Por: Luis Juez
“Fíjese Senador Juez, es posible que estos datos sean de su interés”, el periodista me entregó una carpeta y después, llegó el estupor. Un breve artículo de un Instituto de Investigación Económica enumeraba con detalles y citando fuentes, un relevamiento de casos de corrupción perpetrados en el país desde la vuelta de la democracia en 1983. Los números eran demoledores: de 750 episodios constatados, que implicaban una movida de trece mil millones de dólares en total, solo el 3% habría terminado en expedientes de condena. Sólo 22 carpetas se tradujeron en culpables con nombre, apellido y sentencia. 22 muecas de esperanza contra tanta impunidad no le hacen ni cosquillas al mundo del delito y la obscenidad de lavadores, fugadores de divisas, buitres o miserables estafadores. Esos resultados ni ruborizan la dura cara de funcionarios corruptos y la verdad: es que con las últimas novedades de la Justicia el futuro no se asoma alentador.
Si le pedimos a cualquier argentino su opinión acerca de la Justicia y la pomposa democratización que se pretende, nos dirá: “No entiendo muy bien lo que ocurre y lo que se discute. Sólo sé que los jueces se comportan como dioses, que ganan fortunas, que nadie los toca, que toda su familia trabaja en los Tribunales y que se habla de ladrones y millones de dólares y nadie termina en cana.” No hacen falta encuestas, ¿no?
Pasan como un video decenas de nombres de ciudadanos a quienes defendí litigando durante 24 años. Muchos condenados a tres, cuatro, diez años, por diferentes tipos de delitos. Delitos que no segaron vidas, ni implicaron sumas mayores a doscientos pesos privaron de años de libertad a muchas personas, mientras valijeros elegantes, glamorosos y rodeados de celebridades viajan con bolsos con cientos de millones de dólares a paraísos fiscales y la Justicia ni aparece. La sociedad está convencida de que la venda de la Justicia se corre en los tantos Maderos Center. La venda se corre y no escanea valijas con euros.
El inocente entrevistado resume en simples frases la investigación del prólogo. El testimonio suena real y nos interpela a quienes detentamos alguna responsabilidad cívica con un grito atronador que se escucha como ¡háganse cargo! Y nosotros, senadores, diputados gobernadores o presidentes debemos hacernos cargo de este atroz y mugriento escenario que construimos para las leyes en el que se las maltrata, se las desoye, o simplemente se las ignora.
La democratización de la justicia irrumpió en la agenda política nacional y, como sucede con los grandes títulos que genera este gobierno, en un primer segundo nos arranca una serena sonrisa de satisfacción e ilusión, y termina frustrando a ilusos e invitados no bien los proyectos terminan desnudándose.
Sin más, quiero repetir que las pecheras partidarias ahogan la independencia. Quiero machacar que no se puede esperar justicia de jueces que son jueces a partir de favores, pagos o complicidad. Esos tipos no son justos, sólo cuidan la impunidad de los aventureros. Deseo insistir que para no convalidar semejante ataque a la Justicia de verdad, los partidos que creemos en la independencia no debemos proponer candidatos. Quiero repudiar la absurda y demencial exigencia a los Partidos Políticos de contar con 18 distritos electorales para poder elevar su lista de magistrados. ¡18 distritos!, cuando sólo son necesarios cinco para proponer un candidato a Presidente de la Nación.