Por: Juan Gasalla
Las declaraciones de Jorge Capitanich hicieron carne este lunes la principal preocupación de los funcionarios que comandan el área económica: la escasez de dólares que ingresan al país en relación a los que salen día a día. El jefe de Gabinete advirtió sobre el “poder sancionatorio del Estado para preservar el interés de todos los argentinos” y conminó a las cerealeras a liquidar más exportaciones “en solidaridad con todos los argentinos que hicieron un esfuerzo para darle competitividad al sector”.
La realidad es que los dólares que aporta el agro son la única alternativa que le queda al Gobierno para que la restricción externa que muestra la economía de 2014 no sea terminal, en un marco de caída de reservas que se acelera a un ritmo del 9% mensual, según las estadísticas de enero, para quedar debajo de los u$s28.000 millones, y que apenas serán apuntaladas en el segundo trimestre del año, que concentra las exportaciones de la cosecha gruesa.
En enero, los exportadores nucleados en la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (CIARA) y el Centro de Exportadores de Cereales (CEC) rindieron ventas externas por u$s1.069 millones, un 21% menos que los u$s1.349 millones de 2013 y un 33% menos que los u$s1.600 millones del primer mes de 2012. Esta reducción obedece principalmente a la decisión de acopiar el producto más que a la evolución de los precios: la cotización de la soja es sólo 12% menor este año respecto de 2013 y 4,9% superior a la de 2012.
Sin embargo, es difícil que este remanente de la cosecha anterior guardado por los chacareros como cobertura ante la inflación –pues la soja es un activo dolarizado- alcance los u$s4.500 millones que estima el Gobierno y que le implicarían ingresos por u$s1.500 millones en concepto de retenciones. Eduardo Buzzi, presidente de la Federación Agraria Argentina (FAA) señaló que existen “cinco o seis millones de toneladas guardadas, que valen unos 2.500 o 3.000 millones de dólares”, bastante menos que el cálculo oficial, en lo que el directivo definió como “un final de cosecha residual que se da todos los años y que el productor no vendió porque no lo necesitó”.
Los representantes del complejo agroindustrial de cereales y oleaginosas estimaron que este año las exportaciones del sector alcanzarán un récord histórico entre los 27 y los 29 mil millones de dólares, a la vez que confiaron que “paulatinamente todo se irá normalizando ya que la comercialización será más fluida con este tipo de cambio”. No obstante, desde la FAA denunciaron la concentración del sector agrícola, que en la última década llevó a que el 8% de los productores de soja manejen el 80% de la cosecha, por cuanto el Gobierno ahora apunta contra un sector minoritario aunque de enorme peso, que expandió sus negocios a la sombra de las políticas de intervencionismo oficial.
Cada enero es el trigo un producto de exportación central para inyectar dólares comerciales. Este año, estas ventas se contrajeron en volumen un 93% interanual, mientras que las de porotos de soja bajaron 75% y las de maíz, 77 por ciento. Según la AFIP, compensaron los derechos de exportación percibidos por las ventas de harina de soja, que crecieron 229%, y el aceite de soja, que aumentó un 8 por ciento.
Un dólar oficial a 8 pesos todavía no es incentivo para los sojeros, aunque hay que destacar el pronunciado incremento de las tasas de interés –en torno al 28,5% según la licitación de Letras y Notas del Banco Central-, que puede contribuir a que algunos productores se animen a vender parte de sus existencias de granos y con los pesos obtenidos se vuelquen a un plazo fijo hasta que necesiten efectivo para emprender la nueva campaña en invierno. Así, la pulseada por la tenencia de las divisas dependerá de ahora en adelante de las variables financieras que instrumenta el Banco Central: el tipo de cambio y las tasas de interés.