El pasto, las vacas y el hombre; en la cadena alimenticia cada especie está a la espera de algún depredador mayor. De esa misma forma funciona la política internacional. El gobierno de Venezuela, por ejemplo, manipula la opinión mundial, regional y hasta local, publicitando el trabajo que realizan las misiones Barrio Adentro, Milagro, Sonrisa, Negra Hipólita, José Gregorio Hernández, Moncada, y un largo etcétera.
Parecen limpiar el palacio pero en realidad mercadean con la salud popular cual si fuera un pedestal, con tal de salvar al rey y entretener al condado. Usando sus propios enfermos para poner de rodillas a un pueblo, para dividirlo en tribus que se enfrentan entre sí, para denigrar el espíritu y oscurecer el orgullo de millones de venezolanos.
Lo que es tragedia para muchos; suele ser la fortuna de pocos. No existe nada de altruismo, mucho menos de bondad; es simplemente un delito que, dada la necesidad, resulta socialmente aceptable pero sigue siendo igual al de cualquier delincuente.
Por ello hay muchos que confunden una playa con un campo de batallas, la basura con noticia, que al sentirse observadores de la realidad mundial, disminuyen la visión y repiten cual papagayos que el culpable de esta crisis se llama Nicolás Maduro.
Craso error. Los políticos conocen perfectamente lo básico y lo repetitivo de la raza humana: la mayoría de las personas se dejan guiar, necesitan ser guiadas y desean que su lealtad sea bien recompensada.
El ex-militante de la liga socialista, ex-conductor del metro de Caracas, excanciller, ex-vicepresidente ejecutivo, autócrata por excelencia y actual presidente de Venezuela, es simplemente una pieza que tiene mucha responsabilidad; aquí el depredador es la Habana, que con sorprendente agudeza, e impulsada por su acostumbrada estrategia, de dominio y manejo, invierte recursos enviando médicos y medicinas para controlar la zona y alimentar grupos de opinión. Lo dijo Cayo Julio César, líder militar, político y antiguo dictador romano, “No se debe invadir a un pueblo sin tener algun motivo”.
Todavía me cuesta aceptar, que tantos analistas en su labor de análisis no reparen en el detalle, que “el Chino” no las tiene todas con la China, y la invasión de estetoscopios y batas blancas es puro negocio; entregarla a un mejor postor, el oso grande de la estepa rusa.
El general Raúl Castro, un hombre más ocupado en acumular poder que en defender ideologías, pro-ruso empedernido, zigzagueante, calculador, y a favor de la Guerra Fria, intenta organizar un posible final sirviendo la zona a un Moscú que despierta de un letargo y no pierde ocasión para lanzarse amenazante hacia el traspatio de Estados Unidos con la idea de recuperar su paradisíaco feudo caribeño, y usarlo como base naval en expansión hacia el ALBA, el CARICOM, el CELAC, la OEA y el MERCOSUR, gobernados todos por la izquierda y que por causalidad del espacio geográfico, pudieran favorecer al Kremlin en su ambición de emparejar el pulso del nuevo orden mundial. Algo que contradice a la Doctrina Monroe; entonces muy a mi pesar, “América, ya no es para los americanos”.