Por: Lisandro Varela
Capitanich es negro como la verdad. Abal Medina tenía la blanca palidez que impide resolver. Capitanich es el Premier que la presidenta necesita para seguir siendo presidenta y no romperse en el camino.
El kirchnerismo inventó una manera de gobernar con todas las decisiones concentradas en el tope de la pirámide. Un modelo insostenible, un organigrama de muerte y dolor. La presidenta volvió cambiando el equipo y esa es una buena señal, porque muestra que, piba inteligente como siempre fue, usó el tiempo libre para pensar y rearmarse.
Capitanich ya tuvo el trabajo que tiene ahora con once años menos y jugando un partido mucho más difícil. Su laburo va a ser ordenar la interna, que ya se estaba volviendo un todos contra todos con pinta de sálvese quien pueda.
La presidenta vuelve en versión borrón y cuenta nueva, vuelve señora buena. Como en El vuelo de la reina, de Tomás Eloy Martínez, donde un presidente que está abajo en las encuestas se encierra en un monasterio y sale arrepentido y amistoso en general. Cristina dejó atrás los gritos.
La presidenta vuelve reina constitucional, repartiendo el juego para abajo. Su laburo es ser un emblema, la estatua viviente que lleva el kirchnerismo adentro. El kirchnerismo tiene la única misión de estacionar suave un ciclo.
El gobierno tiene el viento favorable del recuerdo feo del 2001. A nadie le conviene que esto termine en crisis. Si mirás los últimos cuarenta años de la Argentina, ves claro que siempre mejoramos por oposición a la cagada que hicimos antes.
La presidenta va a reinar de hecho, brillando protocolar en cuentagotas. Un poquito se nos dio. La democracia viene andando más o menos desde que la recuperamos. Cristina entre peluches es la reina del pueblo, por más que nos riamos en Twitter, porque los peluches son un quemo y los perros falderos ni te digo. Todo va a ser como un largo programa de tele de la tarde.