Por: Julio Bárbaro
En las palabras de Martín Sabbatella están presentes todas las deformaciones del kirchnerismo. Es maravilloso ver cómo se ponen en movimiento las dos teorías del estalinismo: “la culpa la tuvo el otro” y “no hacerle el juego a la derecha”. Parecen las palabras del pobre Diego Brancatelli, sucesor y digno heredero de Carta Abierta: “Nosotros queremos el bien del país”, como si a los restantes nos impulsara la pasión del mal y “Cristina está muy por encima del resto, por eso no la entienden”. Ya lo había dicho José Pablo Feinmann al que llaman filósofo, “es demasiado inteligente para el resto de la sociedad”. De paso Sabbatella más que duplicó el número de empleados en la AFSCA (Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual) de la que es titular; todo sea por el bien de las instituciones.
Cuando impusieron la absurda y deformada Ley de Medios lo hicieron con el objetivo de quedarse con todo; lo habían dicho, “venían por todo”. Fue una Ley contra Clarín, un enemigo elegido a partir de su virtud – defectos le sobran – pero Clarín dice lo que piensa; eso es una corporación. Era brutal escucharlos a estos nacionalistas de Puerto Madero contar las licencias de cable por pueblo mientras dejaban a DIRECTV libre de aplicaciones a cambio tan sólo de que no hablen mal del Gobierno. El empresario nacional es enemigo porque opina, el extranjero es amigo siempre que haga silencio, como Canal 11, que al pertenecer a Telefónica y ser extranjero, con hacer silencio sobre el Gobierno ya estaba todo bien. Y el señor Sabbatella dice que lo persiguen las mafias, las de los otros. Las de ellos están siendo derrotadas por los votos. Se olvidó de mencionar a la mafia de los votantes, la que limpió del mundo a los estalinistas como él.
Alejandra Gils Carbó, Sabatella y los Bingos. Los tres pilares de la revolución kirchnerista: la Justicia, los medios y el juego. Con el juego compraban los medios como los del Grupo Hadad y, con la pauta, compraban los restantes. Igual perdieron. Ya lo había dicho el General, “con todos los medios a favor me derrocaron, con todos los medios en contra fui electo presidente”. Confundieron micrófonos con audiencia, se quedaron con los micrófonos. El anti oficialismo se quedó con la audiencia.
Un viejo compañero me decía “el kirchnerismo es la variante más sutil del anti peronismo”. Me quedé mirándolo, me resultaba absurda esta percepción de la sutileza. Conozco demasiados peronistas de aquellos tiempos, casi ninguno adhiere al oficialismo; con Néstor todavía, con Cristina no quedó ninguno. Los “montos” siempre se creyeron más importantes que el pueblo. Los peronistas se fueron en los setenta cuando se fracturó “la lealtad”; fueron muchos, los restantes eran gorilas, imaginaban que Firmenich era más trascendente que Perón, a eso Carta Abierta le llama lucidez. Y siempre lo buscan a López Rega, la separan a Evita, inventan a Cámpora y piensan que la violencia fue más importante que las luchas populares. Por eso cayó el marxismo, por imaginar que las vanguardias iluminadas eran más importantes que los pueblos. Como Wilfredo Pareto, imaginaban que la historia es un cementerio de elites.
Perón, que pensaba en serio, era un estadista, y trascendió sin duda al quedar vigente en el corazón de su pueblo, solía decir: “Las instituciones no son ni buenas ni malas, dependen de los hombres que las integran”. Sabbatella y Gils Carbó son dos personajes menores, integrantes de esta enfermedad pasajera que fue el kirchnerismo. Néstor tenía apuro por alargar el contrato con los Bingos, como si las ganancias oscuras basadas en la explotación de las debilidades humanas fueran esenciales a la revolución. Los personajes menores que fueron integrantes de una secta pasajera no pueden imaginar que los defiendan las leyes. Se impusieron por una mayoría transitoria, tienen la misma vigencia que esa autoritaria, sectaria y mediocre mayoría.
En la dictadura, cuando estaban absolutamente derrotados decidieron la “contraofensiva”. Los muchos que se negaban a elegir el suicidio eran acusados de “gorilas y quebrados”. Igualmente la conducción no vino, la ficción los hacía en situación de confrontar cuando ya ni siquiera existían. Es el fruto amargo de la negación de la realidad. Cristina y sus seguidores inician una “contraofensiva”, ahora contra los votantes. Podrían ser dirigentes de instituciones si merecieran el respeto de la mayoría de la sociedad. Sabbatella y Gil Carbo son la expresión de una manera de pensar y confrontar que la sociedad acaba de derrotar. La democracia es la institución mayor, debemos terminar con la continuidad del AFSCA, la Procuradora y la licencia de los Bingos, debemos cortar las raíces de la secta. Es nuestra obligación hacerlo. La Presidenta eligió un espectro de enemigos que abarca desde Cristóbal Colón al Pato Donald, una verdadera amplitud combativa.
Y Mauricio Macri le debe mucho a Cristina y sus muchachos, hicieron mucho más por su triunfo que su jefe de campaña y lo describieron tan pero tan horrible que con su sola presencia resulta favorecido. La Presidenta actúa como para quedarse sólo con los fanáticos, su grupo no es apto para tímidos ni amantes de la dignidad. La secta exige ser un poco rarito, sentirse superior y pensar que los demás no están a su altura. Son autoritarios, se retiran enojados con los votantes. No lograron quedarse con todo; demos gracias, nos salvamos por poco, pero ellos desaparecerán para siempre.