La antigua tentación del monopolio estatal

Julián Obiglio

Gracias a los reiterados ataques que el Gobierno Nacional y sus funcionarios impulsan contra la empresa LAN, se abre nuevamente un viejo debate sobre el tipo de política aerocomercial que debe aplicar nuestro país. Si partimos de la base de que el transporte aerocomercial es un servicio público, corresponderá al Estado garantizarlo y controlarlo, asegurándose que se brinde a los usuarios un servicio moderno, eficiente y accesible económicamente, que comunique la mayor cantidad de puntos del país.

Ahora bien, para que el servicio se desarrolle, el Estado deberá crear y sostener determinadas condiciones y reglas de funcionamiento. Aquellos que todavía creen en los programas dirigistas y en un Estado omnipresente, proponen utilizar todas las herramientas que encuentren a su alcance para eliminar la competencia. Ellos sueñan con un monopolio estatal artificial en el cual Aerolíneas Argentinas logre una recaudación suficiente para esconder su escandaloso déficit mensual.

Los impulsores de estas políticas olvidan que los monopolios promovidos por el Estado generan abusos, servicios de pésima calidad, y corrupción. Los usuarios se transforman en rehenes y pierden toda posibilidad de elegir precios, horarios, tipos de servicios, frecuencias, etc. Por otro lado, las empresas dispuestas a competir en libertad y bajo una ley pareja escapan del país en busca de mercados más confiables. Como ha ocurrido a lo largo de toda la historia, los más perjudicados por estas disparatadas medidas son los usuarios.

La política aerocomercial que nuestro país debe impulsar es exactamente la opuesta a la que algunos trasnochados quieren imponer. El mercado aerocomercial debe ser libre y competitivo. La única restricción para la fijación de rutas nacionales e internacionales, número de aerolíneas, capacidad, frecuencias y tipo de aeronaves debe ser el control de calidad y seguridad ejercido por el Estado. Su único interés debe ser que la mayor cantidad posible de consumidores puedan hacer uso del transporte aéreo con las mejores alternativas y con los menores costos posibles. El centro de la política pública aerocomercial deben ser los consumidores, no las aerolíneas.

El modelo del monopolio estatal ha fracasado en la historia mundial. Argentina precisa muchas aerolíneas volando por sus cielos y para ello el Estado debe garantizar la estabilidad del régimen aerocomercial y la libre competencia. La previsibilidad es requisito indispensable para que cualquier persona o empresa invierta las millonarias sumas que son necesarias para desarrollar esta actividad, cuyo éxito o fracaso no pueden depender de la discrecionalidad estatal, sino de parámetros objetivos y de procedimientos transparentes.

Por ello, al momento de debatir las políticas públicas concretas nunca debemos olvidar que ellas se encuentran basadas en ideas, y que las ideas fundadas en la libertad, en la responsabilidad y en el respeto a la ley tienen efectos positivos sobre la sociedad. En cambio, los experimentos basados en la tentación monopólica y en el sometimiento del consumidor son parte de un grupo de ideas completamente anacrónico, cuyo fracaso está garantizado.