Por: Marcelo Ramal
Es inocultable que la devaluación del peso no ha resuelto los problemas de ‘caja’ del gobierno y ha provocado una crisis industrial. En Córdoba, las suspensiones en la industria automotriz sumaron esta semana 1.900 trabajadores, mientras 150 metalúrgicas se acogen a los ‘recursos preventivos de crisis’, la venia para suspender o despedir. En Rosario, General Motors interrumpió su producción un día por semana, mientras que los recursos preventivos ya involucran a 3.000 trabajadores en toda la provincia. Mendoza sumó 6.000 desocupados en los últimos meses. El ajuste K, que fuera celebrado por todo el arco patronal, se ha convertido en un desajuste en gran escala.
Es en este marco que la llamada “pax cambiaria” ha llegado a su fin y que se vuelve a disparar el dólar en los mercados de capitales. La sangría no podrá frenarse esta vez con un aumento de la tasa de interés en pesos, porque el nivel alcanzado -arriba de un 30% anual- es una carga insoportable para la economía. Por otro lado, las concesiones a los monopolios extranjeros, como ha sido el caso de Chevron o el resarcimiento ruinoso a Repsol, no han aportado nada a la posibilidad de obtener financiamiento internacional.
Una nueva devaluación volverá a aumentar el peso de la deuda pública dolarizada y disparará aun más los precios. Esto ocurre cuando el endeudamiento de los trabajadores alcanza a tres sueldos promedio, el nivel más alto de los últimos quince años -y similar, justamente, al que se registró en las puertas de la quiebra anterior (1998).
El kirchnerismo, en este cuadro, juega sus últimas fichas al reendeudamiento con el capital financiero internacional. Desde el FMI para abajo exigen una devaluación mayor del peso, la extensión de los tarifazos a todos los servicios y el levantamiento del llamado “cepo cambiario”. Un fallo desfavorable de la Corte norteamericana sobre el litigio con los fondos buitres obligará al gobierno a una negociación en condiciones negativas.
El gobierno transita por los carriles de un ‘rodrigazo’, precisamente cuando las grandes huelgas docentes y el paro del 10 demostraron que el movimiento obrero no lo va a aceptar sin grandes luchas. Ante la presión de los despidos, la UOM de Córdoba acaba de votar una huelga activa en la jornada aniversario del Cordobazo. En ese cuadro, la embestida judicial sobre Boudou demuestra que el gobierno carece de la capacidad para arbitrar la crisis; se mantenga inmóvil o vuelva a devaluar sus posibilidades se achican. Ya lo advirtió Bergoglio: “cuiden a Cristina”. El Episcopado ha vuelto a intervenir con un llamado a la “reconciliación nacional” y a pactar “políticas de Estado” -o sea a armar una “unidad nacional” que evite una repetición de 2001 en condiciones de mayor movilización y mayor politización de las masas. Esto explica las convocatorias a Moyano y Barrionuevo, y la unión entre macristas y kirchneristas en un engendro de “juventudes políticas”.
Una gran deliberación recorre a todas las clases sociales, en primer lugar a la clase obrera. Es necesario que enlacemos las grandes reivindicaciones de la hora -prohibición de suspensiones y despidos, abolición del impuesto al salario, ajuste móvil de salarios con la inflación, 82% móvil, y el reclamo de un inmediato para de 36 horas por estos reclamos- junto a los planteos políticos estratégicos, para unir al movimiento de la clase obrera con la izquierda. Con decenas de charlas, asambleas y debates, el Partido Obrero ha puesto en marcha la campaña por un Congreso de la izquierda y el movimiento obrero, para poner en la agenda de los trabajadores la cuestión del poder