Por: Juan Gasalla
En la jerga de los mercados financieros se dice que los índices bursátiles “anticipan” los movimientos de la economía real. Por eso, la intensa volatilidad que mostraron las bolsas en la última semana disparó una serie de especulaciones sobre un eventual cambio de ciclo en la economía global, con particular efecto sobre los países emergentes como la Argentina, beneficiados por las bajas tasas de interés internacionales y el alto precio de las commodities.
En principio, el detonante de la caída de precios en Wall Street que se contagió al resto del mundo surgió de la conferencia de prensa que brindó el presidente de la Reserva Federal de los EEUU en la que reconoció que una “moderación” de los programas de estímulo podría comenzar a final de 2013. Esta reducción gradual no debería cambiar las condiciones generales del mercado, en un año en el que el Dow Jones de Industriales quebró 22 récords históricos entre el 5 de marzo y el 28 de mayo, hasta los 15.409 puntos. Además de superar las marcas de octubre de 2007, previas a la última crisis financiera, lo hizo en un muy corto lapso de menos de seis años, cuando después de la Gran Depresión de 1929 precisó 25 años para retornar a sus máximos valores anteriores.
Sin embargo, la previsión de un recorte en los programas de estímulo de la Fed, que en la actualidad consisten principalmente en la compra mensual de bonos del Tesoro norteamericano por u$s85 mil millones -cerca del 0,5% del PBI norteamericano-, deteriora las expectativas, principal alimento de la operatoria bursátil, por más sutil que sea la retracción del activismo heterodoxo del banco central que imprime los dólares.
La entidad que conduce Ben Bernanke recortó las tasas de interés de referencia a una banda de 0 a 0,25 por ciento ya en diciembre de 2008. A través de los tres programas de flexibilización cuantitativa (Quantitative Easing o QE1, QE2 y QE3) inyectó dólares a través de la compra de deuda pública y privada por un monto estimado en 2,8 billones de dólares. Esta hiperliquidez se derramó al resto del mundo y es fácil observarla en el elevado precio de las materias primas o el incremento de reservas en dólares de los países en desarrollo. Por el mismo motivo, cualquier rumor acerca de un cambio en la política monetaria de los EEUU es analizado con preocupación en todo el mundo y genera una natural reversión del flujo de capitales que favoreció a los países de América Latina en los últimos años.
La Fed precisó que no subirá las tasas de interés hasta que el desempleo de EEUU alcance un techo de 6,5% y la inflación se mantenga por debajo de un 2,5% anual. El consenso de los analistas financieros desestima un incremento de los tipos de interés antes de 2015, cuando hoy la tasa de desocupación de Estados Unidos se sostiene en torno al 7,6 por ciento.
Este protagonismo de Bernanke, experto al que se le atribuye que los EEUU no hayan caído en otra depresión económica como la del siglo pasado, alteró ese rol anticipador de las bolsas, que ahora apuestan a adelantarse a las medidas de política monetaria antes que a la evolución de la economía, hasta la contradicción de interpretar las buenas noticias como negativas –porque son un precedente para el recorte de estímulos-, mientras que las malas son ponderadas como positivas, pues garantizan la continuidad del “dinero gratis” que se vuelca a las acciones y bonos, mientras la producción y el empleo siguen resentidos.
Aunque cabe opinar que muchos activos que cotizan en Nueva York están sobrecomprados, la pérdida acumulada de 3,6% en el Dow Jones desde el miércoles 19 no significa un desplome. Más bien es una toma de ganancias en una plaza que ofreció un rendimiento promedio de 12,7% en apenas seis meses.
En ese contexto sometido a definiciones del exterior, la lectura para los mercados emergentes deja un balance negativo que algunos analistas consideran como una señal de interrupción para un período de diez años de euforia financiera y notable crecimiento económico. El Bovespa brasileño cae 23,2% en 2013, medido en reales, a lo que debe añadirse la devaluación del 8% de la moneda brasileña en el semestre. Así, las firmas que cotizan en la Bolsa de San Pablo perdieron, en promedio, más de 30% de su valor en dólares. La Bolsa de Shanghái, principal mercado bursátil de China, acumula este año un retroceso de 13,7 por ciento.
El Merval de la Bolsa de Buenos Aires ganó entre enero y junio un 5,4% medido en pesos, mientras que la devaluación estimada en base al dólar financiero o “contado con liquidación”, utilizado como referencia para las transacciones bursátiles locales, fue de 16,2 por ciento. Representa una clara pérdida de valor de las empresas argentinas cotizantes, próxima al 11% en dólares. El aviso de los mercados no es para alarmarse, si no para idear y aplicar medidas que permitan adaptarse a un “endurecimiento” de la política monetaria en los EEUU que no será inminente, pero que producirá un fortalecimiento del dólar y debilitará el valor de nuestras exportaciones.