Por: Lisandro Varela
Voy a votar a Mauricio Macri en las elecciones presidenciales porque el país no está yendo a ningún lado bueno y tengo ganas de que el peronismo suelte la manija a ver cómo resulta. El poder, que es el tema de todos los sistemas de gobierno, tiene en la argentina una versión gigante y fálica que palpita. El Estado es la mitad de la economía del país y desde la Casa Rosada se maneja más del 70 por ciento de esa plata. El peronismo vende capacidad para agarrar la sartén por el mango, para tomar decisiones sin temblar por el costo social, por tener el temple firme o la cara dura. Mientras, un tercio de los argentinos es pobre y los chicos salen de la escuela pública sin poder entender un texto simple o dividir por dos (soy un ejemplo de lo segundo).
Entonces, ¿para qué sirve tanto arrojo y capacidad de manejar el derpo si los resultados son tan malos y, a través de todas las clases sociales se escucha un lamento muy argentino que dice, que ulula, somos mucho menos de lo que podemos ser? Los peronistas tienen que largar un poco la manija, aunque también sean folclóricamente hermosos y heroicos de verdad. Eran peronistas los que ponían el cuerpo para que fuéramos una democracia. Bueno, pero ahora que larguen un poquito.
Mauricio Macri es el único líder de la oposición que puede sentarse a negociar con el peronismo y salir en una pieza. Tiene carácter suficiente para hacerlo, no quiere aparecer ganando siempre en los medios. Como jefe de Gobierno mostró que puede acordar sin entregarse y sin romper por tratar de quedarse con todo. Argentina necesita que se acabe la tradición maldita de un gobernante con la suma del poder. Necesitamos que la plata del Fisco se distribuya de manera más justa entre el Gobierno Nacional y las provincias, necesitamos un presidente que no use los recursos del Estado para premiar o apretar gobernadores, o para hacerle el sombrerito y cerrar con los intendentes.
Necesitamos un presidente con menos poder, con capacidad para la negociación permanente, para convencer voluntades atrás de un objetivo estratégico para el país. Este objetivo estratégico no es mágico ni lo va a traer un ovni que gira con una luz amarilla. Es tan simple como pensar a treinta años la educación y la ciencia, administrar de manera eficiente y transparente de verdad y no en el discurso la guita para salud y educación, que el Estado tenga una relación amigable y con reglas claras con todos los que quieran laburar y crear riqueza. En 2015 voy a tener 40 años. Hace doce años que transmite LR1 Cadena Nacional todos contra todos. Lo quiero a Macri de presidente, para que labure mucho y joda poco.