Por: Itai Hagman
La ciudad de Buenos Aires fue pionera en el desarrollo del subte, adelantándose varias décadas al resto de los países de América Latina. Sin embargo hoy cuenta con una de las redes más limitada e ineficiente de todo el continente. El próximo viernes para viajar en subte habrá que pagar $3.50. Desde que comenzó la transferencia de su jurisdicción al Gobierno de la Ciudad, hace poco más de un año, se acumula un amento del 318%. El macrismo justifica la medida en la promesa de una supuesta modernización del subte que comenzó por la línea A y no mostró más que cambios cosméticos. Está claro que el PRO no tiene un plan de desarrollo de transporte ni del subterráneo y durante toda su gestión ha hecho poco y nada.
El esquema de gestión del subte se repite en otras áreas de transporte masivo. Bajísima inversión pública en mantenimiento y modernización del sistema conviven con empresas privadas concesionarias del servicio que gestionan bajo la lógica de la rentabilidad económica. El centro no está en el usuario, que viaja cada vez en peores condiciones, sino en el negocio. En todos estos años de bonanza económica, gobierno nacional y de la Ciudad no han podido dar una alternativa a este sistema en crisis. Mauricio Macri prometió construir 10 kilómetros de subte por año y en los cinco que lleva su mandato solo se hicieron 3 km en total.
El rol de Metrovías, lo que no se dice
Mientras el subte fue administrado por el Gobierno Nacional, la tarifa se mantuvo por los subsidios que recibía Metrovías. El macrismo, pese a contar con un presupuesto de más de 40.000 millones de pesos, prefiere descargar el costo en los usuarios aumentando el boleto. Lo que no se menciona en este debate es qué hace la concesionaria del grupo Roggio con esos ingresos que recibe.
La empresa montó una red de tercerización que le permite fugar las ganancias que obtiene de distintos servicios y presentar ante la Comisión Nacional de Valores balances que la muestran deficitaria, cuando en realidad no lo es. De esta manera parasita año a año los recursos públicos y reproduce un esquema en donde el patrón de los negocios se impone a las necesidades y los derechos a un transporte digno.
Una investigación y denuncia realizada por el diputado de la Ciudad Rafael Gentilli demuestra que Metrovías fuga como mínimo nada menos que 100 millones de pesos al año. ¿Cómo lo hace? Transfiriendo esas ganancias a empresas que pertenecen al mismo grupo Roggio, pero que aparecen formalmente como proveedores de Metrovías. Este hecho podría ser motivo suficiente para rescindir el contrato de concesión, ya que constituye una estafa al Estado y la ciudadanía. Pero no, Metrovías no está en cuestión.
La doble cara de los subsidios
Entre 2004 y la actualidad Metrovías recibió 3.200 millones de pesos del Estado Nacional, monto que equivale al valor de construcción de dos líneas enteras nuevas. Los subsidios al transporte son defendidos como una herramienta para mantener una tarifa baja. Argumento incuestionable, ya que un retiro de los subsidios mientras se sostiene el esquema de concesiones privadas implicaría un aumento exponencial del precio. Pero ¿por qué seguir sosteniendo este esquema de subsidios que les asegura una ganancia millonaria a la empresa sin prácticamente adelantar ninguna inversión ni correr riesgo alguno? ¿Qué estamos subsidiando, la tarifa o las ganancias de Metrovías?
Los esquemas de subsidios y privatización han ido de la mano. El transporte es una de las áreas más críticas y las consecuencias están a la vista. Los muertos de Once tienen entre sus responsables a quienes gestionan con esta lógica. Se trata de una de las herencias de la era menemista que en todos estos años nadie se atrevió a modificar.
El transporte masivo es deficitario en todo el mundo. Para lograr que sea masivo y de calidad se requiere de una planificación integral. La competencia entre los distintos medios de transporte (colectivos, subte, trenes) perjudica fundamentalmente a los usuarios. El patrón privatizador que se sostiene, también. Una política integral de transporte, trazada en toda el área metropolitana, capaz de combinar los distintos medios disponibles y priorizando a los usuarios por sobre todo, requiere en primer lugar terminar con este esquema de lucro y concesiones fraudulentas. El subte que queremos y necesitamos en la Ciudad es incompatible con los intereses del grupo Roggio.