Por: Julio Cobos
Todos sabemos que la educación es un potente motor de cambio, de superación y de inclusión social. Además, es la herramienta más eficaz para el crecimiento equitativo, perdurable y justo de cualquier sociedad. Todo país se define por su sistema educativo, desde qué tipo de sociedad somos y sobre todo qué configuración social queremos para nuestro futuro: alfabetizada, competente, con igualdad de oportunidades en un mundo globalizado que exige la permanente capacitación de todos nosotros. Ese país con esa pobreza cero que todos anhelamos.
Son muchos los estudios que demuestran la relación entre los niveles de educación y de pobreza: a mayor nivel educativo alcanzado disminuyen notoriamente las posibilidades de ser pobres y estar marginados de la sociedad, que genera un círculo vicioso en las futuras generaciones.
Cada política que se ocupe de que los niños estén en las escuelas nunca estará de más, desde la asignación universal que les permita desarrollarse en plenitud, la obligatoriedad de sala de 4 años, entre tantas otras.
Pero todos nuestros esfuerzos comienzan con nuestros hijos en las escuelas, para eso deberemos saber dónde están, por qué faltaron. ¿Cuáles fueron los factores que influyeron para que eso ocurra? Es oportuno poner en marcha la cédula escolar nacional para que nos ayude a identificar el problema desde la individualización de cada niño, con un registro detallado de su vida escolar, actualizado y de cada rincón de la república. Más allá de conocer la realidad, nos posibilitará actuar a tiempo y solucionar dificultades. No puede haber educación sin chicos en las escuelas, con niños trabajando o pidiendo en las calles. El Estado está obligado a trabajar en eso para garantizar todos los derechos que como persona nos corresponden.
La cédula escolar federal es un instrumento que alcanzará a cada niño, garantizará el cumplimiento efectivo de la obligatoriedad escolar (artículo 16 de la ley 26206). Primero debemos resolver la carencia de datos de quienes nunca ingresaron en el sistema educativo, es decir, de aquellos por escolarizar. Si bien existe información sobre escolarización que permite hacer estimaciones acerca de la cobertura, la deserción, la repitencia y la promoción, esta no posibilita individualizar al niño que no ingresó o no permanece en el sistema.
La cédula escolar consiste en llevar un registro con el nombre del niño, su documento y su trayectoria escolar. Permite saber quién abandona la escuela o cambia de escuela o de jurisdicción y monitorear la trayectoria escolar. Para esto, es necesario que todas las jurisdicciones del país cuenten con un soporte informático unificado, que nos indique la trayectoria escolar de niños y adolescentes en todo el país.
Siendo el Consejo Federal de Educación el organismo ideal para poner en funcionamiento el programa, en articulación con otras reparticiones, como el Registro Civil, el Ministerio de Salud, la Administración Nacional de la Seguridad Social (Anses), los juzgados de familia y las dependencias nacionales, provinciales y municipales correspondientes. El Registro Civil permite cruzar datos para identificar con certeza a los niños en edad escolar que están fuera del sistema e iniciar acciones con el juzgado de familia para reinsertarlos, para descomprimir su trabajo. Sería conveniente la creación de tribunales escolares que abordaran la problemática específica. Los responsables de este programa deberán arbitrar los medios para garantizar el habeas data, y los datos podrán ser utilizados únicamente por funcionarios especialmente designados, sólo con fines sociales o educativos.
Este instrumento nos permitirá ampliar su registro a las áreas de salud, nutrición, vacunación y lo que refiera al abordaje integral de cada persona.
No es posible y no debemos permitirnos como sociedad naturalizar que un niño esté en la calle pidiendo o trabajando. Pierde así su derecho a la igualdad.
La cédula escolar ayudará a conocer esa situación y a actuar sobre las causas para llegar a tiempo al encuentro de una solución oportuna y efectiva. Siempre —está comprobando— es mejor prevenir que curar. Estoy convencido de que este es el medio para lograrlo.