Por: Itai Hagman
Nuestro sistema tributario, el que determina cómo se financia el Estado, es decir de dónde y en qué medida se apropia de recursos de distintos sectores sociales, nunca es puesto en discusión en forma integral. Sin embargo aparece recurrentemente vinculado a los problemas concretos que se debaten en la economía actual, por ejemplo cuando se discute el mínimo no imponible para el pago de ganancias de la cuarta categoría o la necesidad de gravar actividades exentas como la renta financiera o el juego. Aparece cuando se habla de los precios de los bienes de consumo popular, en donde se cobra el 21% de IVA a todos por igual. Aparece también cuando discutimos el comercio exterior y las retenciones o cuando se debate sobre el sistema previsional, donde aparecen los aportes de empresas y trabajadores para las jubilaciones. Pero falta una mirada integral, de todo este conjunto.
¿Cuánto aporta hoy cada sector a los más de 800.000 millones de pesos que recaudará el Estado Nacional este año?
La principal fuente es el impuesto al consumo, más conocido como IVA y representa casi el 30% del total. En segundo lugar aparecen las contribuciones y aportes a la Seguridad Social (jubilaciones), que representa aproximadamente un 25% de la recaudación y que se divide entre aportes personales de los trabajadores y contribuciones de las empresas. Recién en tercer lugar aparece el impuesto a las ganancias con un 20%, de los cuales una cuarta parte en realidad corresponde a la discutida “cuarta categoría” y no a ganancias empresariales. Finalmente los impuestos vinculados a la aduana, fundamentalmente las retenciones a la exportación, que aportan alrededor del 10%.
Principales comparaciones
- Si comparamos la recaudación del IVA con la del impuesto a las ganancias de las empresas podemos afirmar que el Estado recauda el doble del consumo popular que de las ganancias del capital. El IVA es un impuesto sumamente injusto, ya que cobra por igual sin distinguir el nivel de ingresos de cada persona. Da igual si sos rico o pobre, si vivís en un barrio elegante de la Capital Federal o en una villa del conurbano bonaerense. Además, si medimos el impacto de este impuesto en proporción a los ingresos claramente aumenta en los sectores de menores recursos que no tienen capacidad de ahorro y por tanto dedican un porcentaje mucho más alto al consumo de bienes y servicios.
- En segundo lugar llama la atención que los trabajadores y sus patrones aporten casi la misma cantidad al sistema previsional. La razón es que en 1993 un decreto de Menem y Cavallo estableció una rebaja de las contribuciones patronales, con el argumento de generar mayor “competitivdad” para las empresas y con la promesa de que esa medida iba a incentivar la generación de trabajo. Las empresas no cumplieron con esa promesa ya que el desempleo trepó a casi 20% en pocos años, pero sin embargo siguen gozando hasta el día de hoy de la rebaja de aproximadamente la mitad de las contribuciones patronales que pagaban previamente.
- Un tercer elemento llamativo es que no aparece en las principales fuentes de recursos impositivos ningún tributo vinculado a la riqueza acumulada en dinero, inmuebles, tierras, etc. Es decir que se cobra impuestos a los ingresos (de personas o de empresas), se cobra impuestos al consumo, se cobra impuestos a las exportaciones, pero prácticamente nada a la acumulación de ahorro. Por ejemplo el impuesto a los Bienes Personales representa solamente el 1% de la recaudación.
Pagan menos, pero evaden más
Otro elemento importante para pensar cómo se financia el Estado es observar los niveles de evasión. Que la ley dice que una empresa o una persona deban pagar más, dista mucho de lo que ocurre en la práctica. Es sabido que quienes tienen más recursos, destinan una parte de ellos a buscar formas de evadir o eludir impuestos. Esto es particularmente cierto dentro de las grandes empresas, que cuentan con equipos contables que se especializan en eludir la carga tributaria, por el que se calcula llegan a evadir un 40% de sus obligaciones impositivas (dato provisto por la AFIP). Esta situación contrasta con los impuestos que recaen sobre los sectores populares, sobre todo el IVA, o el impuesto a las ganancias que recae sobre los trabajadores, que resultan imposibles de evadir.
También cuentan con facilidades para “eludir” el pago los que más ganan entre quienes deben pagar el impuesto a las ganancias de la cuarta categoría, tal como demostró Marcelo Zlotogwiazda en un artículo recientemente publicado, que además pone en tela de juicio su efectiva progresividad. De las 100 mil personas que más ganaron durante el 2012 (entre medio millón y hasta más de 10 millones de pesos en blanco en el año) en lugar de pagar el 35% que marca la ley, solo aportaron en promedio un 19% a través de distintos mecanismos de deducciones impositivas. Esto significa que el Estado dejó de recaudar casi 30 mil millones de pesos, lo que equivale al presupuesto total del Ministerio de Educación o que permitiría cuadruplicar el del Ministerio de Salud.
La necesidad de una reforma tributaria
Las medidas parciales que se han tomado recientemente, vinculadas al aumento del mínimo no imponible, aunque positivas, no conducen a un replanteo general de la estructura impositiva, que aparece como imprescindible para modificar el nivel de desigualdad social existente en nuestro país.
Los sectores empresariales suelen poner el grito en el cielo contra la “presión tributaria” que sufren, pero la realidad indica que quienes son castigados con mayor peso en el esquema impositivo actual son los sectores populares. Eso explica las enormes ganancias que el poder económico concentrado ha obtenido en estos diez años gracias a una matriz tributaria absolutamente regresiva.
Algunas de las claves para pensar una reforma tributaria progresiva son el restablecimiento de los aportes patronales disminuidos durante el menemismo, la elevación y segmentación de los impuestos a las grandes ganancias así como a las grandes propiedades y fortunas. De esta manera se podría aplicar una eliminación o devolución del IVA de los productos de la canasta familiar que implicaría un aumento en el poder adquisitivo de los sectores populares.
El sistema tributario no es neutral. Puede actuar para mejorar o también para empeorar el nivel de desigualdad social. En nuestro país seguimos sosteniendo un esquema que data de los ´90 y favorece a los que más tienen y castiga a los que ganan menos. Avanzar en una redistribución de la riqueza y los ingresos implica asumir esta agenda y afectar determinados intereses. Quizás por eso tanto desde el oficialismo como desde la mayor parte de la oposición, no se atreven a discutir estas propuestas.