Por: Juan Gasalla
Brasil navega en aguas turbulentas, entre una inflación que el gobierno de Dilma Rousseff intenta mantener bajo control y una actividad económica que crece menos de lo previsto. Su vecina Argentina observa desde el sur, con cierta inquietud, pues de la expansión de su principal socio comercial depende buena parte del crecimiento propio.
La economía brasileña está enviando sus señales, menos alentadoras que las que se daban por sentadas a comienzos de 2013. El Producto Bruto Interno aumentó 1,9% en el primer trimestre en la comparación interanual y analistas privados estiman una expansión inferior al 3% para todo el año. La agricultura, al igual que en la Argentina por la mejora en la cosecha, logró un avance de 17% respecto del período enero-marzo de 2012, los servicios tuvieron un incremento de 1,9%, pero la industria se contrajo 1,4% y puso un freno a la actividad general. El índice Bovespa, principal referente bursátil, acusó este cambio de tendencia y registró en mayo su mayor retroceso mensual en un año (-4,3%), debido a las preocupaciones sobre las perspectivas económicas. El Gobierno de Dilma parece dispuesto a resignar su objetivo de crecimiento antes de que se escapen los precios al consumidor. El PBI de Brasil ya marcó un magro avance de 0,9% en 2012 y 2,7% en 2011, que contrastó con el 7,5% de 2010.
A la vez, preocupa la inflación brasileña, que en marzo superó el techo de la meta oficial de 6,5% anual, en 6,59 por ciento. Por este motivo, el Banco Central subió por segundo mes consecutivo su tasa de interés de referencia en 50 puntos básicos, a un 8%, medida que facilitará el ingreso de capitales extranjeros, aunque muchos de ellos lo hagan más con un fin especulativo que inversor. En los hechos, el mayor costo del dinero puede ser un desincentivo para que los fondos salgan de los bancos para volcarse a actividades productivas. Una economía más fría en Brasil también es un problema para la Argentina, ávida de que el socio del Mercosur demande sus productos.
El real brasileño acometió además un recorrido de depreciación. El dólar ganó 7% en mayo, hasta los 2,14 reales por unidad, su precio más alto en cuatro años. Cuando el real se devalúa, la ventaja cambiaria a la que se aferra la Argentina se diluye e impacta en la balanza comercial bilateral. En años anteriores, la suba del tipo de cambio en Brasil tuvo su repercusión en la cotización oficial del dólar en nuestro país. “Evitar la apreciación del tipo de cambio real adquiría una relevancia central en un contexto de relativo estancamiento del sector industrial brasileño, que ha alternado tasas de crecimiento desestacionalizadas positivas y negativas desde el último cuatrimestre de 2012”, explica la consultora Finsoport, que dirige el ex viceministro de Economía Jorge Todesca.
Este flojo desempeño de los indicadores brasileños no escapa al propio contexto del gigante sudamericano en el plano de los emergentes BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Según un artículo titulado “El auge del crecimiento de América Latina llega a su fin”, que publicó el jueves The Wall Street Journal, las economías latinoamericanas deben prepararse para años más difíciles, ante menores ventas y una eventual caída de precios de las materias primas. El reporte enfatiza la mediocre expansión de Brasil en el primer trimestre y lo atribuye a “una menor demanda china de commodities, una señal de cambio para la región”. A ello agrega: “China, un importante consumidor de las exportaciones de la región, se ha desacelerado más de lo previsto, y los economistas afirman que los años de crecimiento de 10% y más que protagonizó el país (asiático) quedaron atrás. El miércoles, el Fondo Monetario Internacional redujo su estimación de expansión de China para este año, de 8 a 7,75 por ciento”.
Abeceb.com, la consultora que dirige el economista Dante Sica, indicó que en el primer cuatrimestre el comercio con Brasil fue deficitario apenas por u$s93 millones por el incremento de las compras de nuestro país. En el período, la Argentina se ubicó en tercer lugar en el ranking de los principales proveedores y compradores del estado vecino, detrás de EEUU y China.
La correlación entre las economías de Argentina y Brasil es evidente. Ambos países tuvieron una brusca desaceleración en 2012, que persiste este año, y tienen matrices productivas similares. Un informe de Finsoport había calculado que un crecimiento del 3,5% en Brasil impactaría en un incremento del 17,5% de las exportaciones nacionales (unos u$s3.000 millones extra), mientras que el efecto neto del crecimiento de Brasil sobre el PBI argentino hubiera alcanzado un 1,2% con esos guarismos, por más ventas externas, consumo e importaciones.
Los pronósticos económicos sobre la Argentina para 2013 coincidieron en el empuje determinante que tendría el aumento de la cosecha de la presente campaña agrícola nacional y el comercio con Brasil. Con esos dos componentes intactos, la expansión económica de nuestro país fue estimada en 4,4% para todo el año en el Presupuesto Nacional. Ahora, con fundamentos más débiles desde el país vecino, las expectativas más realistas se aproximan al 2,7% interanual que reflejó el Estimador Mensual de Actividad Económica del INDEC en el primer trimestre.