Por: Ismael Cala
Un número importante de hombres y mujeres de éxito nunca cursaron estudios universitarios. Triunfar en la vida no depende simplemente de un título formal, pero es cierto que un certificado superior trae consigo ventajas indiscutibles, entre ellas, mayores posibilidades de empleo y un salario más seductor.
La mayoría de las grandes corporaciones apuesta por profesionales egresados del nivel superior. Sus ejecutivos obvian, por lo general, la falta de experiencia del recién graduado y enfocan su interés en dos aspectos fundamentales: la juventud y el nivel teórico-profesional de la persona que contratan. Todo empresario con vocación de líder presta atención al futuro de su entidad. De ahí la avidez por los universitarios, entre otras razones.
Pero la deferencia de la que es objeto un recién salido de las aulas trae aparejado otros riesgos. Lograr un trabajo bien remunerado, con relativa facilidad, tiende al acomodamiento, y la estabilidad económica temprana crea en algunos la falsa imagen de éxito. Un título y un trabajo profesional valorado y estable, más que el fin, debe interpretarse como un primer gran paso en pos de sueños superiores, tanto profesionales como personales.
La revista norteamericana Forbes, especializada en negocios y finanzas, alerta sobre los errores laborales más comunes que perjudican a los jóvenes universitarios: “La comodidad puede provocar que la expectativa de un futuro prometedor se reduzca a los límites de la compañía donde se trabaja… Nunca se deben obviar las oportunidades que permiten crecer profesionalmente… Atarse a un sitio no es recomendable… Es dejar de tener aspiraciones”.
La mayoría de las veces el “amarre” se produce por dinero, pues tememos que los ingresos mermen con un cambio. Nada de descabellado tiene pensar así, sobre todo en tiempos de crisis, pero también es provechoso preguntarse: ¿Dónde quedaron nuestras aspiraciones personales? ¿Qué hicimos con la motivación que nos impulsó a estudiar una carrera? ¿En qué plano queda la realización profesional?
Por muy cómodos que nos sintamos en un trabajo, sobre todo al inicio de la vida laboral, no dejemos de pensar en caminos más amplios y acordes a nuestros intereses personales y profesionales. Cuando nos percatamos de ello, aparece la gran disyuntiva: ¿Conservamos lo obtenido o nos lanzamos a la conquista de nuevos horizontes?
Es una decisión personal muy seria. Tú, estimado lector, ¿cuál rumbo escogerías?