Por: Itai Hagman
Pino Solanas se une con Carrió. Libres del Sur pacta con la UCR. Hermes Binner expresa y reafirma públicamente su apoyo a Capriles, el candidato de la derecha venezolana. ¿Qué está pasando en el “progresismo”?
Cualquier persona que no se dedica a la militancia política pero que tiene su corazón del centro hacia la izquierda no puede sentir más que perplejidad ante las decisiones que toman los principales dirigentes de lo que comúnmente denominamos “progresismo” o “centroizquierda” en nuestro país. ¿Parece razonable que el candidato a presidente del FAP sienta más simpatía por el líder de la derecha venezolana que por el chavismo? ¿Es lógico que una alternativa “progresista” al kirchnerismo se haga en alianza con la UCR y el lobbista financiero neoliberal Prat Gay? ¿Es sensato que se postule a Elisa Carrió como nueva figura del progresismo porteño? Parece de locos. Sin embargo si observamos la trayectoria de estos actores, las decisiones y declaraciones recientes no son más que la frutilla de un postre, cada vez, en peor estado.
Cuestionamientos al “modelo” K o antikirchnerismo funcional
Muchos de los cuestionamientos al kirchnerismo son absolutamente compartidos. Se observa la falta de una política económica de cambio estructural y la pervivencia de un esquema dependiente y concentrado. El sostenimiento de un sistema tributario regresivo, la precarización laboral y un largo etcétera de deudas que no son sólo rémoras de los noventa, sino que hacen a pilares del propio modelo.
Los conflictos que el gobierno ha tenido en los últimos años con distintos sectores de poder (el campo, los medios y el Poder Judicial, entre otros) han enceguecido a estos espacios confundiendo una agenda progresista con la de estos sectores. ¿Qué punto de contacto puede tener un proyecto realmente progresista con los intereses de entidades patronales del campo, o con los intereses de un grupo mediático monopólico, o con la consigna de defensa de la república frente al debate sobre la Justicia?
En la polarización social que estos conflictos generan, un sector de la población ostenta una oposición al kirchnerismo absolutamente reaccionaria. Su bandera es evitar que “Argentina no se convierta en Venezuela”. La oposición de derecha se siente absolutamente cómoda en el diálogo con estos sectores. Lo mismo hacen Binner, el radicalismo y Carrió, quienes construyen permanentemente el cuco del “populismo” que atraviesa de la región. Las fuerzas del FAP y de Proyecto Sur terminan por sumarse a la misma ola a pesar de que muchas de ellas tienen una visión opuesta sobre el significado de estos términos.
Cegados por un “antipopulismo” -a veces más emocional que político-, estos sectores terminaron haciendo propias las banderas de los sectores dominantes de la Argentina. En lugar de cuestionar al gobierno por lo limitado de sus medidas, se ponen la camiseta de la reacción de turno y repiten su discurso. Denuncian al gobierno por autoritario, por soberbio, por no escuchar a los distintos sectores ni dialogar con nadie, por generar conflictos y dividir a la sociedad, por querer acallar la libertad de prensa, por desalentar inversiones, por querer reformar la Constitución. ¿Quién construye esa agenda? ¿Es esa la agenda de las fuerzas “progresistas” o es la agenda de los sectores conservadores?
Hoy la agenda del poder libra una batalla “en defensa de la República” donde se anotan nuevamente desde Pino Solanas hasta Mauricio Macri. El discurso común de todos estos sectores, que en realidad no tienen ninguna coincidencia política ni ideológica, es la garantía de salir todos los días en los diarios. El oportunismo en vistas de las elecciones prima por sobre la coherencia y la firmeza en las convicciones.
“Si quieres resultados distintos no hagas siempre lo mismo”. Albert Einstein.
Algunos consideran que en política el fin justifica los medios. En este caso ni siquiera. La alianza entre Pino Solanas y Elisa Carrió, ¿a quién beneficia? ¿A Pino Solanas para ser senador pese a generar una fuerte crisis en su movimiento, o a Carrió que luego de pasar a duras penas las primarias en 2011 se ha vuelto a convertir en la estrella de la oposición? Pino Solanas se arriesga a ser senador -para lo cual debe ganarle al kirchnerismo- y a cambio le asegura a Carrió la renovación de su banca de diputada. Por su parte, “Lilita” ha dejado claro cuál es su objetivo para la próxima elección: lograr que los tres senadores sean de la oposición. Es decir que el triunfo del PRO en la Ciudad sería hasta festejado en la medida en que servirán para la evitar la reforma constitucional.
Las definiciones de este “progresismo” han dejado en orfandad política no sólo a muchísimas personas honestas que han confiado en estos espacios, sino también a organizaciones sociales. Se vuelven a cometer errores del pasado, pero si la Alianza en los noventa fue una equivocación política que frustró expectativas, en la actualidad reeditarla es directamente una opción reaccionaria.
Los conflictos entre el gobierno y los sectores de poder deben servir para tomar la agenda de los sectores populares y exigir medidas de fondo, en lugar de asumir como propias las demandas y el discurso de los de arriba. Los cuestionamientos al PJ y a las alianzas del gobierno deben estar en función de construir otro tipo de movimiento político y social, y no una alianza con estructuras igualmente viciadas. A lo mejor las elecciones del 2013 sirvan para enterrar una experiencia, y comenzar construir otra perspectiva para la Argentina.