Por: Jorge Santos
Un matrimonio de inmigrantes italianos compuesto por Mario Bergoglio, un empleado ferroviario; y Regina, un ama de casa, tuvieron cinco hijos.
Uno de ellos, llamado Jorge Mario, nacido el 17 de diciembre de 1936, se recibió de técnico químico en la escuela secundaria industrial E.N.E.T Nº 27 ‘Hipólito Yrigoyen’.
A los 21 años de edad se ordenó sacerdote, el 13 de diciembre de 1969, en la Compañía de Jesús donde estudió Humanidades y obtuvo una licenciatura en Filosofía.
El cura Jorge, un jesuita moderado, llegó a ser arzobispo de Buenos Aires, el 28 de febrero de 1998.
Más tarde, el 21 de febrero de 2001, por decisión de Juan Pablo II fue designado primado de la Argentina, vale decir jefe de la Iglesia Católica en el país.
Doce años después, el 13 de marzo de 2013, Jorge Mario Bergoglio, a los 76 años de edad, fue elegido el Papa número 266 de la Iglesia Católica.
El nuevo Sumo Pontífice eligió llamarse ‘Francisco’ en honor a uno de los santos más célebres de la Iglesia, San Francisco de Asís.
Este santo italiano se caracterizó por su vida religiosa austera y pobre, aunque fue hijo de ricos.
Bergoglio, Su Santidad Francisco, al igual que su santo inspirador, cultivó siempre una vida alejada de los lujos. Viajaba en subte o en colectivo. Habitaba hace años un departamento muy simple en el edificio de la Curia, cercano a la Catedral de Buenos Aires. Él mismo se hacía la comida y sufría o disfrutaba de los encuentros de su equipo favorito, San Lorenzo de Almagro.
Es un férreo luchador contra la pobreza. Quería que lo llamaran padre y no cardenal. Siempre quiso estar alejado del poder político y de todo lo mediático.
El primer pontífice de la historia de la Iglesia Católica que procede de Latinoamérica, elegido en una votación en la que participaron 115 cardenales electores congregados en la Capilla Sixtina es de carácter reservado, sensible pero firme.
Al Papa Francisco le gusta mezclarse con la gente y en su primera alocución hasta se permitió bromear al decir “parece que los cardenales me vinieron a buscar al fin de mundo“.
Su designación como nuevo Papa, de 1.200 millones de católicos romanos en todo el mundo, significa para la Argentina una bocanada de valores en un territorio donde estos se hicieron trizas.
Dios seguramente tiene mucho trabajo para ser argentino, pero al escoger a Jorge Bergoglio, como sucesor de Pedro, le acaba de hacer un gran favor, al menos, a buena parte de la sociedad argentina.
A esa sociedad, que atraviesa una crisis importante, le demuestra:
Que la decencia sirve para llegar y muy alto.
Que no es necesario ser corrupto para tener poder.
Que el amor y el diálogo sirven más que el odio y la división entre hermanos.
Que se debe predicar con el ejemplo.
Que no es honesto ser rico a costa de los pobres.
Que no es necesario usar a los pobres para ganar poder o querer eternizarse en él.
Que no se necesita ser demagogo para ser elegido y seguido de fanáticos por convicción o conveniencia.
Que la vida es una rueda que gira y vuelve a pasar delante de uno en algún momento.
Que aquel que ayer evitaste porque decía verdades que no querías oír, hoy puede acceder a un espacio por el que irremediablemente deberás pasar.
Que la verdad, siempre vence a la mentira.
Que la honradez hace digna a las personas y con ese privilegio la conciencia goza.
Que el poder es efímero.
Que nadie es imprescindible.
Que 265 Papas han estado antes que Jorge Bergoglio y otros lo seguirán mientras se respeten las instituciones.
Que las leyes de Dios y de las Repúblicas fueron hechas para ser cumplidas.