Por: Julio Bárbaro
Tuve largas charlas con Jesús Cariglino, intendente de Malvinas Argentinas. Me llamaba la atención que hubiera sido capaz de enfrentar a la Presidenta en su mejor elección y convertirse en uno de los pocos jefes municipales capaces de sobrevivir a esa confrontación. El kirchnerismo no tiene nada que ver con el progresismo ni la supuesta izquierda, pero da batalla con todos los elementos del peor estalinismo. Usa todo el poder del Estado para derrotar adversarios y, en este caso, no sirvieron sus artimañas. Esto implica que si un intendente se ocupa de su municipio puede estar seguro del acompañamiento de sus votantes. Ver la obra que edificó durante su mandato define una idea de lo que debe ser una gestión.
Claro que para muchos sensibles opinadores la historia de los supuestos “barones del conurbano” es igual para todos. Como si un supuesto experto en arte generalizara sobre los cuadros de un museo, sería una simple manera de expresar ignorancia. Algunos hicieron hospitales mientras otros multiplicaron la miseria; siempre y cuando los juzguemos con la misma vara no va a existir la política. Y en el dialogo con Jesús fueron apareciendo las razones de fondo del retroceso que impuso el gobierno kirchnerista. La idea de premiar a los obsecuentes y de castigar a los disidentes siempre implica recorrer un camino seguro hacia la decadencia. Aquel que ama su función y la desarrolla con pasión exige que lo respeten. La contracara de esto está a la vista: cuanto más floja es la gestión de un intendente o un gobernador, más obligado está a practicar el aplauso al poder de turno. Una manera infalible de seleccionar a los peores.
Pareciera que, por otro lado, la supuesta ideología sustituye los desaciertos de la gestión. Cuando el presidente Maduro culpa al Imperio intenta olvidar sus propias responsabilidades en la miseria que engendraron. El kirchnerismo ejerce siempre el mismo oficio, se imagina a sí mismo de izquierda o progresista tan sólo por los odios y resentimientos que porta.
Cuando Néstor Kirchner se enfrentó con Clarín, según los obsecuentes de turno, uno debía compartir el odio tal cual fue ordenado por el jefe. Pensar que al mismo tiempo le entregaban a Telefónica negocios infinitos mientras se fomentaba el crecimiento de DIRECTV fuera del alcance de la ley. Y todo a cambio de que el Canal 11 se convirtiera en una señal boba, sin contenidos. Con el dinero del juego – ese juego que siempre enfrentó y cuestionó el peronismo, ese juego que el General nos pide que votemos en contra – genera ganancias que implican un poder infinito, comparable con el fantasma que la Presidenta convoca cuando se refiere a las poderosas “corporaciones”. Ya sabemos que ninguna corporación es más grande que las que maneja el Gobierno y que se refieren únicamente a los sectores que todavía no pudieron doblegar. Cada vez que la escucho con esa cantinela sé que se refiere a los que opinan libremente, percibo sobradamente que me imagina dependiendo de alguna corporación. Como si por el solo hecho de no obedecerla uno cayera en las redes del mal.
Mis charlas con Jesús Cariglino las vamos a desarrollar en un libro. Será un dialogo donde un hacedor responde a alguien que quiere hablar de ideas. Se me ocurre que caminar las calles de nuestra sociedad marca la decadencia impuesta por esta nefasta “década ganada” y la pobreza se palpa, el atraso lastima, los discursos emitidos por la cadena oficial transitan sólo por el espacio de unas rencillas de consorcio. El último discurso de más de tres horas en el Congreso fue sin lugar a dudas una mancha de decadencia en nuestra democracia. Se trata de una simple manera de definir la división de nuestra sociedad, entre los que opinan que el discurso de la Presidenta tiene estatura de estadista y los que nos sentimos avergonzados por el tono y el contenido con el que insiste en dividirnos.
Tomo como ejemplo a Jesús Cariglino porque los enfrentó y los derrotó en el momento de mayor poder y soberbia a este kirchnerismo hoy decadente. Y esa energía y esa voluntad es la que necesitamos para recuperar nuestra democracia. Que no me vengan con discursos de encuestadores; precisamente hoy leí uno que me enojó mucho. Me quedé con la duda si el que lo escribía no ejercitaba un intento de oficialismo solapado.
Yo creo que la política es obra y decisión. Pienso también que, cuando estamos obligados a confrontar, no tenemos derecho a hacernos los distraídos. Lucho contra este Gobierno y elijo la imagen y la fuerza de un amigo que lo enfrentó solo y contra todos en el dos mil once. Ahora somos muchos, el kirchnerismo está derrotado, la absoluta mayoría así lo decidió. A los encuestadores oficialistas les llegó la hora de abstenerse.