos dos años, mientras que el déficit fiscal será reducido en US$22.500 millones, durante los próximos diez años. Algunos cobros por servicios aumentarán, tales como los de la seguridad en aeropuertos, lo cual se traducirá en aumentos en el costo de los boletos aéreos. Además, aumentarán las contribuciones a las pensiones de los nuevos empleados federales y de los militares de 0,8 a 1,3 %. Pero, el principal logro es que durante los próximos dos años será imposible amenazar con cerrar el gobierno federal. Como dijo la senadora Patty Murray, la incertidumbre causada por las amenazas de cerrar el gobierno fueron “devastadoras para nuestra frágil recuperación económica”.
Muchos asuntos se quedaron fuera, tales como extender el seguro de desempleo para quienes han estado desempleados por largo tiempo, o bien los cambios en los programas sociales, tales como el Medicare y la seguridad social. Pero como lo reconoció el congresista Paul Ryan: “en un gobierno dividido no siempre se consigue lo que uno quiere”.