¿Dónde está mi trigo?

Iván Ordóñez

Hoy vivimos en el largo plazo de 2007 y es horrible. Durante el 2013 Argentina estuvo a punto de importar trigo (si es que no lo hizo) y nunca antes los productores agrícolas sembraron tan pocas héctareas.

El consenso en el sector es tajante: la intervención del secretario de Comercio Interior que se inició en 2007 con los cierres abruptos de exportación desestimuló el interés de los productores para el cultivo del cereal. A partir de mayo de 2008 el gobierno creo los Registro de Operaciones al Exterior (ROE), el cual actúa como un permiso para exportación. Para determinados cultivos como la soja, la apertura del registro a los exportadores era ilimitada. En el caso del trigo la cantidad de toneladas liberadas para la exportación siempre fue significativamente inferior a la producción, generando un exceso de oferta artificial en el mercado interno. Como el trigo no podía salir de Argentina, se hacía brutalmente abundante dentro de sus fronteras. Así, el precio interno del trigo fue durante 6 años sistemáticamente inferior al precio externo. No solamente el precio percibido por el productor es inferior, a la volatilidad normal del precio de un producto agrícola (acosada por el clima entre otros factores) se le sumó la que agrega la intervención arbitraria de un gobierno que abría y cerraba el grifo sin mucha previsibilidad.

Los productores agrícolas se ajustan rápido, pero sólo pueden ajustarse una vez al año y anualmente a las señales que envía el mercado. Con el correr de las campañas modificaron su plan de siembra para reducir su exposición a un cultivo cuyo precio al momento de cosecha tenía altísimos niveles de incertidumbre. El trigo se siembra en invierno, la soja en verano. La soja no le “robó” área al trigo, lo hizo más rentable. Zonas trigueras como el Sudeste de Buenos Aires se hicieron sustentables a largo plazo, mejorando el suelo con la siembra de soja con “la directa”, como le dicen los gringos a una metodología de siembra que aprovecha los rastrojos de la anterior campaña, protegiendo el suelo de la erosión. Fue la incertidumbre la que le robó hectáreas al trigo como se ve en el gráfico.

Trigo

El gobierno se ocupó de aclarar que su objetivo era la defensa de la mesa de los argentinos. El rubro panificados entre 2007 y 2013 subió un 451%, bastante por arriba de las estimaciones privadas de inflación que fue de un 325%. No sólo la comparación de los índices de precios muestra que la restricción a las exportaciones fue inútil a la hora de contribuir a la reducción de precios del pan de los argentinos. De acuerdo con un estudio realizado por la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo Argentino (FADA), el trigo a diciembre de 2013 sólo representaba un 10% del costo del pan, esto es, para que el pan suba un 10% el precio interno del trigo debía duplicarse. Su incidencia es mínima y en otros productos como facturas y pastas es despreciable.

El trigo artificialmente bajo de los cinco años que van de 2007 a 2012 dio lugar al trigo artificialmente caro del 2013. Como lo que había era poco porque nadie quería sembrar, los argentinos pagaron el trigo más caro del mundo.

La intervención se inició con un Banco Central rebosante de reservas. Hoy no es el caso, y el trigo podría haber aportado durante estos años a las arcas del Central. La pregunta es cuánto nos costó el error. Estimar una respuesta es sencillo. El gráfico muestra tres escenarios de producción utilizando los rindes reales de cada una de las campañas y multiplicándolos por tres superficies: a) la realmente sembrada, b) una que mantiene el número absoluto de hectáreas de la última campaña “preintervención” de 5,9 millones, y c) una que mantiene la relación de hectáreas de trigo/soja en 36% como la que se tenía en la campaña 07/08, donde por cada 10 hectáreas de soja habían casi 4 de trigo.

El error del secretario de Comercio Interior, sostenido con firmeza durante siete años, le costó al país la friolera de entre 32 y 43 millones de toneladas de trigo dependiendo que escenario se elija (en promedio 6,5 millones de toneladas por campaña). Convertido en reservas podemos estimar un valor de entre 9,4 y 13,6 mil millones de dólares (valorizando cada cosecha a los precios de cada campaña). Argentina podría haber tenido una producción de trigo acumulada de hasta un 72% más alta de la que en realidad tuvo. Para tomar una dimensión de lo que el Banco Central se perdió de ingreso en reservas, el monto de este error de política económica es similar a lo que hoy las propias autoridades del Ministerio de Economía reconocen que requieren para respaldar al peso y salieron a negociar al exterior, con China por ejemplo. Mientras tanto, el error de cerrar la exportación de trigo se mantiene inconmovible.

Los agronegocios no son un problema, son una solución para los argentinos. Las políticas públicas cimentadas en una visión de largo plazo para no generar trampas de inconsistencias a futuro y con un entramado de profundo diálogo con todos los actores que conforman el #Campo serán claves para lograr un desarrollo genuino, federal y con equidad. El desafío que enfrentamos como nación no es, por ahora, de hardware: es de software. Hay que escuchar para cuidar.